Han pasado exactamente cinco años desde que este maravilloso “duende”, este campeón inolvidable, este hombre frágil pero con un corazón tan grande como una montaña, decidió quitarse de en medio.

Una vida siempre en la cima y siempre fuera de la caja.

Con su infaltable copa de vino en la mano y una de sus queridas ‘Gauloises’ entre los labios.

Cinco años sin ti, pequeño gran hombre. Tú que sabías divertirte en el campo y que entretuviste a millones de aficionados… incluso a los de los equipos contra los que jugabas.

… porque contigo en la cancha NUNCA era un partido “normal”.

Que la tierra sea amable contigo, maravilloso e inolvidable “Loco”.

A continuación reproduzco el artículo que escribí sobre él para mi https://www.urbone.eu/products/storie-maledette

Genio y locura: ¿qué tan delgada es la frontera? ¿Cuántas veces nos hemos preguntado esto al hablar de escritores, músicos o pintores? Pues bien, ésta es también la pregunta recurrente al hablar del “Loco” René Houseman.

Mirándole hoy, nos recuerda tanto a otro genio maldito, el gran Chet Baker… Profundas arrugas surcando su rostro, una espesa cabellera con un moño perpetuamente rebelde, los ojos aparentemente cansados de un hombre de más de sesenta años, pero que, si se miran profundamente, se ven tan vivos y serenos como sólo pueden estarlo los que han luchado y vencido a demonios malignos.

Aunque durante los últimos meses haya tenido que luchar contra uno de esos “males” que cuando te atacan son difíciles de vencer.

René Houseman fue el mejor extremo derecho de la historia del fútbol argentino.

Muy pequeño (165 cm) pero muy rápido, imprevisible con sus fintas, sus túneles, sus bruscos cambios de dirección. Jugaba por la derecha, pero si lo ponías en la otra banda al final no había mucha diferencia… te saltaba sin piedad, sacaba centro tras centro para los afortunados delanteros centro que jugaban con él. Y marcó muchos goles. Sus estadísticas hablan por sí solas: en Huracán jugó 266 partidos y marcó 108 goles. Muchos delanteros puros estarían encantados de tener estas cifras.

El primero que realmente creyó en él fue César Menotti. El Flaco siempre ha entendido mucho de fútbol y de talento, cuando lo ve, lo reconoce. Se lo arrebató a Defensores de Belgrano, de la Serie B, y lo metió, con 19 años, en el Huracán que el Flaco estaba construyendo con su idea de fútbol, hecha de técnica, estilo y coraje.

Cuando lo presenta al equipo, René es recibido con gran frialdad.

No es para menos. Parece un vago.

Entrenador, ¿de dónde ha sacado a éste? Parece un alcohólico’ le dirá alguien al ‘Flaco’ Menotti.

“Chicos, ese tipo es lo último que necesitamos antes de volvernos imbatibles’.

Pasaron unas semanas y Houseman se convirtió en uno de los pilares de aquel maravilloso equipo que en 1973 conquistó su primer trofeo de la era profesional en la historia del ‘Globo’. Junto a él, fantásticos jugadores, como Brindisi, Babington, Basile, Larrosa y Carrascosa. El equipo practica un fútbol que hacía mucho tiempo que no se veía en Argentina y Houseman es el enganche que desquicia a todas las defensas. Menotti le deja libertad para moverse por todo el frente de ataque. En la práctica actúa como segundo delantero por detrás de Roque Avallay, el 9 del equipo. René impresiona a todos, sus asistencias y, sobre todo, sus jugadas siempre imprevisibles encienden la imaginación de todos los aficionados y no sólo del “Globo”. Junto a sus compañeros Babington, Brindisi y Carrascosa entró en el 22 en la expedición al Mundial de Alemania 1974, donde Argentina, a pesar de eliminar a los azzurri en la fase de clasificación, no alcanzó lo que probablemente estaba en el potencial del equipo. Uno de los pocos que se salvó fue Houseman, (que contra Italia le regaló una asombrosa “dollola” a nuestro Giacinto Facchetti) que marcó 3 goles en 6 partidos y, a diferencia de sus compañeros antes mencionados, siempre permaneció en la convocatoria de la selección, convirtiéndose, junto a su mentor Menotti, que entretanto se había convertido en seleccionador nacional, en una de las piedras angulares del equipo. Sin embargo, su demonio personal, el alcohol, ya había entrado en su vida. Sus humildes orígenes hicieron que René nunca se alejara de su barrio ni de sus amigos de la infancia, a los que, con su enorme corazón, nunca podía decir que no, ya fuera prestándoles dinero o participando en interminables juergas de juego en las que invariablemente pagaba por todos. Se dice incluso que en una época en la que los futbolistas eran cualquier cosa menos ricos, y en la que los clubes pagaban incluso por “minutos” (cuanto más jugabas, más ganabas), René se inventaba a menudo lesiones menores siendo sustituido a falta de diez minutos… para que otros miembros del equipo pudieran compartir algo.

Huracán se mantuvo a un alto nivel durante varias temporadas, pero incluso cuando el equipo inició un declive natural, ¡no se planteó la posibilidad de que René abandonara el equipo! En 1981, sin embargo, con 28 años y en plena madurez futbolística, pero también cuando sus problemas con el alcohol eran bien conocidos, llegó una oferta de los Millonarios de River Plate. Un salario mucho mayor, la posibilidad de ganar trofeos, jugar regularmente en la Libertadores… ¡todas cosas que al ‘Loco’ Houseman no le interesan en absoluto! Juega un puñado de partidos con River y luego vuelve a su Huracán. Pero los días dorados han pasado. Su rendimiento decae paralelamente a su consumo cada vez mayor de alcohol y a su vida desordenada. Unas breves temporadas en Chile e incluso en Sudáfrica… pero Houseman, a sus 31 años, ya es un ex futbolista.

Al final de su carrera futbolística, al “Loco” René no le queda ni un peso en el bolsillo.

A partir de entonces, su descenso al abismo es imparable. Acaba durmiendo bajo los puentes, mendigando en los semáforos… a los 50 años parece de 70. Afortunadamente, en 2006 su viejo amigo y compañero Carlos Babington se convierte en presidente del Club, se acuerda del viejo René y le vuelve a abrir las puertas del Club, incluyéndolo en el staff técnico y sacándolo literalmente de la calle. Esta vez René no deja pasar la oportunidad y renace. Ahora es fácil verle como invitado en programas de televisión donde su honestidad y franqueza son admiradas y apreciadas por todos. Cualquiera que le conozca o hable con él queda impresionado por su humanidad, sencillez y humildad. “Me hace bien al corazón pensar que todavía hay alguien que me para por la calle, se acuerda de mí y habla de alguno de mis regates o de alguno de mis goles. Al fin y al cabo, yo sólo jugaba al fútbol y nunca supe hacer otra cosa”.

ANÉCDOTAS Y CURIOSIDADES

“Sólo una vez jugué estando muy borracho. Venía de la fiesta de cumpleaños de mi hijo y llegué al campo que casi no me tenía en pie. No sé cuántas duchas de hielo me obligaron a tomar para intentar recomponerme. Al final me dejaron la decisión a mí y les contesté que ¡podría jugar con una pierna! Les convencí, salté al campo desde el principio, marqué un gol, pedí el cambio y me fui a los vestuarios a dormir”.

“Nunca guardé ni un peso. Lo que tenía lo gastaba, para mi familia, para mis amigos o para quien lo necesitara. Cuando veo feliz a la gente que me rodea, ¿qué hago con el dinero?”.

Cuando se le pregunta qué planes tiene para el futuro, hay dos respuestas clásicas del “Loco”; la primera es una pura “broma”: “Bueno, como pueden ver, me mantengo en forma. Sigo delgado y ágil… ya sabes, ¡con la escasez de extremos que hay ahora mismo la selección argentina podría seguir necesitándome!”. La segunda resume a la perfección su carácter y su filosofía de vida: “¿Qué haré en el futuro? Hermano, ¡ni siquiera sé lo que voy a hacer cuando termine de hablar contigo!”.

Houseman siempre ha sentido un gran apego por el barrio donde creció, el Bajo Belgrano. En 1973, en el momento más importante de la historia reciente del “Globo”, la dirección decidió sacarlo de ese barrio miserable y alejarlo de las “malas compañías” del juego y las grandes borracheras. Así que decidieron poner al Loco en un piso muy prestigioso en el corazón de Parque Patricios, un barrio de lujo de Buenos Aires. Houseman permaneció allí durante 20 días antes de abandonar el piso y volver con sus amigos del barrio.

Sobre todo al principio de su carrera, Houseman siempre tuvo que aguantar los insultos de directivos y compañeros de equipo que le recordaban sus orígenes humildes. “Villero” era el más recurrente y es el término despectivo que se da a los nacidos y que viven en chabolas en los suburbios, comparables a las favelas brasileñas. Cuando se le preguntaba si alguna vez le había supuesto un problema, la respuesta de Houseman era siempre lapidaria: “¿Ofenderme? ¿Y por qué? Es la verdad, ¿por qué ofenderme? Al contrario, siempre me he sentido orgulloso de ello”.

Houseman disputó dos Mundiales con la selección argentina, el decepcionante de 1974 y el victorioso de 1978. Su análisis de esos dos equipos es despiadado cuando sorprende.

‘En 1974 éramos más fuertes. Había mejores jugadores, pero todos jugaban simplemente para sí mismos, sin preocuparse del equipo ni de sus compañeros. Aquella selección debería haberse llamado ‘DEPORTIVO YO’, ya que estábamos tan ocupados en hacernos quedar bien individualmente. Aquel equipo de 1978 tenía menos talento, pero gracias al trabajo del ‘Flaco’ Menotti por fin éramos un equipo y jugábamos al fútbol que habíamos jugado con Huracán”.

Una persona de la bondad de Houseman no guarda rencor a nadie en el mundo del fútbol, pero al único que el bueno de René no puede respetar es a Carlos Bilardo, el seleccionador campeón del mundo con Argentina en 1986. “Ese hombre primero mató el papel del extremo y luego mató el fútbol argentino. Ganó, es cierto, pero ése no era el fútbol de este país”.

Cuando habla de los dos jugadores más fuertes de su época, no tiene dudas; Miguel Ángel Brindisi, su compañero en Huracán y en la selección. “Sabía hacer de todo. Armaba la acción de ataque y luego te lo encontrabas en el área para rematar”. El otro es Johann Cruyff: “Una gacela. Elegante, imprevisible y un líder absoluto. Cuanto peor le iban las cosas a su equipo, más exigía el balón y daba ejemplo a sus compañeros’.

Hoy es uno de los mayores defensores y admiradores de Leo Messi. Hace sólo unos meses escribió una conmovedora y lúcida carta abierta en la que hablaba de Messi, lo defendía a capa y espada y cerraba la misiva con un perentorio agradecimiento: “Gracias Leo por ser lo más bonito que he visto en un campo de fútbol”.

El tema más delicado: el alcohol. “No sé cuándo ni por qué empecé. Todo lo que sé es que me gustaba y después de un tiempo las cosas se descontrolaron”. “Cuando decidí dejarlo simplemente lo dejé. 22 días en la clínica y una vez que volví a la vida normal no volví a tocar ni un ‘vasito’. Y después de diecisiete años sigue siendo así”.

Y por último la clásica pregunta; “¿qué hubieras hecho si no te hubieras hecho futbolista?”.

¡La respuesta del “Loco” es fantástica ! “Simple. ¡Me habría pasado el tiempo “mirando minas”! (mirando chicas jóvenes y guapas)

Este, señores, es el “Loco Houseman”.

En los cuatro cortos adjuntos; Su gol a Italia en el Mundial de 1974, dos goles a River incluyendo uno marcado mientras estaba completamente borracho, algunas de sus jugadas más bellas y finalmente un reportaje reciente sobre él y su historia personal.