traduzione di Fernando Jorge Merindol

“Todavía no lo puedo creer.
Y pensar que tenía muchas dudas cuando fui contactado por Boca Juniors.
Yo adoro Boca, es el equipo del que soy hincha desde chico aunque si vivía en San Luis que de la Bombonera queda a casi 800 kilómetros.
Pero mi pasado con River Plate lo conocen todos y no tenía idea de como sería recibido.
En cambio todos, pero de verdad todos, me han reservado un recibimiento fantástico, casi conmovedor.
Los dirigentes, mis nuevos compañeros de equipo, el técnico Carlos Aimar y todo su staff…y sobre todo los hinchas.
Un mes y pico atrás, el 8 de agosto, jugué en la Bombonera y por primera vez me puse esa maravillosa camiseta azul y oro (¡no es amarillo… es oro!).
Fue la ocasión para conocer a mis nuevos compañeros y para darme cuenta que podemos realmente hacer grandes cosas juntos.
De acuerdo, era solo un amistoso, pero ciertas sensaciones te quedan adentro.
Era un día de semana pero en la Bombonera habían más de 10000 personas para vernos contra Banfield.
“¡Estoy acá para verte a vos Juancito!” me dijo mi compañero Alfredo Graciani.
Entré en el segundo tiempo, le di un pase gol a Julio César Gaona y casi convierto con un tiro que pegó en el travesaño y rebotó abundantemente afuera del área defendida por el “Taladro”.
Parecía hecho.
Me sentía ya de Boca cuando ulteriores controles médicos no hicieron más que confirmar aquello que dos meses antes hicieron fracasar mi transferencia del Olympiakos al Niza, que después de mi temporada a préstamo en el Nantes me quería en sus filas.
Un problema al corazón hizo frenar mi pase.
Pero como se dice popularmente “cuando se cierra una puerta se abre un portón”.
Ese portón era Boca.
Ahora parece todo resuelto.
Si, tal vez no tenga el corazón perfecto pero estoy listo para asumirme todas las responsabilidades del caso.
Sobre todo después de lo de anoche.
Fui a la Bombonera para asistir al match de mis nuevos compañeros contra Chaco For Ever.
Me ubiqué atrás de nuestro banco.
No se necesitó mucho tiempo para que los hinchas me reconocieran.
Y que empezaran a corear mi nombre.
Me quedé sin palabras.
Y con las lágrimas que me llenaban los ojos.
Dentro de menos de una semana se juega el Superclásico.
Iremos al Monumental donde dejé muchos recuerdos y gané una Copa Libertadores y una Intercontinental.
Pero entenderán todos de que parte está mi corazón…”



El sueño de Juan Gilberto Funes, llamado “El Búfalo” por su impresionante fuerza física, no se realizará jamás.
Después de una semana de consultas y de posteriores controles médicos que obligarán a Funes a saltar el tan esperado derby con River, se llega a la mañana del 26 de septiembre.
El Doctor René Favoloro tiene en su poder todos los exámenes.
Un dirigente de Boca, Carlos Granero, va a buscar a Funes al Hotel Elevage, donde el atacante residía, y lo acompaña al Hospital Italiano de Buenos Aires.
La pregunta que se le hace a Juan Gilberto Funes es brutal por su franqueza.
“¿Señor Funes, usted que prefiere, el fútbol o la vida?”.
No sólo existe un mal funcionamiento de la válvula aorta que no permite el normal flujo sanguíneo, su corazón pesa más de 800 gramos, prácticamente tres veces más de uno normal.
Es una ducha helada.
A Juan Gilberto le tiemblan las piernas.
Un futuro sin el fútbol.
A 27 años, en la plenitud de la prestación psico-física.
Como si fuera poco, cuando sale del hospital, hay centenares de hinchas de Boca que lo paran por el camino rogándole de acelerar los tiempos para su debut. Sobre todo después de la derrota en el Superclásico contra River pocos días antes.
Queda una sola cosa por hacer.
Preparar las valijas y volver a su querido San Luis con la familia.
Game Over.
“Sigo soñando que mi mujer me despierta una mañana diciéndome que fue una pesadilla”
No será así lamentablemente.
Funes volverá a vivir en San Luis con su bella mujer Ivana y el pequeño Juan Pablo.
Jugará todavía algún partido con el equipo de su ciudad, Defensores del Oeste, “para despuntar el vicio del fútbol cada tanto” como amaba repetir jocosamente “El Búfalo”.
El fútbol le dio mucho pero ahora hay que mirar para adelante.
El destino, sin embargo, no le dará tiempo en absoluto.
Un año y medio después de su retiro del fútbol, el 11 de enero de 1992, en un hospital de Buenos Aires, su corazón dejará de latir para siempre.
En San Luis serán 40000 personas las que asistirán a su funeral.
Porque la huella dejada por el “Búfalo de San Luis” es grande, grandísima.
No fueron solamente sus muchos goles, sus vertiginosos piques y sus potentísimos tiros.
No, hay mucho más.
Queda el recuerdo de un “caballero” auténtico, una persona humilde y de una generosidad total, dentro y fuera de la cancha.
En Millonarios de Bogotá, en River, en Olympiacos, en Vélez Sarsfield y hasta en Boca, donde solamente acarició el sueño de jugar, no hay nadie que pueda hablar mal de él.
Nadie mejor que su mujer Ivana Bianchi podría resumir a Juan Gilberto Funes en una frase.
“Juan vivió exactamente como quería, haciendo lo que amaba. Lo entregó todo, a cualquiera sin negarse nunca. Nos dio a mí y a mi hijo todo el amor que pudo. Fue una excelente persona, un marido ejemplar y un padre extraordinario”.
A recordarlo para siempre está el estadio erigido con su nombre en la ciudad de San Luis, donde “Juancito” fue sepultado y donde su pueblo no lo olvida.



Juan Gilberto Funes nace en San Luis el 8 de marzo de 1963.
San Luis, capital de la provincia homónima, está a casi 800 kilómetros de Buenos Aires y a casi 300 de Mendoza, la ciudad más cercana donde se juega fútbol de alto nivel.
Juan Gilberto, para todos “Juancito”, mueve sus primeros pasos en el equipo local, Huracán de San Luis.
En seguida pone en evidencia dotes no comunes.
Es un atacante robusto, potente y muy rápido a pesar de no poseer una técnica excepcional.
Viene notado de Sarmiento de Junín, equipo de Segunda División Argentina, pero pocos meses más tarde viene considerado todavía inmaduro para la categoría. Durante dos temporadas se mudó de un equipo a otro en su región, pero nunca causó verdaderos estragos.
Jorge Newbery, Sportivo Estudiantes y al final Gimnasia y Esgrima de Mendoza.
Aquí por fin empieza a mostrar un buen nivel, tanto es así que llega para Funes el llamado, en verdad bastante inesperado, de Millonarios de Bogotá, equipo de punta del campeonato colombiano (en aquel período decididamente rico y atractivo).
Funes llega en junio de 1984 a tiempo para jugar el “Torneo Finalización” de aquel año, concluso de Millonarios al 2°puesto detrás del América de Cali con la realización de 4 goles del puntano.
El torneo sucesivo, el “Apertura” de 1985 suscita muchas dudas sobre las cualidades del joven atacante argentino.
Con un solo gol al activo en casi 20 partidos parece que para Juan Gilberto Funes sea de nuevo hora de hacer las valijas…sin que haya una cola de pretendientes por sus servicios.
Pero le quedan seis meses de contrato y probablemente debido a la falta de ofertas concretas, Millonarios terminan por confirmar a Funes también para el inminente “Finalización”.
Será una de las decisiones más felices que hará el Club en aquel período.
En la segunda parte de la temporada convertirá 32 goles en menos de 40 encuentros estableciendo un récord difícilmente superable.
Para todos ahora se ha convertido en “El Búfalo” por su desbordante prestancia física. En el cómputo general de la temporada finalizará segundo en la tabla de goleadores, a uno solo (34 contra 33) de otro delantero argentino, Miguel Oswaldo González.
Su explosión en tierra colombiana no pasa inobservada en Argentina.
Ahora pero no son más equipos de segundo rango a pedir por sus servicios.
A comprar su pase son siempre los “Millonarios”, pero esta vez de Argentina.
River Plate comprará a Funes en junio de 1986 justo a tiempo para alinearlo en las semifinales de la Copa Libertadores y especialmente en la final, disputada contra el América de Cali.
Funes será el gran protagonista de las dos finales, anotando ya sea a la ida en Colombia como a la vuelta en el Monumental.
Al año siguiente le esperan a Funes la transferencia al Olympiacos de Grecia pero sobre todo las 4 presencias en la Sección de Carlos Bilardo, alguna de las cuales en la Copa América disputada ese año en tierra argentina.
Será durante su permanencia en Francia que le será encontrado por primera vez su problema al corazón.
Los médicos del Niza aconsejarán al jugador de dejar inmediatamente la actividad deportiva.
Funes no tiene ni siquiera en consideración el consejo.
Vuelve a Argentina y firma para Vélez Sarsfield. Será otra excelente temporada para “El Búfalo” que convertirá 12 goles en 25 partidos.
En el verano europeo de 1990 Argentina irá al Mundial de Italia a defender el título.
Son muchos los que consideran a Funes merecedor de un lugar entre los 22.
No será así pero aquello que sucederá pocos meses después será una desilusión decididamente superior para el fuerte centrodelantero de San Luis que en septiembre de aquel 1990 deberá decir adiós al fútbol a solo 27 años de edad.



ANÉCDOTAS Y CURIOSIDADES

La pelota fue siempre una pasión absoluta para “Juancito”. “Ayudaba a mi papá en nuestra estación de servicio y cuando cerrábamos al mediodía, después del almuerzo mi papá se iba a dormir la siesta atrás del negocio y yo, con la ropa de trabajo puesta, me iba a jugar al fútbol al campito con mis amigos”.

El dinero nunca fue un aspecto prioritario para Juan Gilberto Funes. Cuando firmó su primer contrato profesional con Huracán de San Luis regaló su sueldo.
“Dénselo a alguno de los muchachos que lo necesiten más que yo”.

El comienzo en Millonarios de Bogotá fue muy difícil. Marcaba a cuentagotas y esta situación lo llevaba a jugar sin la serenidad necesaria. Recordaba así ese período el mismo Juan Gilberto. “No sé que me pasa. Sé solo que la pelota no quiere entrar en el arco. Pero a mi alrededor siento igualmente mucha confianza y SE que este momento pasará”. Y tenía perfectamente razón.

Pensamiento reforzado de esta declaración “La confianza que siento acá en Colombia me motiva para superarme. A veces llego a casa destruido después del entrenamiento pero no veo la hora que llegue el día siguiente. Mi objetivo es luchar para mejorarme continuamente”.

Siempre a propósito de su gran generosidad, se descubrió mucho tiempo después de su muerte, y fue su hijo a contarlo en una entrevista, que Juan Gilberto Funes durante su permanencia en Colombia financió completamente la operación hecha en USA a un joven hincha de Millonarios enfermo de cáncer.

“Cuando llegué a River no era nadie. Sin embargo me sentí como en casa desde un principio y ¿saben por qué?. Porque este Club tiene un alma. Está formado por personas increíbles y todos me hicieron sentir cómodo”.

Siempre hablando de su etapa en River. “Al comienzo fue duro. Tenía problemas físicos, no podía jugar en mi mejor nivel. Después hice esos dos goles en la final de la Libertadores y todo cambió para siempre”.

Al final de su carrera un homenaje a un ídolo de River Plate. “Todavía hoy no lo puedo creer… ¡Jugué con el” Beto” Alonso!”.

Recuerdos muy diferentes para” El Búfalo” de su paso por Grecia en el Olympiacos.
“En Grecia el espíritu de equipo no existía. Además de mi, había otros jugadores extranjeros. Los jugadores grecos no nos hablaban. Estábamos excluidos de la vida social del Club. Había compañeros que ni siquiera nos saludaban o que se reían de nosotros cuando pronunciábamos mal alguna palabra.
Terminado el entrenamiento iba a casa y estaba prácticamente siempre solo. De hecho no fue fácil”.
Siguen sus recuerdos “Tenía un competidor en el puesto, era un muchacho greco hermano de uno de los jefes de los ultras. En cada entrenamiento tenía 500 hinchas que me insultaban instigados por el”.

Las cosas anduvieron decididamente mejor en Francia, aunque si fue justamente en aquel país que le fueron encontrados por primera vez sus graves problemas al corazón. “En el Niza como entrenador lo tenía a Jean Fernández. Estaba” enamorado” de mí. Hice tres goles en los dos primeros amistosos. Parecía el inicio de una maravillosa aventura”.

El relato de Juan Gilberto Funes de aquellos terribles días.
“En el Club había una gran excitation, muchas ganas de que empezara la temporada. Después llegó el golpazo. El médico me dijo que habían encontrado un “soplo en el corazón” muy importante. No podía tomarse la responsabilidad de dar el beneplácito a mi incorporación en el team. Les dije que no me importaba nada. Hace diez años que juego al fútbol y jamás tuve un problema. ¡La responsabilidad me la asumo yo!”.

Después aparece Boca Juniors, el amor de siempre que quedó prohibido para Juan Gilberto Funes.
“Cuando llegué a Boca sentí una emoción fuertísima. El recibimiento fue increíble, conmovedor. Me acuerdo que pensé que después de jugar por lo menos un año en Boca podía dejar el fútbol para siempre”.

No fue así lamentablemente para Juan Gilberto Funes que cuenta su, desgraciadamente, breve vida alejado del fútbol.
“Se que si aunque existe una posibilidad sobre cien que pueda morir en un campo de juego no puedo correr ese riesgo. Tengo una mujer y un hijo de dos años para cuidar. Mi vida no termina con el fútbol… aunque si me pasa seguido de noche de pensar en toda esta situación y llorar como un chico”.


Para el final el último sueño que, lamentablemente, también quedó sin completar.
La escuela de fútbol que Juan Gilberto Funes estaba construyendo y que estaría lista para el verano de 1992.
El en persona iba a trabajar, pintando las habitaciones, comprando de su bolsillo pelotas y material deportivo de entrenamiento.
Hoy existe una fundación benéfica que lo recuerda. La Fundación “Corazón de Búfalo” de la cual es presidente su hijo Juan Pablo.
Y para definir quien era Juan Gilberto Funes es suficiente leer lo que está escrito en la base de la escultura a él dedicada en San Luis.
“Porque no renegó jamás de sus orígenes, porque fue siempre humilde, porque volvía siempre a su tierra natal, porque siempre dio una buena imagen de sí mismo y de su país en Argentina y en el mundo. Su pueblo no lo olvida”.