“El Príncipe Payaso del fútbol.

Así me llamaban cuando jugaba.

Príncipe y payaso.

Yo era exactamente eso.

Un príncipe por mi elegancia, por la velocidad de mis movimientos, por mi clase… ¡y también por todo el dinero que valía!

En 1948 el Sunderland Football Club pagó más de 20.000 libras por mi etiqueta. Un récord mundial en aquella época.

Y también era un payaso.

Me encantaba entretener y divertir.

Siempre pensé que la gente que venía al estadio, gastando su dinero duramente ganado en las minas o en las acerías, merecía algo más que un bonito gol, un regate acertado o una buena parada.

Así que cada vez inventaba algo diferente para hacer reír a toda esa gente.

Como, por ejemplo, regatear a un rival y, antes de que llegara otro por debajo, pararme y arreglarme el pelo.

O dejar tirado a un defensa del otro equipo, pararme y mirar un reloj de pulsera imaginario.

¡Cómo se cabreaban los rivales!

Un día contra el Arsenal, después de uno de estos trucos, uno de sus defensas se me echó encima con todas sus fuerzas a la altura de las rodillas… ¡sólo que yo era demasiado rápido y ágil para él!

Así que salté tan alto como pude. Evité el impacto y acabó tendido en el césped de Highbury… ¡con sus seguidores muertos de risa!

Mi pequeño juego favorito, sin embargo, era otro: el “toma y daca” con el banderín de córner.

Se había convertido en mi especialidad.

Iba con el balón cerca del banderín de córner y esperaba a que llegara un defensa rival, y entonces pateaba el balón contra el banderín, superaba al desafortunado defensor e iba a recuperar el balón.

¡El estadio se venía abajo!

… A decir verdad, a veces el truco no me funcionaba y el balón acababa tristemente sobre la línea de gol.

Esta vez fueron mi entrenador y mis compañeros los que se cabrearon.

Bueno, como se suele decir… no todos los donuts vienen con el agujero…

Pero así soy yo. Tómalo o déjalo.

Y entonces … después de que acabas de salir de una guerra o has tenido que trabajar en una mina ¿qué importa ganar o perder?

Divertirse y pasarlo bien es lo que cuenta.

Además, si yo no me divierto, ¿cómo puedo esperar que se diviertan los que vienen a ver los partidos?”.

Len Shakleton fue con toda probabilidad el primer auténtico “inconformista” de la historia del fútbol británico.

Ese tipo de ‘entretenedor’ un poco loco al que le encantaba jugar al fútbol sin perder nunca de vista la alegría… en sus jugadas y para quienes acudían a verlas desde las gradas.

Mediapunta o extremo izquierdo, jugador de talento puro, dotado de técnica, regate, velocidad y un gran disparo que le permitió marcar 127 goles en 384 partidos de liga con el Newcastle y, sobre todo, con el Sunderland, equipo en el que jugó durante nueve temporadas y del que sigue siendo uno de los iconos absolutos.

Fue en el viejo y atmosférico Roker Park, el estadio de los “Black Cats”, donde Shakleton dio lo mejor de sí mismo y se convirtió en una leyenda del club.

Leonard Francis Shakleton nació en Bradford, Yorkshire, el 3 de mayo de 1922.

Enseguida se vio que su talento con el balón entre los pies era fuera de lo común.

Cuando fue convocado para la selección inglesa sub-14 (England Schoolboys) se convirtió en el primer futbolista nacido en Bradford en tener este honor.

En su debut contra sus homólogos de Gales, marcó un doblete en la final de los seis-dos para Inglaterra.

En ese momento llega de Londres George Allison, entrenador del Arsenal, y convence al joven Shakleton para que le siga a Londres.

Tras ni siquiera un año en la capital, es el propio Allison quien le dicta lo que parece una sentencia de por vida: “Eres demasiado pequeño y frágil para jugar al fútbol. Déjalo, hijo. Será mejor que busques un trabajo de verdad’. Tras unos meses en Londres sin encontrar ningún fichaje, Shakleton regresa a Bradford. Le da la bienvenida su antiguo equipo, el Bradford Park Avenue, básicamente el segundo equipo de la ciudad.

Sin embargo, el conflicto mundial está a la vuelta de la esquina.

Shakleton consigue quedarse en la zona trabajando como constructor de radios para aviones militares y continuando jugando al fútbol en el Bradford.

Cuando termina la guerra, en la temporada 1946-1947, reanuda sus actividades oficiales.

Jugó siete partidos (y marcó cuatro goles) con el Bradford Park Avenue cuando en octubre de 1946 se presentó el ambicioso Newcastle, un equipo que luchaba desesperadamente por volver a la Primera División.

Por Shakleton, las “Urracas” desembolsaron la friolera de 13.000 libras, exactamente lo que recibió el Liverpool por el traspaso de Albert Stubbins.

En su debut en St. James’ Park contra el Newport County, Shakleton marca seis goles en el triunfo por trece a cero… el récord imbatido del Newcastle de goles en un partido.

Lo que parece un idilio pronto se convierte en una pesadilla. A pesar de la magnífica relación con los aficionados, que adoran sus jugadas, las relaciones con la directiva pronto se vuelven tensas.

En su primera temporada en la “Geordie Nation”, el ascenso no llega. Hay un decepcionante quinto puesto sólo parcialmente compensado por una espléndida marcha en la FA CUP que, sin embargo, acabará en semifinales contra el Charlton.

Al final de este partido, Shakleton y el capitán Joe Harvey anuncian que no volverán a jugar en el club hasta que se cumpla la promesa de un hogar para ambos hecha por la dirección en el momento de su fichaje.

La directiva se ve obligada a ceder, pero las relaciones con Shakleton se rompen definitivamente.

Cuando, en diciembre de 1947, Shackleton se niega a unirse al personal y a sus compañeros en una misión a Londres para “estudiar” a los futuros rivales en la FA CUP (Charlton Athletic), la situación se vuelve insostenible.

Shakleton pedirá que se le incluya en la lista de transferibles del club.

Se le dará cabida.

Unos días más tarde, será el Sunderland, rival histórico del Newcastle, quien aporte la faraónica suma de 20.500 libras para arrebatar a sus rivales al talentoso centrocampista.

Es febrero de 1948.

Para los aficionados del Sunderland será amor a primera vista y esta vez destinado a durar.

En realidad, los comienzos son de todo menos fáciles.

El Sunderland gastará una suma impresionante para intentar construir un equipo capaz de ganar el título: 250.000 libras. El “Banco de Inglaterra” será su apodo en ese periodo.

Las cosas, sin embargo, no salieron como estaba previsto.

Al final de aquella temporada, el Sunderland acabaría antepenúltimo, sólo cuatro puntos por delante del Blackburn Rovers, uno de los dos equipos descendidos a la Segunda División.

“Éramos excelentes individualidades, pero no éramos un equipo”, comenta Shackleton sobre su primera etapa en el Sunderland.

Poco a poco, sin embargo, el equipo empezó a cuajar y los resultados fueron la consecuencia directa.

El ansiado título, sin embargo, nunca llegará al Sunderland de Roker Park.

Habrá temporadas brillantes como la de 1949-1950, en la que los “Black Cats” acabarán en tercera posición a un solo punto del campeón, el Portsmouth, o la cuarta de 1954-1955, a cuatro puntos del Chelsea.

Incluso en la FA CUP Len Shackleton acabaría su carrera sin un título y sin conseguir siquiera pisar el césped de Wembley para disputar una final.

El Sunderland caería dos veces en semifinales.

En 1955 a manos del Manchester City y la temporada siguiente con un claro cero a tres contra el Birmingham.

Es el 24 de agosto de 1957. Se juega el primer partido de liga. Len Shackleton sufre una grave lesión de tobillo durante el partido.

Shackleton nunca volverá al terreno de juego para disputar un partido oficial.

Pronto todo el mundo se dio cuenta de su importancia en el equipo… al final de la temporada para el Sunderland llegó un amargo e inesperado descenso.

A la edad de 35 años Len Shackleton pondrá fin a su carrera.

Una carrera en la que sin duda cosechó mucho menos de lo que su talento hubiera merecido. Ningún título, ninguna medalla y la miseria de cinco ‘caps’, las gorras que la federación inglesa regalaba a sus jugadores por cada aparición en la selección.

Pero “ganando” de otra manera, quizá aún más importante: habiendo enamorado a los aficionados, habiéndolos entretenido con sus jugadas y hecho sonreír con sus bromas.

Len Shackleton of Sunderland in action. 28th December 1946. R35919

ANÉCDOTAS Y TRIVIALIDADES

Para evitar ser llamado al servicio militar en 1945 y perderse así el inicio del primer campeonato de posguerra previsto para el año siguiente, Shackleton aceptó convertirse en uno de los famosos “Bevin Boys”, aquellos muchachos que, para ayudar al país en la grave situación energética de la inmediata posguerra, optaron por dedicarse a las minas de carbón y evitar así el servicio militar. Bevin era el ministro laborista de la época que había tenido esta intuición.

Fue también gracias a esta experiencia, que Shackleton describió como “aterradora y agotadora”, que se dio cuenta de lo importante que era dar algo más a los aficionados al fútbol en las gradas después de una semana de duro trabajo en aquellas malas condiciones.

Terminada la guerra y su estancia en las minas, Shackleton regresó a las filas del Bradford Park Avenue en la temporada 1946-1947. Serían siete partidos en total (y cuatro goles) antes de que el Newcastle llegara a la dirección del club con un abultado cheque de 13.000 libras.

Shackleton se marchará, como casi siempre, con la amargura y la polémica habituales.

Estaba cansado de jugar para un público tan incompetente”. El estilo individualista de Shackleton, siempre buscando ‘la jugada’, no era especialmente apreciado por la afición local, que le acusaba de enamorarse demasiado del balón y de ser poco práctico.

“Si lo hago es porque espero encontrar la mejor opción. Pero explicárselo a gente que no entiende nada de fútbol es prácticamente imposible”, diría Shackleton más tarde sobre aquella época en el Bradford P.A.

El capítulo de la selección inglesa es uno de los más controvertidos de la carrera de Len Shackleton.

Podría decirse que su destino fue idéntico al de los “Mavericks” que llegaron al panorama futbolístico inglés unos veinte años después. Charlie George, Stan Bowles, Rodney Marsh, Alan Hudson, Frank Worthington… todos ellos jugadores que pese a su indudable talento apenas sumaron un puñado de partidos con la selección nacional de los Leones de Inglaterra.

De hecho, Shackleton jugó la miseria de cinco partidos, algunos de ellos objetivamente anónimos, pero con una gran satisfacción en el último de ellos.

Es el primero de diciembre de 1954. En Wembley se presentaba Alemania Occidental, que se había proclamado campeona del mundo el verano anterior tras derrotar en la final de Berna a la gran Hungría de Puskas, Kocsis e Hidegkuti. Inglaterra ganó por tres goles a uno y Shackleton jugó un partido extraordinario, sellado con un gol de bella factura: corrió hacia el área con el pie y batió con un disparo bombeado al guardameta alemán Herkenrath.

“Fue el gol que más satisfacción me dio. No sólo por el prestigio del partido, sino porque hice exactamente lo que había planeado hacer incluso antes de que el balón pasara entre mis pies”, relató Shackleton en su biografía.

Durante sus primeros años en el Sunderland, Shackleton protagonizó una larga disputa con el delantero centro de los “Black Cats”, Trevor Ford.

Este último se quejaba del egoísmo de Shackleton, que se perdía en “garabatos” inútiles en lugar de pasarle el balón. En su biografía, Ford escribe que “hubo innumerables ocasiones en las que podríamos haber marcado, pero con Shackleton ralentizando el juego dábamos tiempo a la defensa rival para reagruparse”.

Las cosas se pusieron tan mal que el propio Ford se presentó ante el entrenador del equipo, Bill Murray, y le dijo que no volvería a jugar un partido en el que Shackleton estuviera en el campo.

… Trevor Ford fue traspasado al Cardiff en noviembre de 1953 …

Se cuenta que en el momento más tenso entre ambos, Shackleton fue capaz de servir balones que parecían invitar a su propio número 9 … sólo que, cargados de efecto, al tocar el suelo se escaparon del control de Ford, que acabó quedando fatal.

Entre las muchas locuras promulgadas en el campo de fútbol por Shackleton, destaca la que protagonizó el talentoso centrocampista del Bradford en un partido entre el Sunderland y el Manchester City en agosto de 1951.

Los Black Cats dispusieron de un penalti.

El tiro lo lanza el propio Shackleton.

Coloca el balón en el punto de penalti y comienza a retroceder para realizar la clásica carrera hacia dentro.

Atrás… atrás… atrás… atrás… cuando se detiene está a unos metros de la línea de medio campo.

Cuando el árbitro hace sonar su silbato, Shackleton corre a toda velocidad hacia el balón… que finge golpear pero ni siquiera toca.

Bert Trautmann, el legendario portero del City, se lanza a su izquierda.

En ese momento, Shackleton se da la vuelta y mete de tacón el balón en la portería desguarnecida del lado contrario …

“Me pasé el resto del partido salvando las piernas de las patadas de los defensas del Manchester City, que, en resumen… ¡no se lo tomaron muy bien!”, relataría Shackleton con su habitual ironía unos años más tarde.

También tuvo varios problemas con la directiva del Sunderland al final de su carrera.

Shackleton, que jugó nueve temporadas con los Wearsiders, pidió al club que organizara un “Partido Testimonial” en su honor, que no es más que un partido de despedida para un futbolista reconocido como premio por su largo servicio en un club. Gran parte de la recaudación de este tipo de partidos va a parar al bolsillo del propio jugador… una especie de indemnización al final de su carrera.

Normalmente, este importante premio se organizaba para jugadores con al menos diez temporadas en un club.

El Sunderland, inflexible, señaló a Shackleton que las temporadas que había jugado no eran suficientes. Shackleton, por su parte, recuerda a sus directivos que habría llegado a los diez años de militancia de no haber sido por aquella lesión de tobillo que en el primer partido de la décima temporada puso fin a su carrera… ¡jugando para el Sunderland Football Club!

Estamos “en un callejón sin salida”.

En este punto Shackleton juega su baza: amenaza a la directiva con denunciar ante la Federación Inglesa algunos pagos “extracontables” realizados por sus directivos.

La situación se desbloquea en un santiamén y así Shackleton consigue su (merecido) partido de despedida.

El partido se jugó el 15 de abril de 1959. “Sunderland vs Shackleton All Star XI”. Se jugó, por supuesto, en Roker Park, donde el Sunderland ganó por cinco goles a cuatro.

En las filas del “All Star XI” alineado por Shackleton (que sólo jugaría los primeros cuarenta y cinco minutos del partido) había futbolistas de primera fila como Jackie Milburn, Johnny Haynes y Tommy Docherty… ¡y junto a ellos también Brian Clough y Don Revie, enemigos acérrimos unos quince años después!

Cerca de 27.000 espectadores asistieron al partido, lo que contribuyó en gran medida a llenar los bolsillos de Len Shackleton, el “Príncipe Payaso” del fútbol inglés.

Hacia el final de su carrera, Len Shackleton publicó una autobiografía titulada “El príncipe payaso del fútbol”, que se vendió como rosquillas, hasta el punto de que se reimprimió cinco veces en sólo tres meses.

Uno de los capítulos de esta autobiografía se titula “Cuánto saben de fútbol los dirigentes de fútbol”.

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