traduzione di Fernando Jorge Merindol

A mi edad, 31 años, se empieza a pensar siempre más seguido a que hacer “de grande”.
Al final de la carrera de jugador y a los pocos años de fútbol por jugar que quedan.   
¿Seguir dentro del mundo del fútbol? ¿Cómo entrenador? ¿Director Deportivo? ¿O tal vez trabajar en inferiores?
Si no cambiar completamente rumbo y dedicarme a otra cosa.
Estos son, o deberían ser, los pensamientos para un jugador de mi edad.
Yo no tendré este lujo.
Para mí no se hablará de “años”.
Solo de meses… tal vez incluso de semanas.
Y no por culpa de una rodilla o un tobillo.
Por culpa de un maldito cáncer.
Los médicos no anduvieron con vueltas.
Se trata de un tumor en el colon que se está extendiendo como una mancha de aceite en mi cuerpo.
No me queda mucho tiempo.
Esto quiere decir que para mí no se tratará de decir adiós solo al fútbol, a mis compañeros de equipo, a los hinchas y a la querida camiseta de Estudiantes.
Tendré que decírselo a mi mujer, mi amada Ana Laura y mis dos estupendas nenas, Camila y Lara.
Antes quiero jugar por lo menos un partido, uno solo.
Estudiantes no me lo negará, lo sé.
Ya perdí casi 5 kg de peso en pocas semanas pero dentro de pocos días se juega el clásico contra Gimnasia.
Quiero estar presente.
Debo estar presente.
Poco me importa si ese día será uno de esos “asquerosos” donde adentro me parece sentir las garras de un león feroz o si para liberarme la panza tendré que tomar una dosis doble de laxantes.
Quizás también jugaré mal y tal vez no dejaré un gran recuerdo a los hinchas que me verán ese día.
Poco importa.
Ese partido contará para mí, porque quiero tener un recuerdo con quien disfrutar en los meses que dicen me quedan por vivir.
Si, lo hago por mí.
¿Soy egoísta? Puede ser.
Créanme… en estos momentos no me interesa demasiado.
Quiero ponerme los botines por última vez, por última vez quiero sentir el olor del aceite de alcanfor en el vestuario, por última vez quiero escuchar los gritos de mis compañeros antes de salir a la cancha… y por última vez quiero escuchar el aliento de nuestros hinchas cuando enteremos a la cancha.
Quiero ponerme por última vez la camiseta del “Pincha”, el equipo que siempre amé y que soy hincha desde la cuna y en la que tuve la fortuna de jugar 233 partidos.
Quiero correr por última vez sobre el césped del Jorge Luis Hirschi donde me divertí como loco durante tantos años.
Si podré ganar todavía algún duelo aéreo, hacer un buen foul y tirar al suelo un rival o dos… bien, tendré aún recuerdos mejores para llevar conmigo.

El 27 de abril del 2002, a 32 años, Edgardo Fabián Prátola, apodado “El Ruso”, perderá su lucha contra el cáncer. Algo más de un año después de haber realizado su último sueño.
Edgardo Prátola jugó y ganó su último partido contra el rival histórico de Estudiantes, el “Lobo” Gimnasia y Esgrima de La Plata. Edgardo, nacido en La Plata el 20 de mayo de 1969, hizo todas las inferiores en Estudiantes antes de subir al primer equipo en el cual debutó a los 19 años. Con los “Pinchas” jugó hasta 1996, conociendo en el giro de menos de un año la desilusión por el descenso y el inmediato ascenso durante una temporada triunfal jugada con la cinta de capitán en el brazo.
Después la transferencia a México, al León, equipo de punta de aquel campeonato. “El Ruso” permanecerá tres temporadas antes de volver a Argentina. Una temporada en Unión de Santa Fe antes del ansiado retorno a las filas de “su” Estudiantes en el 2000. La alegría por la vuelta a su amado Club es muy breve. En los primeros meses del 2001 le viene diagnosticado un tumor de colon. La dignidad, el coraje y la determinación con las cuales Edgardo luchará por más de un año contra esta despiadada enfermedad serán un recuerdo indeleble para todos sus allegados cercanos, familiares, amigos y todo el club Estudiantes de La Plata. “El Ruso” era profundamente amado y respetado por sus grandes dotes humanas. Futbolísticamente no era un fenómeno, no poseía una gran técnica y mucho menos grandes dotes naturales. Pero era un luchador nato, tenía garra y corazón. ¡Pegaba como un animal! Hasta mayo del 2014 detenía el récord de expulsiones en el fútbol argentino. Nada menos que 19, nada mal considerando que esos tiempos los árbitros eran más tolerantes y el fútbol más duro y físico que el actual. El clásico prototipo del número “2” que en Argentina es desde siempre el stopper, aquel que simplemente tiene que parar, por las buenas (raramente) o por las malas (mucho más seguido) al centrodelantero adversario.
Estudiantes se comportará hasta último momento de manera espléndida con Edgardo, una de las históricas “banderas” de este club. Le será ofrecido además un lugar en el staff técnico de Néstor Craviotto pero los médicos se oponen firmemente. No están dadas las condiciones suficientes para un físico ya así minado por la enfermedad. Una de las últimas grandes alegrías se la regalan sus compañeros de equipo al final de otro clásico victorioso contra Gimnasia. Es el 22 de enero del 2002 y en los festejos al final del encuentro su compañero y gran amigo personal, Mauricio Piersimone, lo lleva en andas pasando delante de su propia hinchada y   también aquellos maravillosos de Gimnasia que, no obstante la gran rivalidad, mostrarán esa tarde y en otras ocasiones su apoyo y sostén a un gran y leal adversario. La mañana del 27 de abril, sólo tres meses después de aquella inolvidable tarde, Edgardo Prátola expirará en el Hospital Italiano de Mar del Plata. Pocas horas después Estudiantes tiene en programa un importante encuentro de campeonato con Independiente. El partido será disputado igualmente y parece que “El Ruso” se lo habría expresamente pedido a compañeros y dirigentes en los días anteriores. Las últimas palabras son para el padre Natalio poco antes de morir. “Recuerda todos los días a mis nenas (Camila de 3 años y Lara de once meses) de enfrentar mi muerte simplemente como una cosa más que forma parte de la vida. Y de seguir adelante luchando por sus sueños”.

Descansa en paz guerrero.