Es el 9 de octubre de 1988.

Se juega el primer partido del campeonato de la Serie A.

En el Comunale di Torino, los granata reciben a la Sampdoria, uno de los equipos emergentes del panorama futbolístico italiano.

Vialli. Mancini, Vierchwood, Pagliuca, Cerezo, Chiesa… todos ellos jugadores de gran calidad y traídos a Génova por el ambicioso e igualmente acaudalado presidente Paolo Mantovani.

El Torino venía de una muy buena temporada, que terminó en séptimo lugar, pero había muchas perplejidades en torno a la campaña de fichajes del verano que acababa de terminar.

Tony Polster y Antonio Crippa fueron, a pesar de las promesas de la directiva, vendidos en el mercado estival, al igual que el fuerte defensa Corradini.

En su lugar llegaron el fuerte delantero brasileño Muller, el eslavo Skoro y otro brasileño, el centrocampista Edu.

En el banquillo del Toro se sentaba Gigi Radice, el hombre que poco más de 10 años antes había moldeado aquel maravilloso equipo capaz de ganar un fantástico Scudetto y quedarse a las puertas del segundo, acabando a un solo punto de la Juventus a pesar de los 50 puntos ganados.

El Torino del Presidente Gerbi no dispone ciertamente de los recursos económicos de los grandes de la liga, pero, como siempre ha sucedido en la gloriosa historia del Club della Mole, existe la posibilidad de recurrir en gran medida a la cantera más prolífica del país, gracias a la cual puede resarcirse de las temporadas más difíciles.

Roberto Cravero, Giorgio Bresciani, Diego Fuser son sólo algunos de los muchos jugadores del primer equipo forjados en aquellos años por el hábil cuidado de Sergio Vatta, Jefe del Sector Juvenil del Toro y capaz, como nadie, de otear y nutrir a los jóvenes talentos.

Uno de ellos está listo hoy para debutar en la Serie A.

Se llama Alvise Zago, tiene 19 años y es la “Joya” (como dirían en Argentina) de la cantera granata.

Gigi Radice, tras incorporarlo al primer equipo durante la preparación estival, no tiene ni una sola duda en el mundo: Alvise Zago está listo para tomar las riendas del juego de su Torino.

Será él, con el dorsal número 10 sobre los hombros, quien actúe en la mitad de campo contraria tratando de activar a los delanteros granata.

A su visión de juego, su capacidad para saltar por encima del hombre en los regates y una técnica depurada, Zago une una gran predisposición al trabajo, muchas ganas de aprender y una profesionalidad cada vez más rara en chicos de su edad.

De hecho, algunos cuestionan su “corazón”, esa garra y “mala leche” competitiva que son cualidades indispensables para vestir la camiseta de este glorioso y “único” club.

Pero es el propio Vatta quien calla a todos los Cassandras.

“Los atributos de un futbolista no sólo se ven por el afán con el que persigue a un adversario o se lanza a una entrada. También y sobre todo se ven cuando un jugador no tiene miedo de pedir siempre el balón, incluso en los momentos más críticos y delicados de un partido, cuando quizás a muchos otros el balón les parece que les ‘quema’ entre los pies. Alvise es alguien que nunca se esconde en el campo”.

Hay otras dos peculiaridades llamativas en este chico de Rivoli, un pueblo del cinturón de Turín.

La primera es una forma de correr un tanto peculiar, con los pies abiertos en forma de ‘pato’, que corrige parcialmente con unas sofisticadas plantillas.

La otra, mucho más importante, es una gran habilidad en el juego aéreo, una característica ciertamente poco común en futbolistas de su posición y sobre todo en atletas como Alvise que no llegan al metro ochenta.

Su debut con la Samp no fue afortunado.

El Torino sucumbió por tres goles a dos, pero Zago desempeñó plenamente su papel.

Su puesto en el once inicial nunca estuvo en duda.

Así llegamos al 4 de diciembre de 1988.

El Torino perdía en casa contra el Verona por un gol a cero.

El joven delantero argentino Caniggia adelantó a los Scaligeri a los pocos minutos del saque inicial.

El Torino venía de una bonita victoria a domicilio en el Olímpico contra el Roma, y un resultado positivo hoy podría impulsarle hacia posiciones de prestigio.

El Verona cerró todos los huecos con facilidad a lo largo de la primera parte y, de hecho, el ataque a tres bandas desplegado por los Scaligeri (Pacione, Galderisi y Caniggia) creó varios quebraderos de cabeza a la defensa granata.

Faltaba menos de un cuarto de hora para el final cuando el Torino dispuso de un tiro libre desde la izquierda.

El derechazo de Skoro entró y, a pesar de que el área estaba bien poblada por los Gialloblu venecianos, hubo un jugador con la camiseta granata que supo tomarse su tiempo mejor que todos los demás y cabecear el balón al fondo de la red defendida por Cervone.

Ese alguien es Alvise Zago, que inmediatamente corre, embriagado de alegría, hacia el córner de Filadelfia, “su” córner desde el que ha visto decenas y decenas de partidos de Toro.

Fue su primer gol en la Serie A.

Unas semanas más tarde, el seleccionador nacional sub-21, Cesare Maldini, lo convocó para su primer partido con la Azzurra.

Alvise Zago es ahora mucho más que la simple promesa que floreció poco más de un año antes en el Torneo de Viareggio, ganado por el Toro de Sergio Vatta, en cuyas filas también figuraban Diego Fuser y Giorgio Bresciani (máximo goleador del torneo).

La primera mitad de la temporada terminó con el Torino hundido en la parte baja de la tabla, aunque el puesto de Alvise en el once titular nunca estuvo en entredicho.

Era el 21 de febrero de 1989.

Al Torino, que se preparaba para jugar el primer partido de la segunda vuelta en Marassi contra la Sampdoria, le esperaba un difícil encuentro fuera de casa.

El Torino había cambiado de entrenador hacía unas semanas, como siempre ocurre en estos casos.

Gigi Radice ha sido sustituido por Claudio Sala, el inolvidable “poeta del gol” y protagonista en el campo de aquel Torino que bajo la dirección de Radice había regresado a la cima del fútbol italiano.

Como se ha dicho, nada ha cambiado para Alvise Zago.

Titular inamovible con Radice, titular inamovible con Claudio Sala.

Los Blucerchiati están ahora en lo más alto de la tabla y son claramente favoritos.

El Torino, y Zago, no tenían intención de hacer de ‘sparring’ de Vialli y sus compañeros, y a los pocos minutos de juego fue Alvise Zago quien adelantó a los Granata.

Era su segundo gol en la Serie A, y esta vez en un partido importante.

La Samp reaccionó de frente y se volcó en la mitad del campo granata.

Sin embargo, cuando no habían transcurrido ni veinte minutos en el reloj, ocurrió algo.

Algo que por su dinámica “desorienta” y asusta.

Un balón es cabeceado lejos del corazón del área granadina.

El balón está alto y unos metros más allá de la línea de dieciséis metros de la portería de Toro.

Zago salta para prolongar la trayectoria y alejar más el peligro.

Pero en el mismo balón, Víctor, el centrocampista español de los Blucerchiati, también llega con vehemencia.

El impacto entre ambos es terrible.

Ambos caen al suelo de forma antinatural tras la colisión.

Y en el suelo se quedan.

El de mayor preocupación inmediata es Víctor, que permanece boca abajo en el suelo inmóvil.

Pero un instante después son los gritos de Alvise los que atraen la atención de compañeros y adversarios.

Alvise se está sujetando la rodilla derecha con las manos y los primeros compañeros que lo rescatan se dan cuenta inmediatamente de la gravedad.

Y mientras Víctor recupera lentamente el conocimiento, son los compañeros de Zago los que se apresuran a llamar la atención del personal médico.

La rodilla derecha de Zago al tocar el suelo tras el despegue aéreo, desequilibrada por el impacto con el español, tuvo un movimiento que era cualquier cosa menos natural.

Inmediatamente se temió por el ligamento cruzado, que, a pesar de los grandes avances de la cirugía en los últimos años, sigue siendo el coco de prácticamente todos los deportistas profesionales.

Sin embargo, cuando al día siguiente llegó el veredicto de los médicos, nadie había tenido en cuenta la gravedad de la lesión del talentoso chico de Rivoli.

Rotura de ambos ligamentos (anterior y posterior) y de la cápsula articular.

En resumen, una rodilla destruida.

Se habla de un tiempo de recuperación muy largo.

Un año de baja… probablemente más.

Pero también hay muchos que se temen lo peor y es que la carrera de Alvise Zago llegó a su fin aquel día maldito en Marassi, en su 17º partido en la Serie A.

Alvise Zago no se rinde.

Lleva el fútbol en la sangre, ni siquiera se plantea la idea de un futuro sin dar patadas a un balón.

Alvise volverá a un campo de fútbol.

Exactamente un año y medio después.

Lo hará en la Serie B, con la camiseta del Pescara, cedido por “su” Torino.

Será una temporada más que decente, enriquecida con cinco goles en veinte partidos.

El Torino le observaba, le esperaba y seguía confiando en él.

Al fin y al cabo, a él se le confió el dorsal número 10, el que un día perteneció a Valentino Mazzola… el que el maravilloso pueblo ‘granata’ esperaba ver sobre los hombros de aquel chico que había crecido en las categorías inferiores durante al menos una década.

En el Torino regresó brevemente, pero necesitaba jugar, meter minutos en las piernas y reencontrarse por completo consigo mismo y con su ritmo de partido.

Otra cesión, esta vez al Pisa, y otra temporada discreta.

Finalmente, en 1992, Alvise volvió a casa.

Emiliano Mondonico le enganchó al primer equipo.

Lo puso en el campo en una docena de partidos… antes de rendirse definitivamente al hecho de que ALVISE ZAGO nunca sería el hombre que fue en sus inicios y nunca se convertiría en el campeón por el que todo el mundo estaba dispuesto a apostar… Sergio Vatta, Gigi Radice, Cesare Maldini y Azelio Vicini.

Será vendido al Bolonia, donde jugará un puñado de partidos y luego cada vez más abajo, cada vez más lejos de esos escenarios que habrían sido legítimamente suyos durante muchísimas temporadas.

Nola, Saronno, Varese, Seregno y Meda.

Para acabar sus días como futbolista en su Rivoli, contribuyendo de manera decisiva a llevarlo de la Eccellenza a la Serie D.

A los 35 años, en 2004, Alvise dijo basta al fútbol.

Ahora trabaja con los chicos, a los que transmite sus grandes conocimientos con su gran modestia y simpatía, exactamente igual que cuando jugaba en la Serie A y se emocionaba cada vez que le ponían un micrófono delante de la boca.

Los que le conocieron hablan de él como de un hombre sereno y realizado, sin remordimientos.

Feliz de volver a calzarse las botas y correr sobre un campo de fútbol después de aquel terrible día de febrero de 1989.

“En general, me considero afortunado. Seguí haciendo el trabajo que me gustaba y conocí a tanta gente buena y tantas realidades diferentes. Y al final me di cuenta de que marcar un gol es siempre una emoción fantástica… ¡y es lo mismo si juegas en San Siro, en el Olímpico o en Cinisello Balsamo!”.

Estas son sus palabras, repetidas en más de una entrevista… dejando para otros la respuesta más difícil “¿En quién podría haberse convertido Alvise Zago?”.

La de Alvise Zago es una de las 38 historias que se cuentan en http://www.urbone.eu/media/images/shop/questo-e-il-nostro-calcio.jpg