Estamos en abril de 1988.

Quedan cinco partidos para el final del campeonato de la Serie A.

Parece que los partidos ya están hechos.

El Nápoles de Maradona y Careca aventajaba en cuatro puntos al Milan de Arrigo Sacchi. Con sólo diez puntos en juego (el campeonato italiano sigue premiando ganar por dos puntos de diferencia) y el duelo directo en casa de los partenopei, no son muchos los que dan demasiadas posibilidades a los rossoneri del presidente Berlusconi.

Además, el Milan tiene un calendario decididamente duro.

Un viaje a Roma contra los Giallorossi, el derbi contra el Inter, el desplazamiento a Nápoles en la antepenúltima jornada y la Juventus en casa.

El último partido es en casa del Como, que sigue inmerso en la lucha por el descenso.

El Milan, tras un inicio penoso que había suscitado muchas dudas sobre la capacidad de Arrigo Sacchi para dirigir a un club de tal enjundia, empezó a triturar el juego, a marcar goles y, sobre todo, a encajar muy pocos.

Antes de este “tour de force” final, el Milan sólo había encajado once goles en veinticinco partidos.

Una cifra que explica mejor que muchas palabras la gran organización defensiva que Sacchi, entrenador del Parma en la Serie Cadetta el año anterior, supo dar a los rossoneri.

La línea de cuatro defensas de la zaga rigurosamente dispuesta “en zona” por el entrenador romañolo se movía como un mecanismo perfecto.

Franco Baresi es el guía, el que dicta el tempo. Luego está el joven Paolo Maldini, lanzado por Nils Liedholm al primer equipo en enero de tres años antes con sólo dieciséis años, y hay otro “milagro” del sabio entrenador sueco: Mauro Tassotti, que había llegado ocho años antes del Lazio con un bagaje técnico muy limitado y ahora es uno de los laterales italianos más fuertes.

Y luego está él, Filippo Galli.

Llegó a la cantera del Milan a los dieciséis años … ¡directamente del campeonato amateur de Primera Categoría de Brianza!

Él también creció con Liedholm, que lo forjó, le enseñó los rudimentos del juego en zona, pero a menudo lo utilizaba en el marcaje contra el jugador más peligroso del equipo contrario.

Entre los grandes campeones asignados a Galli figuran Maradona, Zico, Rummenigge, Altobelli, Elkjaer, Pruzzo, Giordano … todos ellos tan limitados, cuando no realmente hechos desaparecer del campo, que el barón sueco dijo que en el joven jugador de Brianza había visto al “nuevo Rosato”, el excelente stopper milanés de Paron Rocco.

En este campeonato no se ha perdido ni un solo minuto y su rapidez, su gran habilidad en el juego aéreo combinada con una buena técnica de base son el complemento perfecto al talento del capitán Baresi.

Sólo Filippo Galli no está nada bien.

Tiene mal la rodilla y fuertes dolores en la planta del pie.

Parar, sobre todo en el momento decisivo de la temporada, está fuera de lugar.

Filippo aprieta los dientes, se atiborra de analgésicos y sale regularmente al campo.

Nadie se dio cuenta de sus problemas lejos de Milanello, también porque en esos cinco partidos de liga, el único delantero que consiguió marcarle a él y a sus compañeros de defensa fue Careca, en la decisiva victoria rossonera por tres goles a dos en el San Paolo.

El Milan celebraría en Como su undécimo Scudetto, el primero tras nueve años de abstinencia.

Cuando termine la temporada, llegará el veredicto.

Afectación del tendón rotuliano de la rodilla y neuroma de Morton que requiere una operación.

Galli reanudó su actividad y el 2 de septiembre saltó regularmente al terreno de juego en Madrid, con motivo del prestigioso Trofeo Bernabéu.

Baresi no estaba allí esa noche y junto a Filippo Galli estaba el joven Alessandro Costacurta.

Los dos se ‘embolsaron’ literalmente a dos delanteros del nivel de Hugo Sánchez y Emilio Butragueño. Terminó tres a cero para el Milan.

Galli jugó un partido suntuoso, pero su rodilla siguió dando señales preocupantes.

En el primer partido de liga contra el Fiorentina, el 9 de octubre de 1988, Galli saltó al campo con regularidad en la victoria por cuatro goles a cero de los “Viola”.

Pero sería el último partido que jugaría en más de seis meses. Regresó el 15 de abril del año siguiente en el partido contra el Lecce, justo a tiempo para jugar en los minutos finales tanto en la inolvidable victoria por cinco a cero contra el Real Madrid en semifinales como para un breve cameo en la final de Madrid, ganada contra los rumanos del Steaua de Bucarest.

En la temporada siguiente, Filippo Galli volvió a estar al 100%, pero entretanto el rendimiento de Billy Costacurta junto a Baresi convenció a Sacchi.

Fue el titular a pesar de que Filippo disputaría un total de 28 partidos al final de la temporada, repartidos entre Campeonato, Copa de Campeones y Copa de Italia.

Era el 18 de mayo de 1994.

Filippo Galli había asumido el papel de “refuerzo de lujo” de los rossoneri con reconocida profesionalidad.

Su ductilidad le permitía jugar en todos los puestos de la defensa, y aunque mientras tanto habían llegado al AC Milan otros “competidores” como Stefano Nava, Christian Panucci y Alessandro Orlando, el defensa nacido en Monza en mayo de 1963 seguía haciéndose su propio hueco.

Esa noche, sin embargo, el Milan tenía que jugar la final de la Copa de Europa.

Enfrente estará el poderoso Barcelona entrenado por Johann Cruyff, que sobre el papel es claro favorito.

El brasileño Romario, el búlgaro Stoichkov, el holandés Koeman y el catalán Guardiola son jugadores de talla mundial y el Milan tendrá que afrontar el partido sin sus dos centrales titulares: el ‘viejo’ Franco Baresi y ese Billy Costacurta que ocupó el puesto que antes de esa grave lesión era de Galli.

Fabio Capello, sin embargo, no tenía dudas.

Paolo Maldini fue desviado de la banda izquierda al centro de la defensa y a su lado jugaría él, Filippo Galli.

Los rossoneri hicieron papilla al talentoso pero igualmente engreído Barcelona y Filippo Galli jugó uno de los mejores partidos de toda su carrera, amordazando a un delantero de la calidad del brasileño Romario.

Un cuatro a cero inapelable gracias a un incontenible Dejan Savićević pero también, y sobre todo, a una defensa organizada y atenta.

Para Filippo Galli fue por fin un final interpretado como protagonista.

También es “su” Copa de Campeones.

Nada más merecido para un profesional ejemplar y un defensa que sin esas lesiones habría dado aún más a la causa rossonera y que con toda probabilidad también habría jugado varios partidos con la selección italiana en la que, increíble es decirlo, nunca tuvo la oportunidad de disputar un solo encuentro.

ANÉCDOTAS Y CURIOSIDADES

A los 15 años, tras varias pruebas infructuosas, Filippo Galli aún no había conseguido entrar en ningún sector juvenil de un equipo profesional.

Con el permiso de sus padres debido a su corta edad, Filippo comenzó su carrera futbolística en el equipo de su ciudad natal, el COSOV de Villasanta. Pasaron unos meses y por fin apareció el Milan y lo convocó para un torneo juvenil. Filippo no desaprovechó la oportunidad.

Sus actuaciones fueron tan brillantes que convencieron a los rossoneri para incluirlo (¡por fin!) en su cantera.

Tras un par de temporadas llegó, a los dieciocho años, la posibilidad de una cesión en un equipo de una liga inferior.

Para “cortarse los dientes”, como se decía entonces. Dos equipos de la C1 compitieron por él: el Vicenza y el Pescara.

La primera parecía la mejor solución, incluso desde un punto de vista estrictamente logístico.

Gianni Rivera, entonces vicepresidente del AC Milan, recomendó encarecidamente el Pescara.

Todavía hoy le doy las gracias a Rivera. Fue una muy buena elección. Encontré un ambiente excepcional, un entrenador volcánico pero muy preparado como Tom Rosati y conseguimos el ascenso a la Serie B. Al año siguiente, sin embargo, regresé al AC Milan, donde, con Ilario Castagner, me convertí inmediatamente en titular”, recuerda el propio Galli de aquella época.

De aquella temporada en el Pescara hay también un recuerdo particular y hasta un poco menos agradable. En la Coppa Italia, el Pescara tuvo que enfrentarse al AC Milan. Filippo Galli recibió un gol en contra de Joe Jordan, delantero centro escocés de los rossoneri.

“Era como ir contra un muro tan fuerte y agresivo físicamente. Me golpeó durante todo el partido … y menos mal que el defensor, el que más me suele pegar, ¡era yo!”, ironizó Galli sobre aquel partido.

De vuelta al AC Milan, Filippo Galli viviría directamente los terribles años de gestión del Presidente Giuseppe Farina.

“Las dificultades económicas por las que atravesaba el club en aquella época eran tales que, para hacer caja, se habilitó Milanello los sábados para bodas y recepciones … no es precisamente ideal para concentrarse y preparar los partidos del día siguiente”.

En la temporada 1985-1986 llegó la primera lesión grave de rodilla. El 2 de marzo de 1986, el Milan jugó en casa contra el Verona y, tras un choque con Tricella después de poco más de un cuarto de hora de juego, Filippo Galli tuvo que abandonar el campo, perdiéndose el resto de la temporada. Sin él, los rossoneri perdieron cuatro de sus últimos siete partidos, con lo que se quedaron fuera de la clasificación para la Copa de la UEFA de la temporada siguiente por un solo punto.

Siguiendo con el tema de las lesiones, tras la gravísima que mantuvo a Galli de baja durante la mayor parte de la temporada 1988-89, llegó otra la temporada siguiente.

La circunstancia es decididamente curiosa. La causa de la rotura del ligamento colateral de la rodilla de Filippo Galli fue … ¡Marco Van Basten!

Ocurrió durante un partido de entrenamiento en el que el “Cisne de Utrecht”, claramente enervado por otra discusión con Arrigo Sacchi, jugó con un agonismo exagerado.

Fue el propio Filippo Galli quien se vio obligado a otra larga parada en boxes.

Obviamente, he perdonado a Marco”, señalaba el defensa rossonero cada vez que tenía ocasión.

Una vez concluida su larga carrera en las filas rossoneras, y tras dos temporadas con suerte dispar en el Reggiana, llegaron tres años excelentes en el Brescia. En la segunda temporada llegó el ascenso a la Serie A de la mano de Nedo Sonetti y en la siguiente un sorprendente octavo puesto en un equipo que contaba con jugadores de la talla de Roberto Baggio, un jovencísimo Andrea Pirlo y un gran delantero como Dario Hubner.

El entrenador de ese equipo era Carletto Mazzone.

También es muy curiosa la serie de circunstancias que llevaron a Galli a jugar la temporada siguiente en Inglaterra en las filas del Watford, un equipo de la división inferior entrenado por Gianluca Vialli.

Nicola Caricola, ayudante de Vialli, se puso en contacto con Filippo Galli. El motivo es preguntarle por el delantero albanés Igli Tare, compañero de Galli en el Brescia.

Durante la charla, Caricola menciona que también están buscando un defensa central.

Bueno, expiro mi contrato con Brescia”, es la rápida respuesta de Galli.

Unas horas más tarde, el acuerdo está cerrado.

Filippo Galli jugará una temporada inolvidable en las filas de los “Hornets”, aunque desgraciadamente no se alcance el objetivo del ascenso.

“Siempre me ha gustado el fútbol inglés”, contaría Galli más tarde, “una de las cosas de las que me arrepiento es de no haber llegado allí unos años antes”.

Para la historia queda el bello apodo que le puso a Filippo Galli Carlo Pellegatti, el talentoso y entendido periodista deportivo y aficionado rossonero.

“El tiburón blanco”, en referencia a la gran capacidad del defensa del Brianza para “comerse” a los atacantes rivales.

Galli pondría fin a su carrera en la Serie C, a los cuarenta años, en las filas del Pro Sesto que entonces entrenaba su amigo Stefano Eranio.

Una serie interminable de trofeos a falta de uno, el que a día de hoy Filippo Galli sigue considerando su mayor pesar.

‘La derrota en la Coppa Italia contra la Juventus en abril de 1990. No jugamos a nuestro nivel habitual y un gol de Galia al cuarto de hora bastó para decidir el partido. Aquella noche no se me pasó”.

Después de jugar al fútbol, Filippo obtuvo su licencia de entrenador UEFA PRO y su licencia de director deportivo. En 2004 se incorporó al cuerpo técnico del equipo Primavera dirigido por Franco Baresi durante dos temporadas y luego asumió el cargo de seleccionador durante otras dos. En la temporada 2008/09, fue colaborador técnico de Ancelotti en el primer equipo del AC Milan.

Desde 2009, durante nueve temporadas, ha sido el responsable técnico del Sector Juvenil, periodo en el que se han formado jugadores de la talla de Cristante, Petagna, Calabria, Locatelli, Cutrone, Donnarumma, Gabbia, Pobega, entre otros. Desde 2019 hasta mayo de 2021 trabajó para el Sector Técnico de Coverciano en el puesto de Coordinador-Responsable del curso de Responsables del Sector Juvenil.

Desde mayo de 2021, Filippo era Jefe del Área Metodológica del Parma Calcio 1913, cargo que desempeñó hasta el 7 de octubre de 2022, día en que fue relevado de sus funciones.