Es el 27 de abril de 1966.

En “De Kujp” de Rotterdam, el estadio del Feyenoord, se disputa un partido amistoso entre Holanda y Bélgica. La rivalidad entre las dos selecciones es manifiesta y las 65.000 personas en las gradas son una clara confirmación de ello.

Se trata de dos selecciones jóvenes, pero que poco a poco van encontrando su sitio en la cima del fútbol europeo.

En las filas de Bélgica ya hay un gran campeón como Paul Van Himst y junto a él jugadores con un futuro seguro como Jan Verheyen y Wilfried Puis.

Entre los “naranjas” encargados de nutrir a una nueva generación de talentos se encuentra “Mister Feyenoord” Coen Mouljin, pero son Piet Keizer, el extremo izquierdo del Ajax, y Willy Van Der Kuijlen, el delantero centro del PSV Eindhoven, los dos que acaparan la atención de la prensa y los aficionados.

Al final del partido (ganado por los holandeses por tres goles a uno), sin embargo, fue otro joven jugador el que atrajo la atención de los observadores.

Se llama Willy Dullens y juega en un pequeño club de Limburgo, el Sittardia, que milita en la Eerste Divisie, la división inferior del fútbol holandés.

Es una espina constante para la defensa belga. Es menudo (169 cm para 57 kg) y sus mejores cualidades son el regate y el control del balón.

En Holanda ya es muy conocido.

Se habla de él como del “nuevo Faas Wilkes”, el gran central holandés de la posguerra que jugó algunas temporadas en Italia, en el Internazionale y el Torino.

Son muchos los que consideran al joven Dullens el futbolista holandés técnicamente más fuerte de la historia.

Dos semanas más tarde, Holanda se encuentra en Escocia para disputar otro partido amistoso.

Se juega en Hampden Park, donde los escoceses son aniquilados por la clase, el ritmo y la técnica de los holandeses.

Piet Keizer, Willy Van der Kuijlen y Willy Dullens son inalcanzables para John Greig y sus compañeros.

Al final de ese campeonato, como cada año, se celebra en el Hilton de Ámsterdam la ceremonia de entrega de premios al mejor futbolista holandés de la temporada. Los nombres son del más alto nivel. Johann Cruyff, cuya demoledora irrupción en el fútbol holandés impresionó a todo el mundo. Ahí está su compañero de equipo Piet Keizer, un extremo izquierdo de talento puro y elegancia superlativa. Está el joven centrocampista del Feyenoord Wim Van Hanegem y hay delanteros de la valía de Willy Van Der Kuijlen, del PSV (máximo goleador del torneo), y del otro jovencísimo extremo izquierdo Rob Rensenbrink, del pequeño DWS, otra revelación del torneo. Todos nombres que hablan de la inminente llegada al panorama futbolístico mundial del fútbol holandés, que en los años siguientes triunfaría cuatro veces en la Copa de Campeones (Feyenoord y Ajax en tres ocasiones) y a nivel nacional alcanzaría dos finales del mundo.

Sin embargo, el ganador del premio es él mismo: Willy Dullens.

El que juega en un equipo de la liga cadete y hasta ahora sólo ha disputado un par de partidos (¡brillantes!) con la selección nacional de su país.

A estas alturas, está claro que el Sittardia no es el equipo que puede permitirse retener al que, a todos los efectos, está considerado uno de los mayores talentos de su generación.

Primero fueron los belgas del Anderlecht quienes llamaron insistentemente a la puerta de la dirección del Sittardia.

Con Dullens para inspirar a Paul Van Himst, el Anderlecht daría un salto adelante suficiente para volver a lo más alto del fútbol europeo.

Pero es sobre todo el Feyenoord quien más está trabajando para traer a Dullens a De Kuip.

“De hecho, ‘El Club del Pueblo’ está convencido de que Dullens es el hombre adecuado para devolver al Feyenoord a la cima del fútbol holandés tras el claro dominio del Ajax en la temporada que acaba de terminar.

Sin embargo, el Sittardia acaba de ascender en la Eredivisie y no tiene intención de renunciar a la que es la opción más importante para intentar mantenerse en la máxima división holandesa.

Dullens no se mueve y la empresa tiene éxito. El Sittardia realizó una temporada muy por encima de las expectativas, acabando 7º en la tabla.

En el verano de 1967, la corte del Feyenoord (aún segundo en la liga por detrás de Cruyff y compañía) se volvió muy asidua.

Comenzó una guerra de ofertas por la placa de Dullens.

Jean-Mark Bosman, sin embargo, no era más que un niño de tres años que tal vez acababa de empezar a dar patadas a un balón en su Lieja, y la “ley” que llevaría su nombre y cambiaría efectivamente el mundo del fútbol llegaría casi treinta años después.

Son los clubes los que deciden el destino de los futbolistas y Sittardia se muestra inflexible.

No tiene intención de desprenderse de su única estrella.

Comienza un largo tira y afloja entre los dos clubes por el precio del traspaso de Dullens.

Al final, el Feyenoord levantó la bandera blanca y Willy se vio obligado a renunciar a su fichaje por el gran club de Rotterdam.

Comienza una nueva temporada.

El Sittardia disputa un amistoso de verano contra el Vitesse.

Willy Dullens pide ser eximido del partido.

Su presencia es requerida en un acontecimiento tan popular como la Carrera Nacional de Galgos. Es a él a quien se le pide que premie al ganador.

Jan Notermans, el entrenador de Sittardia, es inflexible.

Willy tiene que jugar.

Willy juega, marca un gol y, mediada la segunda parte, su Sittardia va ganando por cuatro goles a uno. Como viene ocurriendo desde hace unos años, son muchos los espectadores que asisten a los partidos del Sittardia sólo para verle en acción y deleitarse con sus regates y fintas.

Dullens nunca decepciona. Ese día tampoco. Ni siquiera en cuatro uno.

Dullens recoge el balón, levanta la cabeza y se dispone a lanzarse en uno de sus proverbiales “slaloms”.

Hace una finta y luego se va de nuevo por el lado opuesto.

El defensa contrario está desorientado.

Se trata de una intervención más torpe que violenta.

Tanto es así que el árbitro ni siquiera pita un tiro libre a favor del Sittardia.

Sólo que algo va mal.

Todo el peso del defensa acaba en la pierna de Dullens.

El dolor es atroz, insoportable.

“Willy, aquí se acaba todo”, admitirá haber pensado en ese mismo momento el talentoso número 10.

Sus compañeros lo sacan a hombros.

A partir de ese momento, se convertirá en una auténtica farsa en la que la ignorancia será la norma.

Para empezar, está el médico del club que, en contra de los deseos de Dullens, acaba convenciéndole de que no vaya al hospital.

‘Hielo y descanso Willy. En una semana volverás a ser el de antes” es el consejo-juicio del médico.

Un mes después, Dullens vuelve al campo.

No es más que un pálido sustituto del ex futbolista.

Sabe muy bien que le pasa algo en la rodilla.

Sigue jugando, incluso es convocado dos veces más con la selección absoluta, contra Checoslovaquia y Dinamarca.

En Sittardia incluso lo hacen pasar por un “niño caprichoso” o un “enfermo imaginario”.

El regate, su peculiaridad, ha desaparecido de su juego.

Juega de primeras o como mucho a dos toques y evita cualquier contacto físico con el adversario.

Sittardia debe salvarse y no puede hacerlo sin Willy Dullens.

Aunque sólo esté al 50%.

Jugará cuatro meses, hasta el final de ese campeonato.

Cuando por fin deciden intervenir, la rodilla de Dullens está en pésimas condiciones.

Permanece bajo el bisturí durante ocho interminables horas.

Reanuda los entrenamientos y al principio de la temporada siguiente vuelve a los terrenos de juego.

Un fantasma. Catorce partidos, un solo gol y actuaciones anónimas.

Entonces, en diciembre de aquel 1968 y tras siete inútiles operaciones más en su maltrecha rodilla, llegó la sentencia, definitiva e inequívoca: el fútbol, con sólo 21 años, era un capítulo de la vida de Willy Dullens que se cerraría para siempre.

De él, Johann Cruyff, con quien Dullens jugó varios partidos en la selección juvenil holandesa, forjando además una amistad que se prolongaría a lo largo de los años, diría que “Willy es probablemente el único futbolista que he conocido que tenía más talento que yo”.

ANÉCDOTAS Y TRIVIALIDADES

La infancia de Dullens es común a la de muchos niños holandeses de la época. El padre en las minas, la madre en casa criando a los hijos y para los chicos un único recreo posible: el fútbol.

Willy está obsesionado con el fútbol. Se dice que lo jugaba cada minuto libre del día, con sus hermanos y amigos, pero también en solitario, con el objetivo de mejorar continuamente su técnica y su toque de balón.

Era capaz de regatear durante horas.

Un día, su padre le preguntó cuál era su récord personal de regates.

“Tres mil quinientos consecutivos”, respondió Willy.

Subió a seis mil. Entonces se detuvo, convencido como estaba de que nadie podía hacerlo mejor…

En 1968, los Dullens batieron un récord, aún imbatido al menos en Holanda.

Tres hermanos juntos en el mismo equipo, Sittardia, ¡en un partido oficial!

De hecho, Zef y Luois también llegaron a ser muy buenos futbolistas.

A lo largo de su carrera, Willy Dullens admitirá que no probó una gota de alcohol ni fumó un solo cigarrillo. “En realidad vivía como un monje. A las 10 de la noche como muy tarde ya estaba en la cama. Las pocas veces que metí la pata jugué tan mal que decidí que no volvería a hacerlo”, dijo de sí mismo en una entrevista varios años después.

En su primera temporada en el primer equipo del Sittardia, Dullens marcó 18 goles y se proclamó máximo goleador de la Eerste Divisie, la liga cadete holandesa. Estos son los objetivos que permitirán a su equipo regresar a la máxima categoría holandesa.

… Y Willy Dullens es un centrocampista.

En su primera temporada, se cuenta que en un partido contra el SC Veendam Dullens cogió el balón dentro de su propia área y empezó a regatear a sus rivales. Recorrió todo el campo con el pie, se saltó siete antes de enviar el balón al fondo de las mallas.

El entusiasmo fue tal que se produjo una invasión de campo festiva, con aficionados que querían abrazar a Willy y felicitarle.

Se dice que incluso el árbitro del partido se paró a aplaudir…

Ya en esa primera temporada brilló su talento. En los partidos de Sittardia, el público aumenta con cada encuentro. De hecho, cada vez son más los espectadores neutrales que acuden a los partidos del pequeño club de Limburgo sólo para ver en acción al joven número 10.

Durante cierto tiempo en las categorías inferiores de la selección holandesa, Dullens comparte el campo con un muchacho de Amsterdam, dos años más joven que él, pero cuyo talento ya ha marcado la pauta: se llama Johann Cruyff.

Es el delantero centro de esa selección, mientras que Dullens es su director.

Juntos nunca perdimos un partido”, recuerda Dullens con orgullo de aquella época feliz.

Al término del partido entre Holanda y Bélgica, en el que Dullens debutó al final del encuentro, los dos equipos, jugadores y directivos, se reúnen para cenar en un restaurante de Rotterdam.

Cuando el seleccionador holandés Georg Kessler presentó a su joven novato en la mesa, todos los presentes se pusieron en pie y le dedicaron un largo aplauso.

Dullens contaría más tarde que fue uno de los mejores momentos de toda su carrera.

“Que campeones como Paul Van Himst o Piet Keizer se pongan en pie y aplaudan a un chico joven en su debut con la selección de su país no es algo que ocurra todos los días”, afirmó orgulloso Dullens.

Poner fin a su carrera tan prematuramente y con un futuro casi asegurado al más alto nivel no fue, comprensiblemente, nada fácil de aceptar para Dullens, que cayó en un profundo estado de depresión del que le costó recuperarse tiempo después.

En agosto de 1969, la federación holandesa decidió organizar un partido amistoso entre el Ajax de Amsterdam (al parecer, muy deseado por Johann Cruyff) y el Alemannia Aachen, que acababa de terminar su temporada en la Bundesliga en segunda posición.

Es el partido de despedida de Willy Dullens del fútbol y la recaudación del encuentro será toda para él, para compensar en parte lo que la desgracia le arrebató: a saber, la oportunidad de vivir la época dorada del fútbol holandés de la que Dullens habría sido protagonista absoluto.

En el Estadio Olímpico de Ámsterdam había 60.000 personas para saludar a un campeón al que la suerte había dado la espalda.

Con la recaudación del partido, Dullens decidió abrir una barbería… que pronto se hizo muy popular y atrajo a muchos aficionados al fútbol curiosos por conocer su historia y las anécdotas de una carrera destinada a la cima.

En 2000, el mundo del fútbol se acordó por fin de él.

Su club, el Sittardia, que entretanto se había convertido en el Fortuna Sittard, le ofreció el puesto de Asesor Técnico con la tarea de ocuparse sobre todo del sector juvenil.

En la temporada 2009-2010 se trasladará al VVV-Venlo, otro equipo profesional holandés, con las mismas funciones que tenía en el Fortuna, añadiendo también la de ojeador de jóvenes promesas.

A menudo se le pregunta, incluso hoy en día, si era realmente más fuerte que Johann Cruyff.

“Lo único que sé es que yo podría hacer exactamente lo que él hacía en el campo. Y si no te lo crees, ¡dame un balón ahora mismo!”, bromea Dullens cada vez que le hacen esta pregunta… aunque aún hoy, a sus 77 años, hay quien jura haber visto a Dullens hacer todavía quinientos regates…