Es el 27 de marzo de 1994.

El Aston Villa acababa de vencer al muy favorito Manchester United en la final de la Copa de la Liga inglesa.

Un claro e inequívoco 3 a 1, fruto de un partido inteligente y equilibrado de los “Villanos”, letales en los contraataques con Atkinson y Saunders y con una defensa impecable.

En el centro de esta defensa hay un auténtico coloso.

Es irlandés, tiene casi 35 años, ha tenido ya varias operaciones en sus maltrechas rodillas, pero hoy ha estado sencillamente sensacional.

Su nombre es Paul Mc Grath, también llamado “Dios” por los aficionados de Villa Park.

El juego ha terminado hace unos segundos.

Los dos equipos están en el terreno de juego esperando para subir al escenario de la entrega de premios en el magnífico escenario de Wembley.

Alex Ferguson, entrenador del Manchester United, entra en el área de juego y se dirige a los jugadores del Aston Villa reunidos en grupo en el círculo del centro del campo.

Se acerca a Mc Grath.

Ferguson le sonríe y le tiende la mano.

“Felicidades hijo, realmente has jugado un gran partido”.

Mc Grath no puede expresar más que una sonrisa avergonzada.

Es la primera vez que ambos hablan en casi cinco años.

La última vez había sido en noviembre de 1989, cuando Alex Ferguson, antiguo entrenador de los Red Devils, comunicó a Paul Mc Grath, jugador del Manchester United durante siete temporadas, que lo había vendido al Aston Villa.

“Me llevó varios años superar esa decepción. No podía aceptar que me enseñaran la puerta así”, recuerda el propio Paul Mc Grath.

“Un día me di cuenta de que tenía razón. Era un alcohólico y un perjuicio para el club y mis compañeros”.

Paul Mc Grath nació en la ciudad de Ealing, al noroeste de Londres, el 4 de diciembre de 1959.

Su madre es irlandesa. Su nombre es Betty Mc Grath.

El padre es nigeriano y se “esconde” poco después de concebir al niño.

La madre vive en Dublín y, con el pretexto de buscar trabajo, deja a la familia y se traslada a Londres para dar a luz a su hijo.

Paul no tiene ni un mes de edad cuando es puesto al cuidado de una nueva familia.

“Mi madre me dijo años después que no podía llevarme a casa de todos modos porque su padre la mataría. Lo conocí muchos años después. Mi madre tenía toda la razón. Realmente lo habría hecho”, recuerda Paul Mc Grath.

Cuando no tenía ni cinco años, la familia de acogida se “cansó” de él.

Demasiado vivo, demasiado indisciplinado.

Paul vuelve con su madre por unos días pero al final ella no encuentra nada mejor que ponerlo en un orfanato en Dublín.

Es aquí donde Pablo pasa su infancia.

Sin amor, sin mimos y sin calor.

Estamos en los años 60.

Hay muy pocos negros en Irlanda en esa época.

Con Paul en el orfanato hay otros cuatro niños con el mismo color de piel que el suyo.

“Durante años pensamos que éramos los únicos negros de toda Irlanda”, recuerda Paul de aquella época.

 “Tuvimos un partido, sólo uno. Con neumáticos viejos que un generoso distribuidor de neumáticos donaría al orfanato. Nos pasábamos días enteros rodando o saltando en ellos”.

Su madre le visita de vez en cuando.

Una vez que aparece con la hermanastra de Paul de una nueva relación.

Es negra como él, se llama Okuba.

“Cuando se iban juntos después de pasar tiempo conmigo, no entendía por qué me dejaban allí en lugar de llevarme con ellos”, recuerda aún Paul con un velo de tristeza.

Pero entonces llegó el punto de inflexión.

El inicio de la escolaridad obligatoria significó también el comienzo de la práctica de deportes, sobre todo de equipo.

Paul es ágil, poderoso y tiene una habilidad innata para cualquier disciplina que decida probar.

Rugby, fútbol gaélico, hurling… y sobre todo fútbol.

Paul se enamora del fútbol.

No pasó mucho tiempo antes de que se fijara en él el gran Billy Behan, el famoso ojeador del Manchester United al que se vinculan los nombres de campeones irlandeses como Don Givens, Kevin Moran y Tony Dunne.

El Manchester United lo tuvo en el punto de mira durante unas cuantas temporadas y cuando Paul, en su primer año en la Primera División de la liga irlandesa con el St. Patrick’s Athletic fue elegido mejor jugador del año, los Diablos Rojos decidieron que estaba listo para trasladarse a Old Trafford.

El seleccionador es Ron Atkinson, que lo coloca inmediatamente en el centro de la defensa.

Sus actuaciones son inmediatamente del más alto nivel.

También puede jugar en el centro del campo dada su inteligencia táctica, su capacidad para recuperar balones y distribuirlos con precisión y elegancia.

En 1985 el Manchester United ganó la FA CUP y Paul Mc Grath fue elegido “Hombre del Partido”.

Sin embargo, según admite, esos fueron los años en los que la bebida dejó de ser una diversión social o una oportunidad para “hacer equipo” con los compañeros.

Su timidez innata, su evidente incomodidad en cualquier situación social le llevan a encontrar en la bebida el valor y la confianza en sí mismo de los que carece por completo fuera de un campo de fútbol.

“Me quería el público de Old Trafford, tenía una relación maravillosa con los compañeros de equipo y el entrenador, había construido una hermosa familia… y, sin embargo, seguía sintiéndome un don nadie, una persona estúpida, insignificante e insegura”.

Al año siguiente, Alex Ferguson llegó a Old Trafford, recién llegado de sus fantásticos éxitos con el Aberdeen. Rápidamente se da cuenta de que algo va mal en el Manchester United.

‘Somos más un “club de copas” que un “club de fútbol”‘ dirá el gran entrenador escocés unos meses después de su llegada.

Paul Mc Grath, Norman Whiteside (el prodigio de la España de 1982 con Irlanda del Norte, el jugador más joven en jugar un Mundial) y el capitán Bryan Robson son los líderes de esta “cultura de la botella” que no lleva al United a ninguna parte.

Pero si para Bryan Robson, un profesional ejemplar en los entrenamientos y en el terreno de juego, es un problema sin embargo “gestionado” dentro de ciertos parámetros, Mc Grath y Whiteside están a menudo fuera de control.

A ello se suman, para ambos, constantes molestias físicas que los dejan a menudo al margen del primer equipo.

Para ambos, que se han hecho muy amigos, la botella es el refugio ideal.

Ferguson se da cuenta de que debe actuar.

Sabe perfectamente que Paul Mc Grath es probablemente el defensa más fuerte de toda la Primera División… pero sabe igualmente que su fiabilidad es muy limitada.

El Manchester United quiere deshacerse de él y ofrece a Paul Mc Grath la astronómica suma de 100.000 libras y un “partido testimonial” (un partido amistoso contra un club prestigioso cuya recaudación va prácticamente toda al bolsillo del jugador).

Paul Mc Grath no sólo se niega.

Se siente tremendamente ofendido por Ferguson y la propuesta de la dirección.

En este punto, Ferguson sólo tiene una opción: poner a Mc Grath en el mercado, al mejor postor.

Para su antiguo entrenador, Ron Atkinson, que desde entonces se ha convertido en entrenador del Sheffield Wednesday, ¡no parece real! ¡Poder tener a ese maravilloso futbolista de vuelta con él!

Sólo el Aston Villa se interpone en el camino. La oferta es mayor, tanto para el Manchester United como para Paul Mc Grath.

400.000 libras por un futbolista con un conocido problema de alcoholismo y con las rodillas tan maltrechas es toda una suma.

El Aston Villa hará uno de los fichajes más sensatos de su larga y gloriosa historia.

En su primera temporada con los Villanos (1989-1990) incluso estuvo a punto de ganar el título.

Los chicos de Graham Taylor obtuvieron un sorprendente e inesperado segundo puesto por detrás de un fenomenal Liverpool.

Mientras tanto, Paul se convirtió en uno de los pilares de la maravillosa Eire de Jack Charlton que, tras impresionar a todo el mundo en el Campeonato de Europa de Alemania en 1988, se preparaba para disputar el Mundial de Italia.

Paul Mc Grath jugó a un excelente nivel en aquel Mundial, hasta el punto de que su nombre empezó a circular por varios clubes europeos, uno de ellos el Nápoles de Diego Armando Maradona.

Sin embargo, Paul, en el Aston Villa, es como un Papa, o mejor dicho, como un “Dios”, como le llaman los fervientes seguidores del Holte End, la tribuna más caliente de los aficionados “claret & blue”.

Paul ya ha pasado de los 30, sus rodillas crujen cada vez más y el alcohol es ahora una constante en su vida.

Parece dirigirse hacia el ocaso de su carrera, pero unos meses después todo volverá a cambiar.

Para mejor.

En el Aston Villa, su mentor y primer admirador, Ron Atkinson, llega a sentarse en el banquillo.

‘Big Ron’ construye un equipo de ensueño, que juega un fútbol ofensivo, espectacular y sobre todo efectivo.

Paul renace, redescubre una auténtica segunda juventud.

Sus problemas físicos prácticamente le obligan a dejar de entrenar, pero nadie se molesta por ello. Al contrario.

“¡Cuida esas rodillas de jubilado Paul! Tómatelo con calma, te necesito en el campo el sábado, no el lunes por la mañana”, le dice a menudo Ron Atkinson.

La “cura” prolonga su carrera.

Paul es un atleta natural y no necesita estirar el cuello en los tramos y las repeticiones.

Entiende el fútbol como pocos, ‘lee’ el movimiento de los atacantes con antelación y en el uno contra uno no se le escapa ni a tiros… ¿qué necesita para correr en los entrenamientos?

Al final de la temporada 1992-93, el Aston Villa consiguió otro segundo puesto en la liga, esta vez por detrás del Manchester United de Alex Ferguson, y para Paul Mc Grath llegó una de las mayores satisfacciones individuales posibles para un futbolista profesional.

Paul es elegido “Futbolista del Año” por sus colegas de la Premiership.

Se trata de un galardón muy importante y una importante prueba de estima.

Mc Grath tiene casi 34 años, juega como defensa, y en ese papel es mucho más difícil acaparar este tipo de premios, que normalmente se conceden a futbolistas en funciones mucho más “llamativas”.

Las palabras de Paul Mc Grath recordando ese periodo son como una puñalada en la espalda.

“Fue un momento maravilloso. Estaba en la cima de mi profesión, querido y respetado por compañeros de equipo y rivales, aficionados y gente de dentro, y con una familia maravillosa que me quería y que me amaba.

El único que no me quería era yo”.

Como se mencionó al principio, el año siguiente también vio su primer trofeo con el Aston Villa en la Copa de la Liga.

Es marzo de 1994.

Ese verano se celebra la Copa del Mundo en Estados Unidos.

La Eire de Jack Charlton repitió el milagro de cuatro años antes al clasificarse para el Mundial en casa.

En las semanas previas al torneo se produjeron varios problemas debido a algunos “excesos alcohólicos” dentro del equipo nacional de la Verde de Irlanda.

Mc Grath, con Sheedy, Aldridge y Cascarino, está siempre a la vanguardia.

Eire afrontó su partido de debut con grandes problemas de formación.

Faltan las dos “torres” en las que se basa en gran medida el juego de la selección de Charlton.

Niall Quinn está en casa con una rotura del ligamento cruzado y Tony Cascarino está en la enfermería con problemas musculares.

Enfrente está la Italia de Arrigo Sacchi, que además de los varios Baresi, Maldini y Albertini cuenta con el dúo atacante de Roberto Baggio y Beppe Signori, que marcaron casi 50 goles entre los dos en el campeonato italiano que acaba de terminar.

El tempranero gol de Ray Houghton sorprendió a los azzurri y cargó a los irlandeses, pero nadie podía predecir que ese primer gol sería el único del partido.

Sí, porque a pesar de los repetidos ataques de Baggio y compañía, la defensa irlandesa se mantuvo firme y resultó infranqueable.

En el centro de esta defensa hay un auténtico gigante que, con su actuación de aquel día, entrará sin duda en el corazón de todos los maravillosos aficionados irlandeses.

Paul Mc Grath iba a ser el “hombre del partido” para todos, el jugador “más veterano” en el campo.

A nivel de clubes, otro éxito en la Copa de la Liga llegó en 1996 contra el Leeds United, en un partido dominado y ganado por los Villanos por 3 goles a 0.

Al final de esa temporada fue vendido al Derby County, recién ascendido a la Premiership y deseoso de añadir experiencia al equipo.

Paul tiene casi 37 años, pero tiene fuerzas para un último reto.

Los Rams son favoritos para el descenso.

Exactamente el estímulo que necesita Mc Grath.

Él e Igor Stimac forman una de las parejas defensivas más sólidas (¡y temibles!) de toda la Premier.

Un duodécimo puesto desafiando a todas las Casandras.

Paul también consiguió esta vez su enésimo gol.

Jugará algunos partidos más en el Sheffield United, en la división cadete, pero a estas alturas sus rodillas ya no pueden soportar el esfuerzo constante… y la botella, por desgracia, se convertirá cada vez más en su refugio favorito.

ANÉCDOTAS Y TRIVIALIDADES

‘He jugado varios partidos con mucho alcohol todavía en el cuerpo. Hubo momentos en los que me daba vergüenza acercarme demasiado a mi oponente directo por miedo a que oliera mi alcohol.

Alan Shearer, por ejemplo, estoy seguro de que una vez se dio cuenta de eso muy bien”, dice Paul.

“Siempre he sido muy tímido.

Al crecer en un orfanato te convences de que para evitar problemas tienes que volverte casi transparente, no dejar que el mundo sepa que existes.

Lo he hecho toda mi vida… y cuando realmente no podía esconderme le pedía al alcohol que me ayudara a sobrellevar la vida”.

“Tomé mi primera copa cuando ya tenía 18 años.

Inmediatamente después me sentí más cómodo que nunca en mi vida. Me di cuenta de que con unas cuantas copas en el cuerpo también era capaz de estar entre los demás y comunicarme.

Lástima que al cabo de unos años bebiera tanto que me resultara IMPOSIBLE comunicarme…”

“Cuando dejé de jugar, el alcohol se convirtió en el dueño absoluto de mi vida. No tenía nada más que hacer y, sobre todo, no tenía ganas de hacer nada más.

Durante años recuerdo la vergüenza de que mi hijo tuviera que intentar explicar lo que hacía su padre a sus compañeros de juego en la escuela primaria.

“Mamá, el padre de Tommy es bombero, el de Mike es policía. ¿Qué hace mi padre?”, le preguntó un día Paul Junior a su madre.

La respuesta debería haber sido “Nada”. Tu padre bebe.

En 2002 empecé a comentar el fútbol para la BBC y la RTE. Finalmente tuve un “intercambio”.

“Mi padre es comentarista de fútbol en la televisión”, pudo decir por fin mi pequeño Paul con orgullo”.

“Cuando estaba en el Manchester United, Alex Ferguson se dio cuenta muy pronto de que Norman y yo no podíamos pasar ni una sola tarde fuera de un pub.

Además, a menudo estábamos lesionados y, por tanto, éramos doblemente inútiles para el equipo.

Por aquel entonces tuve un accidente de coche.

He destrozado mi coche.

El susto me mantuvo alejado del alcohol durante varias semanas.

Quizá este accidente sea justo lo que Paul necesitaba”, me dijo un día Ferguson.

Todo en vano.

A las pocas semanas había vuelto a beber.

Y en ese momento la paciencia de Alex Ferguson conmigo se había agotado”.

Todo el mundo en el Aston Villa sabía, incluso los aficionados, de mis problemas. Pero absurdamente esto me acercó aún más a ellos.

Yo era “defectuoso” y por tanto “humano” y me perdonaban prácticamente todo.

En un partido de pretemporada salí al campo totalmente borracho.

Cuando me disponía a patear un tiro libre, perdí completamente el balón y terminé tirado en el suelo.

Desde las gradas, tras las habituales risas, se produjo un largo y emotivo aplauso.

Y luego el coro habitual de “Ooh ahh Paul Mc Grath”.

En los peores momentos, cuando el alcohol estaba fuera de control para Paul Mc Grath, hubo incluso dos intentos de suicidio.

“Ya no era una bebida ‘social’, para poder estar rodeado de otras personas y o para subir un poco mi inexistente autoestima. No, en ese momento estaba bebiendo hasta el olvido. Hasta que dejé de saber quién era y dónde estaba. Y en esos momentos no me importaba nadie en el mundo, ni mi mujer ni mis hijos. Un hombre de mierda, totalmente inútil. Y era tan cobarde que no era capaz de vivir ni de morir”.

En su maravillosa autobiografía “Back from the Brink”, dos cosas destacan sobre el resto.

El primero es el subtítulo querido por el editor “Paul Mc Grath, el mejor futbolista irlandés de todos los tiempos”.

Esto avergüenza al modesto y humilde Paul más allá de toda medida: “¡Si yo fuera Liam Brady, o Roy Keane o Johnny Giles y leyera este título me sentiría terriblemente ofendido!”

Por último, las palabras del hijo mayor, Jordan, que está muy unido a su padre y que recientemente se ha embarcado en una brillante carrera como modelo.

“Mi padre no debe sentirse culpable por lo que ha sido todos estos años. No le guardamos ningún rencor. Es un buen padre y siempre estamos muy orgullosos de caminar por la calle a su lado”.

Paul sigue trabajando ocasionalmente como comentarista en la televisión, ha formado parte de la plantilla de algunos equipos irlandeses e incluso ha grabado algunos discos con cierto éxito.

De sí mismo dice hoy: “Sé que es el cliché más viejo del mundo para un alcohólico, pero es la pura verdad: no sé lo que voy a hacer mañana, sólo sé que incluso hoy he conseguido no beber”.

Esta es la historia de Paul Mc Grath, maravilloso futbolista y alcohólico.

La pregunta que siempre llevará consigo es la que le hizo un día Ron Atkinson, el entrenador que sacó lo mejor de Mc Grath

“Paul, pero sin el alcohol… ¿qué clase de futbolista habrías sido?”

El de Paul Mc Grath es uno de los 27 homenajes que se cuentan en http://www.urbone.eu/obchod/mavericks-cult-heroes-del-calcio-britannico