traduzione di Fernando Jorge Merindol

Campeón del Mundo del 78, tres hermanos arrebatados por el destino, protagonista con Boca y con River, el infierno de la tóxico dependencia… hasta su nueva vida, la de un sexagenario en paz con sí mismo y con el mundo.
Esta es la historia de Alberto César Tarantini.
“Soy un hombre agradecido al destino”. Escucharlo decir de una persona de más de sesenta años con el pelo gris, que de su historia personal puede decir con certeza “las he visto de todos colores” sorprende y enternece.
La infancia en la miseria, el padre policía con siete hijos por criar. Dos de ellos arrancados a la vida antes de cumplir dos años y un tercero que se fue de una manera imposible de aceptar…una banal operación a 12 años para corregir un par de orejas prominentes. El despertar del pequeño a mitad de la operación, una máscara de oxígeno, el paro cardíaco y la muerte.
El padre de Tarantini no se recuperará jamás de ese trágico momento. Se sentirá responsable para siempre, él que fue el único de la familia a oponerse hasta el cansancio a aquella inútil y estúpida operación. Tarantini contará que la única fuente de alegría será seguir al pequeño Alberto en el comienzo de su carrera futbolística. Ver los entrenamientos, los primeros partidos en Primera, las primeras victorias de Alberto… las únicas cosas en grado de sacar de la cabeza, aunque solo por breves instantes, la trágica muerte del hijo de apenas doce años.
Pero el destino parece no querer soltar la presa sobre la familia Tarantini.
Es el año 1975.
Alberto retorna a Buenos Aires tras el título con la Selección Juvenil en el prestigioso torneo de Tulón. Es el padre a recibirlo en el aeropuerto. Juntos vuelven a casa. Algunas horas después le pide de llevarlo en auto de un amigo de la familia que vive a unas pocas cuadras. Alberto está cansado y todavía atontado del viaje… le dice al padre que no está en condiciones de llevarlo pero que agarre el auto. El padre rechaza la propuesta. Se dirige a pie hacia la casa del amigo. “El conejo” no verá más al padre vivo. Un infarto lo sorprende por el camino, a pocos metros del destino final. Su corazón ya no era más el mismo desde la muerte del hijo de doce años.
“Ese fue el día que cambió mi carrera. En todo sentido” cuenta el mismo Tarantini. El día después se presentó ante el Presidente de Boca, el célebre Armando, para pedirle el dinero necesario para el funeral del padre. El Presidente accede pero en cambio pide una firma de garantía sobre la devolución de la cifra. “No lo podía crear… mi papá había muerto pocas horas antes y mi Presidente me pedía una garantía sobre la devolución del préstamo. Le tiré en la cara la plata, pretendí ver mi contrato con el Club, lo rompí delante de sus ojos jurándole que de allí en adelante sería su peor pesadilla”. Tarantini jugó sin contrato los dos años sucesivos, cobrando el 20% de aumento como de acuerdo sindical, hasta romper definitivamente toda relación en 1977 a pocos meses del Mundial.
No terminó allí obviamente. Por un cierto período fue Armando a revelarse una pesadilla para Tarantini; forzó a los otros Presidentes de Club argentinos a un “pacto de caballeros” por el cual se empeñaban a no contratar al “Conejo”. Y así fue. Para Tarantini no hubo ningún equipo dispuesto a darle la posibilidad de jugar.
No obstante la situación, la confianza de Menotti en su “rebelde” lateral izquierdo resta inalterable. Alberto jugará de titular inamovible el Mundial de casa contribuyendo en modo determinante con sus subidas por el lateral izquierdo, sus prodigiosos quites en defensa y su inagotable energía al triunfo blancoceleste, el primer título para este maravilloso país “enfermo” de fútbol, entrando en la historia como el único jugador en ganar un Mundial a pesar de no tener contrato con ningún equipo profesional.
Incluso terminado el Mundial “el embargo” en su contra no termina. Tiene que dejar el país. Le llega una oferta del Barcelona. Tarantini está contentísimo pero cuando parece todo ya hecho surge un problema; el club catalán entiende “naturalizarlo” visto que en el equipo ya hay dos extranjeros permitidos por el reglamento. La propuesta es casi cómica, tendría que casarse con una chica española para obtener la doble ciudadanía pudiendo divorciarse 48 horas después. Obviamente Alberto se niega y hace las valijas. Se transfiere al campeonato inglés, formando parte de un club no ciertamente de primer nivel como el Birmingham City. Su impetuosidad, sus ganas de atacar siempre y su escasa disciplina táctica chocan con los rígidos esquemas del fútbol inglés de entonces, fijado firmemente en el clásico 4-4-2 aplicado prácticamente por todos los equipos británicos donde los defensores debían ante todo defender. En el campeonato inglés las cosas no van como se esperaba. El Mundial de España está cerca, el “Conejo” siente en peligro su puesto de titular sobre el lateral izquierdo de la defensa de Menotti. Queriendo tornar a toda costa en Argentina acepta la oferta de Talleres de Córdoba, que no siendo afiliado directamente a la AFA, no había firmado el “pacto de caballeros” impuesto del Presidente de Boca en su contra. Alcanzan pocos partidos para darse cuenta que Tarantini no perdió ninguna de las cualidades de años anteriores, al contrario, en su juego se ven una madurez y un control mayor. Poco después de su retorno en patria es River Plate que quiere a Alberto en sus filas para enriquecer una formación ya de por si excepcional con muchos campeones del Mundo presentes en los “Millonarios”. Para Tarantini la satisfacción es doble; un equipo grande en el cual poder volver a jugar para vencer trofeos y sobre todo jugar para los “odiados” rivales de Boca. ¿Qué revancha mejor contra el odiado Alberto J. Armando?
Con River gana un Metropolitano y un Nacional (exactamente como había hecho de joven con Boca). En 1983 se transfiere a Europa, al Bastia en Francia donde disputa dos excelentes temporadas. Seguirá en Europa hasta el final de su carrera, primero en Toulouse, cerrando su etapa futbolística en las filas del Saint Gallen, en Suiza, en 1989 a ni siquiera 34 años.
A su regreso en Argentina los fantasmas de las tantas tragedias y de una vida vivida “sin tomar aliento” le presentan la cuenta; el “Conejo” entra en una vorágine por desgracia común a muchos ex-jugadores, formada de una vida completamente licenciosa, de malas compañías y desafortunadamente, de mucha, muchísima cocaína. Tarantini pierde completamente el control, se gana causas por despacho, peleas y también la cárcel. La salida no será fácil. Recurre a clínicas, hospitales pero sobre todo aparece el amor de una nueva compañera, Adriana. Alberto recomienza a vivir aunque si el ambiente del fútbol le dio vuelta la espalda, empezando por sus ex-compañeros de Selección. Vuelve a su ciudad natal, reinicia a trabajar en el mundo del fútbol, sobre todo con las divisiones inferiores. Luego, pocos años atrás, llega el punto de inflexión, una propuesta de la televisión argentina para comentar y opinar en el nuevo proyecto “Fútbol para todos” fuertemente apoyado por el gobierno de la Presidente Kirchner.
Tarantini sigue siendo hoy aquel que fue siempre, un rebelde que no tiene miedo de expresar su opinión con coherencia y coraje. Pero la cosa que llama más la atención viéndolo detrás de un micrófono es que Alberto tiene el mismo entusiasmo que tenía cuando con sus rulos corría por el lateral izquierdo de una cancha. El entusiasmo y la pasión de quien ha tocado con la mano el abismo y que, como recuerda cada vez que habla de su pasado, ahora está “agradecido a la vida”.


ANÉCDOTAS Y CURIOSIDADES
El sobrenombre “Conejo” se lo puso un compañero de equipo de Boca, Daniel “Tabita” García. Tarantini de joven tenía un tic particular, fruncía la nariz muy seguido. “Parecés un conejo” le decía García. Desde entonces y hasta hoy, para todos en Argentina, Tarantini es “el conejo”.

“Con mi papá vivo no habría podido jugar jamás en River. No me lo hubiera permitido. El era de Boca en el alma. Y si no moría probablemente no hubiera dejado nunca de jugar en Boca”.

En la final del mundial ’78 Tarantini terminó el partido con la camiseta sucia de sangre: “Neeskens me rompió dos dientes en una lucha en el área. ¡Passarella le había metido un codazo en la boca unos minutos antes y se enloqueció! ¡Golpeaba a todos los que estaban cerca para vengarse!… tenía dos huevos así”.

“Nunca quise volver a ver la final. Si me sucede de estar mirando la tele cuando dan algo del partido cambio de canal. Ese partido está todo en mi cabeza, en mi memoria. Me acuerdo de todo, la charla de Menotti, la cara de mis compañeros, la sensación entrando al Monumental, me acuerdo cada foul, cada cabezazo, cada buen pase y cada error de los 120 minutos. Y me acuerdo de la gente que, al final del partido, se abrazaba, besaba las “estampitas” y lloraba. No quiero volver a verla… tengo miedo de perder la magia”.

Se cuenta que Tarantini fue uno de los primeros motivos del famoso “odio” entre Menotti, técnico de la Selección Argentina en los Mundiales 1978 y 1982 y su sucesor Bilardo, que lo ganó en 1986. Narran que Menotti le dijo a Bilardo “te dejo un gran equipo, Tarantini más 10”. Pero fue enseguida evidente que “el conejo” no estaba en los planes de Bilardo y de su estilo de juego pragmático, defensivo y poco vistoso.

Célebre es la foto en la cual el entonces dictador Videla entra en los vestuarios de la Sección Argentina y le da la mano a Tarantini, uno de los más conocidos opositores al régimen entre los jugadores. ¡Como si no fuera suficiente la cara del “Conejo” a revelar su repulsión por Videla su narración es sorprendente!
“Mientras Videla empieza a dar la vuelta para saludar lo miro a Passarella y le digo, te apuesto 1000 dólares que antes de darle la mano me la pongo en las bolas y la saco en el momento de saludarlo”. Passarella, contento y seguro que su compañero de equipo no tendrá el coraje de llegar a tanto, acepta. “Videla vio muy bien donde tenía la mano y antes de saludarlo me la refregué otro poco… ¡Pero el vestuario estaba lleno de fotógrafos y a ese punto no podía volver atrás!.. ¡Passarella todavía me debe los 1000 dólares!!!”

“Llegué a River 1980 y pocas semanas después se jugaba el Superclásico contra Boca. Al final del último entrenamiento se acercaron “El negro” Jota Jota y Merlo, compañeros de equipo, diciéndome que nuestro entrenador Labruna no me iba a poner contra Boca, por temor de las repercusiones entre los hinchas y la presión para mi por el primer encuentro de “traidor”. Corrí hecho una furia a su vestuario y lo interpelé a mi manera “si no juego ni me concentre, me voy a mi casa”. Me miró con su clásica calma y me dijo “tranquilo, seguro que vas a jugar. Quería ver como reaccionabas si te dejaba afuera”. Ese clásico lo ganamos 5 a 2. Me dijeron de todo, me putearon e insultaron todo el partido…creo que fue la única vez en la historia que los hinchas de Boca no les preocupaba perder un clásico con River… ¡estaban demasiado ocupados en insultarme!!! “

” Pocos meses antes de dejar Boca jugamos y ganamos la Copa Libertadores contra los brasileños del Cruzeiro. Al final del partido, mientras volvía a los vestuarios, me di cuenta que el Presidente Armando estaba en el piso en medio de los festejos con un ataque cardíaco… no podía respirar. Me acerqué, le aflojé la corbata y pedí ayuda… atrás mío estaba nuestro médico. ¡En práctica le salvé la vida a ese hijo de puta!”.

La más grande desilusión futbolística “Cuando no me convocaron para el Mundial de Alemania ’74. Es verdad que tenía solo 19 años pero había ya debutado en la Selección y estaba convencido de ir. Cuando Cap me lo comunicó lloré como un chico”.

El adversario más “duro” enfrentado. “¡Ninguna duda! Joe Jordan, el escocés en aquel momento centrodelantero del Manchester United. Cuando saltaba en los cabezazos te destruía. Era de mármol.
Una vez saltando con el en un centro lo golpeé sin darme cuenta con el codo y lo dejé knock-out. Cuando se recuperó me acuerdo de su expresión como si fuera hoy. ¡Pensé que me mataba!”.

La cosa que lo enorgullece más “que todavía hoy todos me saludan cordialmente. Los hinchas de River, de Boca, los que siguieron la Selección en el ’78 y los jóvenes que no habían nacido pero que han escuchado las historias de sus padres. No creo que exista una sola persona que pueda decir “Tarantini me defraudó”.

La persona a la que le debe más en la vida “¡No a quien debo más.. a quien le DEBO TODO!!! Mi mujer Adriana. La única que estuvo cerca después de aquel terrible período en el que todos, sobre todo en el fútbol, me dieron vuelta la espalda. Inclusive en los dos años en los cuales no hice absolutamente nada, ella trabajaba, se ocupaba de todo y jamás una vez me lo echó en cara. Me devolvió la autoestima, me enseñó a escuchar y a abrirme… No sé si sin ella hoy sería la persona que soy. Si estoy seguro que con ella a mi lado no habría cometido los errores que cometí”.

¿Qué más decir? ¡Bienvenido otra vez “Conejo”!