Si se pide a cualquier aficionado al fútbol de cualquier latitud que nombre al mejor futbolista búlgaro de todos los tiempos, la respuesta será inequívoca: Hristo Stoichov.

Balón de Oro y futbolista fantástico que jugó a niveles sublimes con el Barcelona y con su selección nacional, contribuyendo decisivamente a llevarla entre las cuatro mejores del mundo en el Mundial de Estados Unidos 1994.

Ese será el nombre al que oirán responder en todas partes.

En todas partes… excepto en un lugar: Bulgaria.

En Bulgaria, la mayoría le dirá otro nombre, un nombre prácticamente desconocido para todos los demás.

Le dirán que en su país nunca se ha vuelto a ver a alguien tan fuerte como Georgi Asparuhov.

No se trata de las fantasías de un cronista de pueblo enamorado de la historia del fútbol y de todo lo romántico y “pasado de moda”.

Que Georgi Asparuhov fue el mejor futbolista búlgaro lo dice una votación realizada hace unos años para elegir al “Mejor Futbolista Búlgaro del Siglo XX”.

Georgi Asparuhov, conocido por todos como “Gundi”, ganó este título, obviamente por delante de Hristo Stoichov.

Para los aficionados a las clasificaciones, también es justo mencionar que Asparuhov ocupa el puesto 40 (empatado con nuestro Paolo Rossi) entre los futbolistas europeos del siglo pasado según la prestigiosa IFFHS, la Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol. Por detrás de él aparecen futbolistas como nuestros Gigi Riva, Paolo Maldini y Roberto Baggio, los polacos Deyna y Boniek y gente como Ruud Krol, Gheorghe Hagi y… ¡Hristo Stoichov!

Pero, ¿quién era George Asparuhov?

Gundi” nació en Sofía en mayo de 1943 y pronto se reveló como una auténtica maravilla a nivel atlético. Es alto, tiene una gran agilidad y una impresionante elevación.

De niño jugaba regularmente al fútbol y al voleibol, llamando la atención de los entrenadores de ambos deportes.

A los quince años, se presenta a una prueba con el Levski, el equipo del que es animador.

Lo que ve de su primer mentor, Konstantin Georgiev, le deja sin aliento.

Este chico es un futbolista nato. No hay nada que podamos enseñarle”.

Enseguida se incorporó a las filas del Levski, y su habilidad era tal que a los 17 años le hicieron debutar con el primer equipo en un partido contra el Botev, un equipo que iba a volver con fuerza en la carrera y en la vida de Asparuhov.

Su físico atlético y su estatura convencieron a los entrenadores para colocarlo en el centro de la defensa, a pesar de que “Gundi” siempre había jugado como delantero y aún se considera como tal. Pero es un joven de gran educación e inteligencia y acepta su nueva posición en el campo sin rechistar.

Ya en su segundo partido oficial con el Levski marcó su primer gol, con lo que empezó a enviar importantes señales a sus entrenadores sobre sus verdaderas aptitudes y características.

El fútbol, sin embargo, no le convence del todo.

Juega extremadamente justo y elegante, le encanta salir de la defensa con el balón al pie para montar la acción, y la facilidad con la que salta por encima de los rivales en los regates le convierte pronto en el blanco favorito de los adversarios, que no encuentran nada mejor que “derribarle” en cuanto intenta meter la nariz fuera de su propia área.

En ese momento concreto de su carrera, Asparuhov, que nunca ha ocultado su pasión por el voleibol, se siente tentado de volver a su primer amor.

Quizás menos lucrativo que el fútbol, pero más “seguro” para sus articulaciones y, además, igual de divertido para él.

Afortunadamente para el fútbol búlgaro y mundial, llega el momento decisivo.

Asparuhov es convocado con la selección juvenil búlgara para un torneo internacional en Austria.

Siempre jugó como defensa central, pero sus inserciones, su disparo potente y preciso y su habilidad en el juego aéreo cuando se desmarcaba para saltar al área en los saques de esquina y laterales se hacían cada vez más evidentes… pero cuando en este torneo marcó un gol prácticamente desde el centro del campo con un disparo potente y preciso, todo el mundo se convenció por fin de que el papel de “Gundi” era otro: el de número 9 en el centro del ataque.

En la temporada 1961-1962, Asparuhov juega por fin como delantero en su Levski. Marcó cuatro goles en los siete primeros partidos de la temporada cuando llegó la llamada de la Patria para el servicio militar.

Dos largos años de marchas, guardias y ejercicios.

Pero nadie es tan estúpido como para no darse cuenta de que semejante talento no se puede tirar por la borda.

Se encuentra una estratagema.

Asparuhov hará el servicio militar, en la pequeña ciudad de Vratsa, pero podrá entrenarse y jugar regularmente al fútbol en el club más cercano, el Botev Plovdiv.

El Botev, un equipo que siempre había luchado en las zonas menos nobles de la Primera División búlgara, ganó inmediatamente la Copa de Bulgaria, accediendo así a la Recopa, y en la temporada siguiente obtuvo un prestigioso segundo puesto en el campeonato… dejando atrás a todos los grandes equipos de la capital… incluido el Levski de Sofía.

Entretanto, sin embargo, “Gundi” ya se había consolidado en la selección absoluta.

Fue convocado para el Mundial de Chile 1962 y jugó el segundo y el tercer partido, contra Hungría e Inglaterra respectivamente.

Para los búlgaros fue un Mundial desastroso.

Un empate (contra Inglaterra) y dos derrotas contra Argentina y Hungría, pero nadie pasó por alto la brillante actuación del joven Asparuhov, de 19 años.

Al año siguiente, tras cumplir su servicio, Asparuhov regresó al Levski.

Ahora es un campeón consagrado y el Levski construye el equipo en torno a este futbolista que, técnica y físicamente, simplemente lo tiene todo.

Juega como delantero centro, pero le gusta retroceder a menudo al centro del campo para armar él mismo la acción o iniciar la salida del balón con sus fenomenales progresiones.

En la temporada 1964-1965, con 25 goles en 27 partidos, condujo a su Levski a la victoria en el campeonato (tras doce largos años de espera) y fue el primero de los tres triunfos que “Gundi” lograría con “la avalancha azul” (uno de los apodos del club de Sofía).

En la temporada siguiente, Asparuhov jugaría por primera vez la Copa de Campeones.

En la segunda ronda de la Copa de Campeones, el Levski, tras haber superado fácilmente la primera contra los suecos del Djurgarden, tuvo que enfrentarse a uno de los equipos favoritos: el Benfica de Eusebio, Torres y Coluna.

Serán dos partidos muy reñidos.

El Levski, en casa, frenará a los lusos por dos a dos y perderá por la mínima, tres a dos, en el partido de vuelta en Portugal.

Georgi Asparuhov será el primer jugador de un equipo visitante en marcar dos goles en el famoso “Esatadio da Luz” de Lisboa.

Mientras tanto, Bulgaria lucha con uñas y dientes por hacerse con una plaza para el Mundial de Inglaterra del verano siguiente.

Para lograrlo, necesita una repesca.

El rival será la Bélgica de Paul Van Himst, otro gran talento no suficientemente celebrado.

Se jugará en Florencia.

Es el 29 de diciembre de 1965.

Georgi Asparuhov arrastrará a su equipo al triunfo.

Marcará los dos goles de la victoria por dos a uno.

El primero con un espléndido remate de cabeza y el segundo con un preciso disparo con el exterior del pie derecho tras controlar un saque de banda desde atrás.

En aquel partido, Asparuhov estrellaría dos veces el balón en el larguero, una con un prodigioso cabezazo en picado y otra con un disparo amplio desde veinte metros.

Muchos entrenadores y directivos italianos estaban en las gradas aquel día.

Y Georgi Asparuhov pronto se convertiría en objetivo, desgraciadamente nunca realizado, de varios equipos de nuestra liga.

También en aquel 1965 llegó la nominación al Balón de Oro para “Gundi”.

Acabaría octavo, por delante de jugadores de la talla de Frank Beckenbauer, Ferenc Puskas y Lev Yascine.

En la Copa Mundial inglesa, Bulgaria desde luego no tendrá suerte.

Encuadrada en un grupo imposible contra la Brasil de Pelé, la Hungría de Florian Albert y la Portugal de Eusebio, fue derrotada tres veces en la primera fase, aunque, como cuatro años antes en Chile, el único que se salvó fue “Gundi” Asparuhov, autor del único gol de los búlgaros en el torneo, el que les dio una ilusoria ventaja contra Hungría.

Después de aquel Mundial, sin embargo, Bulgaria se convirtió en uno de los equipos más temibles del continente.

Llegaron las victorias en serie contra Yugoslavia, Suecia, Holanda e incluso Italia en la fase de clasificación para la Eurocopa de 1968, con un triunfo por tres goles a dos en el partido de ida disputado en Sofía.

Pero la auténtica obra maestra que impulsaría aún más a Asparuhov a la cima del fútbol mundial se produjo durante el partido disputado en Wembley contra Inglaterra, campeona del mundo.

Su gol, que adelantó a los suyos antes del postrero empate de Geoff Hurst, permanecerá en la memoria colectiva de quienes presenciaron aquel partido.

Con Bulgaria contra las cuerdas tratando de resistir los ataques ingleses desde atrás, un balón alto llega justo a la línea del mediocampo.

Asparuhov es el único jugador búlgaro que queda en ataque.

Su elevación le permite anticiparse a Brian Labone, tocar el balón con la cabeza, girar e ir a por él.

Sobre él llega el lateral Keith Newton. Asparuhov le pasa el balón por las piernas y esprinta hacia el área contraria.

Tanto Newton como Labone intentan recuperarse.

Pero no hay nada que hacer. Asparuhov es más rápido que ellos y cuando llega frente al guardameta inglés, el recién llegado Gordon West, le gana con un disparo en diagonal que se va a centímetros del poste, a la izquierda del número uno inglés.

El comentarista inglés permanece en silencio absoluto durante unos diez segundos, casi incrédulo ante lo que acaba de ver.

Desde hace años, muchos equipos de Europa occidental se esfuerzan por incorporar a sus filas a este maravilloso delantero.

No pueden hacer nada. Los futbolistas búlgaros no pueden salir del país.

Asparuhov acepta de buen grado la decisión de su gobierno.

Ama a “su” Levski y está contento de jugar para los “azules” de Sofía.

Sigue jugando, ganando trofeos y marcando muchos goles para el Levski y su Bulgaria.

A menudo se ve obligado a parar por problemas físicos. En su país sólo conocen una manera de pararle: golpearle y evitar así que exprese toda su clase.

En el Mundial de México 1970 juega arrastrando una serie de dolencias que le impiden brillar como de costumbre.

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Es el 30 de junio de 1971.

Georgi Asparuhov había sido expulsado en el partido anterior contra el CSKA de Sofía. Un hecho absolutamente infrecuente para un futbolista de su corrección y flema.

Esta vez, sin embargo, las bruscas entradas de los defensas rivales le hicieron perder el control.

Dada su inhabilitación para el siguiente partido, pidió permiso a la directiva para ir a su antiguo equipo, donde jugó durante sus años de servicio militar y donde sigue siendo un ídolo absoluto: el Botev Plovdiv, que le invitó a la fiesta de celebración del 50º aniversario del club.

Le acompaña un gran amigo, el delantero centro Nikola Kotkov, apodado “el gato” por su increíble agilidad.

Los dos hacen un alto en el camino para repostar el Alfa Romeo de “Gundi”.

Un autoestopista les pide que les lleven a Plovdiv.

Asparuhov, conocido por su simpatía y amabilidad, acoge al pasajero a bordo.

Unos kilómetros más tarde, cerca de Vitinya, en las montañas de los Balcanes, el coche de “Gundi” choca frontalmente con un camión de gran tonelaje.

Los tres morirán en el acto.

Georgi Asparuhov tenía 28 años.

En su funeral en Sofía le acompañarán 550.000 personas.

Un increíble testimonio de afecto de todo el pueblo búlgaro… que aún no ha olvidado nunca al mejor futbolista de la historia de su país.

ANÉCDOTAS Y CURIOSIDADES

Cuando Asparuhov decidió finalmente dejar el voleibol por el fútbol, el entonces entrenador de la selección búlgara dijo que “Bulgaria había perdido probablemente al jugador de voleibol más fuerte de su historia”.

No está mal. El más fuerte se convertirá en el más fuerte del fútbol.

El estadio del Levski de Sofía se convertirá en el “Estadio Georgi Asparuhov” a partir de 1990, y en la entrada principal hay una estatua en honor del gran delantero del “Отбора на народа” o “Equipo del Pueblo”.

 En su primera aparición en el fútbol europeo, en la Recopa de la temporada 1962-1963, Asparuhov llegó a ganar la tabla de goleadores de esa edición, al marcar seis goles en seis partidos. En aquella edición, el Levski llegó hasta cuartos de final antes de caer ante el Atlético de Madrid español.

En 1967, el AC Milan, que había quedado emparejado con el Levski de Sofía en la Recopa, intentó por todos los medios arrebatársela al Levski. Se habló del equivalente a medio millón de dólares y de una salida segura de Bulgaria. Una suma estratosférica para la época.

Y a su llegada a Italia, su salario habría sido idéntico al de Gianni Rivera, la estrella de los rossoneri y el jugador mejor pagado del club.

Pero su lealtad al Levski y a su patria le harían responder a los emisarios rossoneri de la siguiente manera:

“Hay un país que se llama Bulgaria. En este país hay un equipo que se llama Levski Sofia. Probablemente no lo conozcan, pero es el lugar donde nací y donde quiero morir”.

Nereo Rocco, el famoso “Paron”, entrenador de los rossoneri, lo describió como “el delantero de mis sueños”.

Otro gran admirador de Asparuhov fue el delantero portugués Eusebio.

Para la “pantera negra”, Asparuhov era el “compañero de ataque con el que anhelaba jugar”. En el partido que jugamos aquí en Lisboa se ganó a todo el mundo, a los aficionados y a nosotros, los futbolistas”.

Uno de los primeros en acuñar para él el término “artista”, uno de sus apodos en su país natal, fue otro gran futbolista de la época, el húngaro Florian Albert, Balón de Oro en 1967.

Así describió el talento de Asparuhov.

Un artista del balón. Un futbolista de la más rara calidad capaz de dar a los aficionados pura alegría”.

Muy conmovedora es la historia de la chica que vio por última vez con vida a “Gundy”.

Fue ella quien llenó de gasolina al pobre Georgi aquel 30 de junio de 1971.

“Era educado y amable. El importe del repostaje era de 9,20 levs. Me dijo que me quedara con el cambio. Insistí en que lo aceptara y corrí al cajero a por cambio. Cuando volví, su Alfa Romeo ya no estaba. Quería asegurarse de que me quedaba ese dinero”.

Por último, el hermoso recuerdo de un futbolista que jugó varias veces contra Asparuhov y que le tenía un enorme aprecio: nuestro Sandro Mazzola.

Cuando me enteré de su muerte me eché a llorar. ¿Cómo pudo el destino arrebatarnos a un futbolista tan extraordinario? No pude cerrar los ojos en toda la noche. No dejaba de verlo en acción en el partido que jugó contra Bélgica en Florencia. Aquel día me enamoré del gran futbolista que era Georgi Asparuhov”.

El gol de Asparuhov contra Inglaterra.