Cuando Tomás Felipe Carlovich humilló a la selección argentina

 Es la noche del 17 de abril de 1974.

La selección argentina está jugando una serie de amistosos en el país con vistas al próximo Mundial de Alemania, que comienza en menos de dos meses.

El encargado de llevar a la selección argentina a la Copa del Mundo, tras la estrepitosa exclusión de 1970, fue Omar Enrique Sívori, el talentoso número 10 de River Plate, Juventus y Nápoles que, como entrenador, supo reconstruir de sus cenizas un equipo nacional fuerte y competitivo que, por encima de todo, encarna los valores típicos del fútbol argentino.

La creatividad, la fantasía y la técnica han vuelto al primer plano después de años oscuros en los que el fútbol físico y defensivo, basado casi exclusivamente en una obsesiva preparación física, había repudiado la esencia del fútbol argentino, la “nuestra” o forma de jugar al fútbol que siempre ha distinguido a este hermoso y contradictorio país.

Una gran mano le dio a Sívori la llegada a la escena argentina de uno de los equipos más bellos de la historia de todo el fútbol sudamericano: el Huracán del joven entrenador rosarino César Menotti.

Las premisas para un Mundial finalmente como protagonistas están todas dadas. Sobre todo porque al bloque de Huracán (Brindisi, Babington, Houseman y Carrascoa) se suman jóvenes muy interesantes como el arquero Ubaldo Fillol, de River, y Mario Kempes, de Rosario Central. Junto a ellos, jugadores que juegan permanentemente en Europa como Rubén Ayala y Ramón Heredia, del Atlético de Madrid, o los defensas Enrique Wolf, del Real Madrid, o Roberto Perfumo, del Cruzeiro.

Sívori, sin duda el personaje menos complaciente de esta tierra y durante algún tiempo enfrentado con la AFA, LA Federación Argentina, dimitió, sumiendo en el caos la preparación del próximo Mundial.

En su lugar se llama apresuradamente a Vladislao Cap, pero estaba entrenando en Colombia y no parece muy al día con el fútbol de su país.

Por este motivo se organizan una serie de partidos amistosos dentro de Argentina con selecciones locales, para dar a Cap la oportunidad de evaluar el material del que dispone antes de confeccionar la lista de 22 para el Mundial de Alemania.

Esa tarde, en el Coloso del Parque, el estadio de Newell’s Old Boys, hay más de 30.000 espectadores curiosos por ver en acción a los mejores jugadores del país.

La selección rosarina está compuesta muy democráticamente por cinco jugadores de los ‘Canallas’ de Rosario Central y cinco de los ‘Leprosos’ de Newell’s.

Completa el once inicial un mediocampista, que juega en un equipo de Segunda División llamado ‘Central Córdoba’ (el tercer equipo de la ciudad de Rosario).

Se llama Tomás Felipe Carlovich, pero para todos en Rosario es “El Trinche”.

Juega con el número 5, el del “volante defensivo”, es decir, el centrocampista que se coloca por delante de los cuatro defensas y actúa tanto de rompeolas de las ofensivas contrarias como de primer constructor de la maniobra de ataque.

En Rosario Carlovich ya es un ídolo.

Hay gente que va a los partidos de Central Córdoba sólo para ver en acción a este zurdo alargue.

Las tribunas se llenan a su vez de hinchas de Newell’s o de Rosario cuando uno de los dos juega de visitante.

Esa, sin embargo, será la noche en la que el mito y la leyenda se encontrarán por fin con la REALIDAD.

Antes de saltar al campo, las instrucciones de los dos entrenadores de Rosario Central (Carlos Timoteo Griguol) y Newell’s (Juan Carlos Montes) son muy explícitas con los once que están a punto de saltar al campo. “Hoy tenemos una gran oportunidad de mostrarle a toda la Argentina cómo es el fútbol en Rosario. Sólo les pedimos dos cosas: que se esfuercen al máximo y que jueguen el fútbol que saben y les gusta jugar. No se preocupen tanto por marcar o defender. Los demás, que son los mejores jugadores del país, tienen esa preocupación. Así que no pierdas la compostura y juega para divertirte”.

El partido sólo llevaba un puñado de minutos y el primer balón que tocó Carlovich fue una auténtica obra de arte. Tras recibir el balón de Aimar, encara al defensa de Independiente Francisco ‘Pancho’ Sa, un hombre que ya ha ganado dos Copas Libertadores. Sa placó a Carlovich, que pretendía abrir la jugada por fuera y, en cambio, pasó el balón entre las piernas del defensa de la selección argentina. “El Trinche” se detiene y en el segundo intento de Sa, esta vez con el exterior del pie, vuelve a pasar el balón entre sus piernas. “Tunel de ida y de vuelta” marca de la casa del Trinche Carlovich.

Abrió el marcador Jorge Josè González, lateral de Rosario Central y perfectamente servido por una asistencia de un jovencísimo Mario Kempes, también de Rosario Central. Estamos en el minuto 25 y la fiesta no ha hecho más que empezar, el segundo gol lo marca el ‘Mono’ de Newell’s, Offredo Obberti, servido por un pase entre líneas de Trinche Carlovich.

El tercer gol lo marca el propio Mario Kempes, con uno de sus zurdazos amplios ante el que nada puede hacer Miguel Angel Santoro, arquero de los ‘diablos rojos’ de Independiente.

Fue un “baile total”. Argentina nunca vio el balón. Jugadores como Brindisi, ‘El Loco’ Houseman, Daniel Bertoni, Aldo Pedro Poy (ídolo de Rosario Central pero rival esa noche) no lograron crearle un solo dolor de cabeza a la defensa de la selección rosarina.

Pero la estrella absoluta del partido fue él: Tomás Felipe Carlovich, sencillamente inabordable.

Era el amo absoluto. Todas las acciones del juego pasaban por él y ralentizaba o aceleraba la acción a su antojo. “Gambetas”, “caños” “sombreros” (dos consecutivos en Brindisi enloquecieron al estadio) y sus lanzamientos milimétricos para activar a sus compañeros.

Al final de la primera parte, el entrenador de la selección argentina está furioso. Va al vestuario contrario y casi suplica a los dos entrenadores que digan a sus chicos que levanten el pie del acelerador. “Mañana la prensa y la televisión nos masacrarán. ¿Con qué espíritu podremos ir al Mundial después de una paliza como ésta?”, pregunta desesperado Vladislao Cap a Griguol y Montes.

Pero la cosa no acaba ahí. Tiene otra petición mucho más explícita.

“Y por favor, saquen del campo a ese gordo con el número 5. Nos está destrozando. Nos está destrozando”.

El número 5 es, por supuesto, Tomás Felipe Carlovich.

Cap se da por satisfecho tras unos minutos de la reanudación y los que estuvieron presentes aquella noche cuentan que una ovación triunfal acompañó la salida de Trinche del campo.

Fue como si se apagaran las luces.

La selección argentina recuperó algo de coraje, pero la garra y el carácter de los rosarinos no permitieron la remontada. Sólo un gol, el de Victorio Cocco, hizo más aceptable la derrota.

… con una certeza por parte de todos: que con Carlovich en cancha los 90 minutos con toda probabilidad hubiera sido una masacre.

Unas semanas más tarde, Vladislao Cap dio a conocer la lista de 22 para el Mundial de Alemania.

Sólo dos jugadores de equipos rosarinos terminaron en esa lista: Aldo Poy y Mario Kempes. No Tomás Felipe Carlovich el único que jugó esa noche para un equipo de Segunda División.

ARGENTINA: Miguel Ángel Santoro (Independiente); Enrique Wolff (River Plate), Néstor Togneri (Estudiantes), Francisco Sá (Independiente), Alberto Tarantini (Boca); Miguel Ángel Brindisi (Huracán), Roberto Telch (San Lorenzo), Aldo Pedro Poy (Rosario Central); René Houseman (Huracán), Osvaldo Potente (Boca), Daniel Bertoni (Independiente).

Cambios: Carlos Squeo (Racing) por Brindisi, Victorio Cocco (San Lorenzo) por Houseman, Rubén Cano (Atlanta) por Potente, Enrique Chazarreta (San Lorenzo) por Bertoni. Entrenador: Vladislao Cap

ROSARIO: Carlos Biasutto (RC); Jorge José González (RC), Pavoni (NOB), Capurro (NOB) y Mario Killer (RC); Carlos Aimar (RC), Tomás Felipe Carlovich (Central Córdoba) y Mario Zanabria (NOB), Sergio Robles (NOB), Alfredo Obberti (NOB) y Mario Kempes (RC). Cambios: Rebotaro (NOB) por González, José Berta (NOB) por Carlovich, Roberto Carril (RC) por Robles, Daniel Aricó (RC) por Obberti. Entrenador: Carlos Timoteo Griguol (RC) y Juan Carlos Montes (NOB)

GOLES: PT: González (Rosario), Obberti (Rosario), Kempes (Rosario); ST: Cocco (Argentina)

Y la realidad está representada por este futbolista que es sencillamente inabordable en este partido.

En la cancha manda, conquistando la pelota con sus tackles, frenando o acelerando las acciones a su antojo, gambeteando fuera de la fase defensiva (divirtiendo y entreteniendo con sus túneles) o provocando a los atacantes con lanzamientos largos y milimétricos.

El primer tiempo terminó 3 a 0 para la selección rosarina contra, repito, la selección argentina.

Una auténtica masacre. Un ‘baile’ como se dice por aquellos lares.

Al finalizar el primer tiempo, el entrenador de la “biancoceleste” Vladislao Cap se dirige al vestuario del rival y SUPLICA al entrenador rival que reponga esa auténtica ira de Dios.

El entrenador le hace caso.

Argentina levanta la cabeza sólo parcialmente… no encaja más goles y consigue marcar uno.

Al final, muchos dijeron que con Carlovich en el campo el partido habría sido una goleada sin precedentes.

Unas semanas después llegaron las convocatorias para el Mundial de Alemania y en los 22 estaban dos de los rosarinos que enfrentaron a Argentina en aquel amistoso; Mario Kempes y Aldo Poy… pero no Tomás Felipe Carlovich.

‘El Trinche’ volvió al anonimato aunque muchos, durante años, siguieron hablando de su actuación en aquel partido.

Llegan algunas ofertas, juega en Colón y en el pequeño Deportivo Maipiù donde demuestra en esa única temporada toda su clase… pero a 100 km de Rosario son muchos, demasiados.

Así que volvió a su ciudad y a su pequeño club, alternando el fútbol con largas jornadas de pesca con sus amigos de toda la vida y charlando y bebiendo buen vino en los bares de su barrio.

Con este pequeño equipo pondrá fin a su carrera, idolatrado por los aficionados que cada domingo llenan el pequeño “Gabino Sosa” para ver sus lanzamientos, regates y túneles.

Y los que le vieron jugar aún hoy no tienen duda, el más fuerte de todos era él, ‘El Trinche’ Carlovich. Un poco Redondo y un poco Riquelme dicen… bueno, ¡como figuras de referencia no está mal!

Hoy sigue viviendo en su Rosario, sigue yendo a pescar y jugando a las cartas y tomando en sus bares. Entrena a un pequeño equipo local (¡con excelentes resultados!) y es un hombre feliz y sereno. Cuando le preguntan por qué alguien como él nunca ha “llegado” de verdad, responde con buen humor y serenidad: “¿Cómo que ‘llegado’? Yo sólo quería jugar al fútbol y estar con la gente que quiero… y la gente que quiero vive aquí, en Rosario”.

Cuando se habla de Tomás Felipe Carlovich, el riesgo es siempre el mismo. El de narrar al mito y no al futbolista, no al hombre.

Pocas veces ha sucedido en la historia del deporte, del fútbol en particular, que un futbolista se haya vuelto tan popular, icónico y querido cuando prácticamente no existe ninguna filmación suya, ningún partido en los archivos de la TV argentina y en la biblia de los amantes del “fútbol de antaño”, es decir You Tube.

Un fragmento de película que dura un puñado de segundos. El tiempo justo para ver una finta con el cuerpo y luego con la izquierda saltando a un rival en el regate.

Sin embargo, su nombre está siempre junto al de los más grandes de una nación que ha aportado alegría y belleza como quizá ninguna otra a este maravilloso juego.

Maradona, Messi, Houseman. Bochini, Riquelme, Redondo, Sívori, Di Stéfano… pídale a un argentino que añada dos o tres más. El Trinche Carlovich seguro que estará.

No hay fotos, es cierto.

Pero hay palabras, recuerdos y testimonios.

De quienes vivieron el fútbol, lo entendieron y supieron enseñarlo.

Menotti, Bielsa, Pekerman… todas personas que con Argentina y en Argentina han ganado y enseñado fútbol.

Ellos te dirán que a Tomás Felipe Carlovich daba gusto verlo.

Que verlo en cancha era emoción y belleza.

Era alegría y era revolución, porque entendías, viéndolo jugar, que ese, el campo de juego era el único lugar donde él querría estar las 24 horas del día y por el resto de su vida.

El Trinche es ahora un icono. La gente viene de todo el mundo en peregrinación a Rosario sólo para verle, hacerse una foto y estrecharle la mano.

Habla muy poco.

No habla de sí mismo en absoluto.

Deja que otros lo hagan. No buscaba fama, notoriedad ni dinero cuando jugaba.

Mucho menos ahora, llegado el invierno de su vida.

Una cosa dice siempre.

A cualquiera. Amigos del barrio, periodistas y gente sencilla que va a conocerle.

Daría todo lo que me queda de vida por volver a un campo de fútbol. Ni siquiera un partido entero. Sólo necesitaría 45 minutos. Y entonces podría morir muy feliz’.

El 8 de mayo de aquel terrible 2020 Tomás Felipe Carlovich había desaparecido. Fue culpa de un par de matones que, para robarle la bicicleta, su único medio de transporte con el que se movía por su barrio, lo tiraron violentamente al suelo.

Luchó durante dos días, pero no pudieron hacer nada.

A los 74 años, “el más grande de todos” (letra y música de Diego Armando Maradona) nos ha dejado.

Su leyenda, sin embargo, está destinada a hacerse más grande cada día.

Descanse en paz Trinche.

El del Trinche Carlovich es uno de los 43 relatos de https://www.urbone.eu/products/matti-miti-e-meteore-del-futbol-sudamericano