“El fútbol es un juego de equipo”. ¿Cuántas veces hemos oído esta frase? Tal vez miles… en entrevistas a futbolistas y entrenadores, en debates futbolísticos, incluso en campamentos suburbanos o en las instrucciones de los ‘Misters’ de los sectores juveniles. Es quizás el “cliché” más conocido y compartido del fútbol.

Siempre se ha aplicado a todos, en todas las latitudes y desde los albores del juego del fútbol.

Para todos menos para uno: Enrique Omar Sívori.

Para “El Cabezón” (llamado así por su “importante” cráneo enriquecido por una espesa cabellera negra) el fútbol era magia, burla, invención, provocación, astucia… todo menos un juego de equipo.

Cuando le llegaba el balón, la sensación, viendo las viejas imágenes, era siempre la misma: que una vez en posesión, se lo daba muy a regañadientes a un compañero… ¡y mucho menos a un adversario!

Nacido en 1935 en San Nicolás de Los Arroyos, un pequeño pueblo a unos 200 kilómetros de la capital, Buenos Aires, Sívori, como prácticamente todos los niños de la Argentina de la época, sólo tenía una fuente de juego: la pelota, casi siempre de trapo o cartón enrollado. Pero a diferencia de muchos, él vive con la pelota, jugando con ella cada minuto del día o incluso en la oscuridad después de cenar, ya sea con un amigo o incluso solo. Siempre dirá que jugar prácticamente a oscuras le ha ayudado mucho en su carrera para “sentir” al rival en el campo antes que los demás.

Su talento no tarda en llamar la atención de los grandes clubes argentinos y ‘Chiquín’ Omar llega al sector juvenil del prestigioso River Plate. La trafila en el sector juvenil es muy corta y Omar debuta en el primer equipo a los 18 años. Su primer partido fue contra Lanús. Omar ingresó en el segundo tiempo en reemplazo de uno de los grandes de la historia de River y del fútbol argentino, Angel Labruna. Y a cuatro minutos del final marcó su primer gol oficial. En pocos días se convirtió en titular inamovible. Cuando esa temporada River conquistó la Bombonera de su acérrimo rival Boca y Sívori fue ‘la figura del partido’, ¡su condición de ídolo de los hinchas Millonarios ya estaba adquirida!

En River se queda 3 años. 3 “temporadas” en las que los “Millonarios” ganan 3 campeonatos. Marca 29 goles en 62 partidos. En la selección argentina ya es titular y con los biancocelesti gana la Copa América en 1957. Junto a Maschio y Angelillo, formó el terrible trío de los ‘carasucias’ (apodados los ‘ángeles de cara sucia’) por su habilidad pero también por su picardía agonística. Fue una de las selecciones argentinas más fuertes de todos los tiempos.

El 5 de mayo de 1957, Sívori jugó su último partido con River. Es un ídolo absoluto, pero cuando llega la oferta, fabulosa para aquellos tiempos, de diez millones de pesos (¡180.000 millones de liras antiguas!) de los italianos de la Juventus, todo el mundo sabe que es imposible decir que no. Con ese dinero, River Plate podría terminar la construcción del maravilloso estadio “Monumental” donde River sigue jugando hoy y que albergó la final del Mundial de 1978.

La familia Agnelli, en un momento de florecimiento de la economía italiana, decidió invertir una enorme cantidad de dinero para relanzar a la ‘Vieja Señora’, que llevaba demasiadas temporadas languideciendo en posiciones mediocres de la clasificación.

Sívori es pequeña (165 cm), tiene un centro de gravedad bajo y se mueve con aparente lentitud e indolencia. En sus primeros partidos con la camiseta blanquinegra, algunos le echaron en cara… entre ellos el legendario Vladimiro Caminiti, una de las plumas más ingeniosas y competentes que ha dado el periodismo italiano, que lo definió como “lento, individualista, trata al equipo como si fuera de su propiedad”. No hay nada falso en las palabras del célebre ‘Camin’… ¡sólo que este tipejo de cabeza grande, calcetines arremangados en los tobillos y ojos de hurón, ganará, con la maravillosa participación de su ‘alter ego’ inglés John Charles, 3 Scudetti para la Juventus en las 4 primeras temporadas!

Sívori encantó a los aficionados con sus brillantes jugadas, su irreverencia y, sobre todo, con un “disparo” prácticamente desconocido en Italia hasta entonces: el túnel. Abundan las anécdotas sobre esta jugada en particular. Lo cierto es que a Sívori le encanta esta jugada, la más humillante para un defensa. Suele ocurrir que, tras el primer túnel, Sívori se detiene con la planta del pie sobre el balón, espera a que el adversario regrese y ¡vuelve a hacer exactamente la misma jugada!

Se convirtió en el líder absoluto del equipo, desbancando incluso a Boniperti, quien, habiendo llegado de todos modos al final de su carrera, comprendió que con Sívori no había posibilidad de interacción ni de enfrentamiento; “El Cabezón” se limitaba a hacer lo que quería, dentro y fuera del campo. Odia viajar en avión, le cuesta conciliar el sueño, pero le encanta dormir hasta el mediodía. Viene al campo cuando quiere y se entrena cuando y como quiere, come y bebe lo que quiere… pero el domingo casi siempre se vuelve decisivo.

En 1961 incluso ganó el “Balón de Oro”. Obtuvo la doble nacionalidad y participó en la maldita expedición italiana al Mundial de Chile de 1962, que terminó de forma poco propicia con la “reyerta de Santiago” contra los anfitriones. En la selección italiana jugó un total de 9 partidos, marcando 8 goles.

Permaneció en el Juventus durante 8 temporadas, ganando incluso una liga de goleadores en 1959/60 (27 goles en 31 partidos), pero cuando el Juventus se dio cuenta de que el poder de Sívori y su rechazo a las normas y la disciplina se estaba extendiendo como la pólvora por toda la plantilla, llegó una solución drástica; el nuevo entrenador sería el paraguayo Heriberto Herrera, conocido por su carácter áspero y su férrea disciplina. Pronto quedó claro que la convivencia era imposible; los enfrentamientos eran repetidos y sonados. En 1965, Sívori abandonó el Juventus. Parecía decidido a regresar a River, que le esperaba con los brazos abiertos, pero convencido por un antiguo compañero, Flavio Emoli, decidió continuar su aventura italiana en Nápoles. Su llegada a la estación de Mergellina quedó en el folclore. Miles de aficionados, muchos de ellos muy jóvenes, para dar la bienvenida a este pequeño argentino que iluminará los domingos en el San Paolo aún más que el hermoso sol de Nápoles. La misma bienvenida que se reservará, casi veinte años después, para otro pequeño argentino con la cabeza llena de rizos negros…

En Nápoles Sivori fue amado como quizás sólo el público de esa ciudad sabe hacerlo; visceral e incondicionalmente. Al fin y al cabo, Sivori aún no ha cumplido los 30 años y tiene por delante unas cuantas temporadas excelentes. Las dos primeras temporadas son sensacionales. En la primera en particular, Sívori demuestra toda su clase. No marca tanto como en su primera etapa en la Juventus, retrocede unos metros en su posición, pero encanta con sus golpes de genio, sus regates, sus túneles y sus provocaciones… es un ‘scugnizzo’ entre miles de ‘scugnizzi’ que le adoran. En la tercera temporada llega una grave lesión de rodilla. Sivori lucha por volver a su nivel … su lugar en el equipo ya no es tan automático. Para él, esto es obviamente inaceptable. Se producen violentos altercados con el entrenador Pesaola. El Nápoles logra un fantástico segundo puesto, pero Sívori ya no es decisivo. La temporada siguiente llega Carletto Parola, un hombre bueno y amable, que intenta por todos los medios “mediar” en la situación. Pero tampoco lo consigue. Tras una furiosa pelea entre Parola, Sívori, el médico de empresa Corvino y el director general Fiore, se tomó una decisión drástica; Sívori fue multado con un millón redondo y fue apartado del equipo durante unas semanas. En noviembre (1968) volvió a los terrenos de juego y durante unos cuantos partidos encandiló al San Paolo como en los buenos tiempos. Todo parece volver a su cauce y por fin se puede pensar en el fútbol. El domingo siguiente llega a San Paolo la Juve del odiado Herrera. El partido se calienta, también por las clásicas declaraciones venenosas de los días anteriores. En Sívori, Herrera pone a Favalli, un lateral duro como una roca, en marcaje al hombre. Favalli golpea y provoca descaradamente a Sívori. Omar, que no sabe muy bien lo que es la frialdad y el desprendimiento, cae en la trampa. La acción decisiva, sin embargo, fue casi inofensiva; Sívori intentó un regate, Favalli intuyó sus intenciones y se anticipó a él. Sivori, desde atrás, apenas le tocó con el pie trasero; Favalli cayó al suelo como electrocutado. Sívori fue expulsado. Se desató una trifulca del Salvaje Oeste. Empujones, puñetazos y patadas volaron. En los días siguientes el juez deportivo sería implacable; 6 días de descalificación para Sívori. Con estos 6 se llega a un “sonoro” total de ¡33 días de inhabilitación en la liga italiana!

Sívori no encaja. Está enfurecido. Su historial probablemente decidió por él en esta ocasión. En el vestuario del San Paolo, unos días después, convoca una rueda de prensa legendaria en la que ataca con vehemencia a la Juventus, y a Herrera en particular… incluso a nivel personal. Desde la Juventus, las reacciones son igual de violentas y cercanas. Al final hay la remisión para los dos presidentes del club y obviamente para Sívori.

En ese momento, Enrique Omar Sívori se harta y regresa a Argentina. Su viejo mentor Renato Cesarini (¡es él, el de los goles en el final!) lo quiere de vuelta en River. Sívori vuelve, pero al cabo de ni siquiera un mes se da cuenta de que ya no quiere sacrificarse, sudar en un campo de entrenamiento e incluso jugar.

Se retira, a los 33 años.

Seguirá siempre en el fútbol, incluso como entrenador de grandes clubes, y llega a ser entrenador de la selección argentina en 1972.

Su tarea consiste en devolver a Argentina a la Copa del Mundo tras el desastre de 4 años antes, cuando los argentinos no lograron clasificarse para el Mundial de México.

Sívori hace un gran trabajo también porque no le falta materia prima. Está el cerrojo huracanado del joven entrenador César Menotti y en Europa hay jugadores ya consagrados como los dos jugadores del Atlético de Madrid Heredia y Ayala y el fortísimo bombardero del Sporting de Lisboa Héctor Yazalde.

La clasificación se logra de forma triunfal. Tres victorias y un empate y Argentina preparada para volver a la máxima competición mundial con una nueva confianza en sí misma y la posibilidad de obtener un resultado importante.

Pero Sívori, se sabe, no tiene un carácter fácil. Sus peticiones a la Federación no son todas aceptadas (¡hay una que exige un retiro de dos meses antes del Mundial!) y además políticamente no es demasiado querido por el nuevo Gobierno del país y especialmente por Juan Domingo Perón.

Vuelve a entrenar a Racing Club durante un breve periodo varios años después, pero no con la misma pasión y, sobre todo, con malos resultados.

La relación con la Juventus se afianzaría con los años y con Roberto Bettega en particular habría amistad y colaboración. Durante años le veremos en Italia en los principales salones de fútbol como la Domenica Sportiva donde siempre demostrará ser agudo, cortante y sobre todo un profundo conocedor del fútbol y de sus jugadores.

Omar Sívori falleció el 17 de febrero de 2005, exactamente donde había nacido: en San Nicolás de Los Arroyos y menos de un año después que su gran amigo y socio histórico en el ataque de la Juventus, el “gigante gentil” John Charles.

ANÉCDOTAS Y CURIOSIDADES

Una de las frases más bonitas sobre Sívori la dijo el abogado Gianni Agnelli: ‘Sívori es como un vicio. Sabes que a la larga no te hará ningún bien, pero no puedes prescindir de él”.

Sívori 1 “En el Superclásico contra Boca nos pegábamos en la cancha, nos decíamos de todo y cuando en la cancha no podíamos resolver las situaciones de manera definitiva nos juntábamos al final del partido. Recuerdo que después de una verdadera batalla en la cancha contra “El comisario” Colman de Boca, al final del partido nos encontrábamos en la estación de trenes de Retiro, donde yo tomaba el tren a San Nicolás y él tomaba el tren a Rosario. Y ahí empezamos a pelear hasta que el “Gallego” Pérez, también de Boca y también de casualidad en la estación, vino a separarnos. En esa época las cosas se arreglaban entre hombres, no en la prensa’.

Sívori 2 “Cuando llegué a Turín, en el primer entrenamiento, había muchos aficionados y todos los directivos, incluido Agnelli. Empecé a regatear y Gianni me hizo notar que regateaba casi exclusivamente con mi pie favorito, el izquierdo. Así que cogí el balón e hice 4 vueltas a la pista regateando sin soltar nunca el balón. Al final de la 4ª vuelta me paré delante de él y le dije: ¿Qué crees que debería hacer con el pie derecho?”.

Sívori 3 “A menudo me preguntan quién era más fuerte: ¿Pelé o Maradona? Entre los dos no lo sé, pero el más fuerte de todos era Di Stéfano”.

Sívori 4 “Solía jugar con los calcetines bajados, enrollados sobre los tobillos. Los defensas tenían que entender desde el principio que aunque era pequeño nadie, pero de verdad nadie, me daba miedo”.

En apoyo de esta frase de Sívori hay una anécdota especialmente significativa. Eran tiempos en los que los defensores pegaban de verdad. Una costumbre era asustar al atacante “tirando” de una línea simbólica justo fuera del área. Así lo hacía Grani, el stopper del Catania. Sívori le ridiculizó hasta tal punto que, al final del partido, un enfurecido Grani le gritó a la cara: “¡Cuando bajes a Catania te romperé la pierna, enano!” La respuesta de Sívori fue lapidaria: “Vale, pero date prisa en hacerlo”. En el partido de vuelta en el Cibali, exactamente el 26 de febrero de 1961, exactamente 6 minutos después del comienzo del partido, Sívori entró con su pie de martillo sobre el desafortunado Elio Grani, destrozándole la rodilla y la carrera…

Sivori 5 “Niels Liedholm, el famoso “barón”, primero gran futbolista y después gran entrenador, confiaba en las estrellas y decía que los mejores jugadores nacen en octubre… bueno, yo no creo en las estrellas, ¡pero en este caso diría que acertaron! Pelé, Maradona y yo mismo somos la prueba”.

De Sívori, además de todos los talentos futbolísticos mencionados, se conoce la “picardía”, como llaman los argentinos a esa forma de hacer las cosas que oscila entre ser listo y ser un sinvergüenza. El propio Omar cuenta: “Estamos jugando en Padua. Vamos ganando 3-0 y a pocos minutos del final el árbitro nos pita un penalti, objetivamente dudoso. Los jugadores de Padua se enfurecen a pesar de que el resultado ya estaba decidido. Viendo la desesperación del portero Pin me acerco a él… ‘no te preocupes, te lo tiro a la izquierda’. Compungido, el pobre Pin va hacia la portería, se tira a la izquierda, ¡pero yo tiro desde el otro lado! Empezó a insultarme y a perseguirme por todo el campo”. Volví a encontrarme con él unos años más tarde en la playa, en verano, y seguía igual de enfadado que aquel día. Entonces intenté decirle que simplemente no nos entendíamos, que me refería a mi izquierda… ¡no se lo tragó y siguió odiándome!”.

Durante la gira inglesa de la Juventus prevista tras la compra de John Charles a su compañero Garzena Sívori le propuso una singular apuesta; “Me pagarás una cena cada vez que pase el balón entre las piernas del primer adversario que se ponga a mi alcance después de que suene el silbato del árbitro”. “Si tengo éxito me pagas la cena, si fallo la pago yo”. … ¡tres partidos y tres cenas pagadas por el bueno de Garzena!

A continuación, algunas películas de excelente calidad, que recogen imágenes de algunas de las más bellas jugadas y goles de este maravilloso futbolista, incluidas las de su etapa argentina.

El perfil de Omar Sívori es una de las 43 biografías contadas en https://www.urbone.eu/products/matti-miti-e-meteore-del-futbol-sudamericano