“No estuve allí hace dos años en Tenerife.

Sin embargo, estuve allí el año pasado.

Y duele como el infierno incluso ahora.

Dicen que un rayo nunca cae dos veces en el mismo sitio.

Pero en el Real Madrid, y a varios de mis compañeros hoy, sí.

Hace dos años, sentían que el título de campeones de España estaba a su alcance.

Íbamos ganando por dos goles a cero con poco más de medio tiempo por jugar.

Cuando marcaron un gol unos segundos antes de irse a los vestuarios pareció un incidente sin importancia.

En cambio, en la segunda parte todo lo que podía salir mal, salió mal.

Primero la expulsión de Villaroya y luego un desafortunado gol en propia puerta de Ricardo Rocha y después una jugada loca de Sanchis, uno de los defensas más fuertes de Europa, que dio a Pier y al Tenerife el gol de la victoria y al Barcelona el título que mis compañeros menos de una hora antes sentían que ya tenían en el bolsillo.

El año pasado, cuando el calendario nos volvió a poner por delante de Tenerife en la última jornada, ¡hasta nos alegramos!

Esta vez yo también estaba allí.

La sed de venganza de mis compañeros era tan grande… y nadie pensaba que pudiera volver a ocurrir.

En cambio, fuimos a Tenerife exactamente en la misma situación que la temporada anterior.

Llegamos al Heliodoro Rodríguez López con un punto de ventaja sobre el Barcelona.

Esta vez sabíamos que sería mucho más difícil.

El Tenerife de Valdano y Cappa se había convertido en un gran equipo.

Jugadores que valen Castillo, Pizzi, Dertycia y Redondo.

Y, sobre todo, luchaban por acabar entre los seis primeros, lo que significaba la clasificación para la Copa de la UEFA, por primera vez en la historia del club.

Era, si cabe, aún peor.

Perdimos dos a cero y nunca estuvimos realmente en el partido.

A los diez minutos ya perdíamos por un gol.

Cuando llegó el segundo, hacia el final de la primera parte, sabíamos que iba a ser otro día terriblemente malo.

Ese día podría haber marcado un triplete, pero fue uno de los días más negros de toda mi carrera. Primero fui capaz de fallar dos goles solo delante del portero rival, Augustin, que luego me derribó cuando ya le había ganado y estaba a punto de meter el balón en la portería desguarnecida.

El único que no vio ese penalti sacrosanto fue el mismo que debería haberlo visto…

Para colmo, también perdí el control de mis nervios, reaccioné estúpidamente a un agarrón de uno de sus defensas y fui expulsado.

Una vez más, nuestro gran rival, el Barcelona, nos adelantó justo en la línea de meta.

Han pasado casi dos años desde aquel día.

Hoy llega al Santiago Bernabéu el Deportivo de La Coruña. Son nuestros rivales por el título. Es el antepenúltimo partido de la temporada, pero ganar hoy significaría hacernos con el título, esta vez sin sorpresas de última hora.

Estamos tensos como las cuerdas de un violín.

Entrenamos duro durante la semana, como de costumbre.

Jorge Valdano, nuestro nuevo entrenador, (¡sí, el que entrenaba al Tenerife!) ha intentado por todos los medios darnos serenidad, infundirnos confianza y autoestima.

Pero el miedo a volver a fracasar es demasiado grande.

No ganar esta noche (o incluso perder…) sería volver a una presión demencial que no es fácil de manejar en un gran club como el Real Madrid, que no gana el título desde hace exactamente un lustro.

Mi gran amigo Amavisca tampoco está para bromas.

Y para alguien como él, que no tiene rival cuando se trata de reír, inventar chistes o hacer el tonto, ¡es algo realmente raro!”.

Será una noche memorable para el Real Madrid y para Zamorano.

Y desde luego no será una velada para aficionados merengues con problemas coronarios.

Después de que José Emilio Amavisca marcara el gol de la victoria, con asistencia de Fernando Redondo, y tras haber fracasado en varias ocasiones en el intento de doblar el marcador, mediada la segunda parte llegó el chaparrón, y con él todos los fantasmas de las últimas y agónicas temporadas.

Bebeto, el fortísimo delantero centro brasileño que había ganado el Mundial un año antes con su selección, encontró el gol del empate con una precisa carrera en diagonal.

El Depor sintió claramente el miedo del Real y se hizo dueño del campo.

Se dieron cuenta de que podían ganar el partido y reabrir una Liga que parecía asegurada para los hombres de Jorge Valdano.

Fran, delantero exterior del Depor, llega casi desde atrás e intenta poner un centro al área donde al menos tres jugadores blanquivioleta esperan el balón.

Faltan cinco minutos.

Su centro es interceptado por Chendo que pasa a Redondo.

El ‘5’ de la Real pasó al danés Laudrup, que logró evitar la anticipación de Alfredo y abrir a la izquierda para Amavisca. Cuando el delantero exterior del Real recibió el balón aún estaba en su propio campo. Corre unos metros, levanta la cabeza y cambia por completo el juego en el lado contrario.

En ataque para el Real, sólo estaba Iván Zamorano, a nada menos que 25 metros de la portería contraria.

El serbio Miroslav Dukic salta para anticiparse al chileno, que, sin embargo, se eleva hacia el cielo, controla con el pecho un balón aparentemente imposible. Espera un rebote y descarga una diagonal que dobla literalmente las manos de Liano, el ‘guardameta’ del Depor.

El Bernabéu explota.

Zamorano se quita la camiseta y su loca carrera acaba en la línea de banda, la que está debajo de la tribuna principal.

Se arrodilla y se siente abrumado por el abrazo de sus compañeros.

Es su 28º gol en la Liga.

La pesadilla ha terminado.

El Real vuelve a estar en el techo de España.

Iván Zamorano nació en Santiago el 18 de enero de 1967 y era hijo único de Luis Zamorano y Alicia Zamora. Cuando sólo tenía tres años, se trasladó a Vila México, en el municipio de Maipú.

Cuando Iván sólo tiene 13 años, su padre Luis muere repentinamente de apendicitis fulminante.

Iván está muy unido a su padre, que le transmitió su pasión por el fútbol. Son años difíciles para Iván, que encuentra la fuerza para superar este trauma en el fútbol y en el consuelo de su madre.

Su primer contrato profesional llegó en 1985 con el Cobresal, un equipo de primera división de la ciudad de El Salvador.

El Salvador está a tiro de piedra del desierto de Atacama, donde se encuentran las principales minas de cobre del país. No es un lugar fácil para vivir, pero se crea un vínculo muy estrecho entre el equipo y la comunidad.

Iván no tardó en demostrar sus grandes dotes, pero el entrenador del equipo, Manuel Rodríguez Araneda, consideró que el chico tenía que ‘curtirse’ en otro sitio, para hacerse un hueco más en el once titular. Así que fue cedido al Cobreandino de la Segunda División.

Aquí Iván explota literalmente.

Marca y marca y muestra un carácter combativo y nunca dócil que le hace enfrentarse sin miedo a los duros defensas de la categoría.

La directiva de Cobresal no perdonó al entrenador Araneda por su elección.

Zamorano fue convocado a Cobresal, donde Araneda inmediatamente enmendó su error entregándole a Iván la camiseta número 9 del equipo.

La respuesta de Zamorano fue perentoria: 13 goles en el Torneo Apertura 1987 y el título de máximo goleador.

Ese mismo año, Iván debutó con la selección (marcó contra Perú), pero cuando ya se hablaba de su traspaso a algún club sudamericano importante, fue el Bolonia quien, además de Zamorano, invirtió en su compatriota Hugo Rubio, decididamente más experimentado que Iván.

Gigi Maifredi, entrenador del Rossoblù, no considera a Ivan Zamorano listo para el campeonato italiano. La opción es enviarlo cedido al St.Gallen, de la primera división suiza.

Lo mismo ocurrió unos años antes en Chile con Cobresal.

Gallen, Zamorano demostrará lo equivocada que estaba la apreciación del señor Maifredi… aunque con una diferencia: esta vez será Zamorano quien se niegue a regresar a Bolonia, prefiriendo jugar primero otra temporada en el St.Gallen.

Marcaría 37 goles en 61 partidos oficiales en el equipo suizo y en ese momento se adelantaría el Sevilla español.

El St. Gallen cobrará por este pequeño club una suma récord de 2,5 millones de dólares e Iván se incorporará a uno de los equipos más importantes de la Liga.

En el Sevilla, las lesiones condicionarán en gran medida su rendimiento, pero sin duda su calidad no pasará desapercibida.

Pero la llamada del gran Real Madrid sorprendió a todos los observadores… y al propio Zamorano, que en un principio no quería creer que uno de los clubes más importantes del planeta pudiera demandar sus servicios.

El 14 de junio de 1992, Iván Zamorano fue presentado como nuevo fichaje de los merengues.

Su tarea no es nada fácil: tiene que sustituir a un icono absoluto como Hugo Sánchez, que regresa a México ese mismo verano.

Zamorano recuperó plenamente su condición física y jugó una temporada extraordinaria.

Marcó 27 goles y terminó segundo en la tabla de goleadores de la Liga a un solo gol del brasileño Bebeto, ganando la Copa del Rey pero perdiendo inesperadamente el título en la última jornada en el partido fuera de casa en Tenerife.

Sin embargo, la temporada siguiente fue decepcionante para el club (sólo consiguió el 4º puesto en la Liga) y para Zamorano, que sólo marcó 11 goles en la Liga.

Al comienzo de la temporada siguiente, Jorge Valdano llegó al banquillo de los ‘blancos’ del Bernabéu y le comunicó al bombardero chileno que no entraba en sus planes para la nueva campaña.

Zamorano tiene intenciones opuestas.

Es perfectamente feliz en el Real Madrid y no tiene intención de irse a otro sitio, y a pesar de algunos “desacuerdos” iniciales, convence a Valdano de sus cualidades.

Será probablemente la mejor temporada en la carrera de ‘Bam Bam’ Zamorano, que ganará la Liga y triunfará en la clasificación del ‘Pichichi’, marcando la friolera de 28 goles.

La temporada siguiente, sin embargo, será una de las más problemáticas de la historia reciente del Real Madrid. Problemas a todos los niveles, desde la Presidencia hasta el terreno de juego, donde los “merengues” terminarán la temporada con un decepcionante sexto puesto. Iván participará en la mala temporada del club aunque, a diferencia de varios de sus compañeros, a menudo será el último en rendirse sobre el terreno de juego.

En ese momento, fue el poderoso Inter de Milán quien desembolsó más de 4.000 millones de antiguas liras para hacerse con los servicios del chileno de 29 años.

Llegaron dos finales de la Copa de la Uefa (con Zamorano en la portería en ambas ocasiones) con el triunfo en la segunda en la final contra el Lazio.

Especialmente a partir de esta temporada, el papel de Zamorano en el equipo cambió radicalmente. La llegada del brasileño ‘Fenomeno’ Ronaldo obliga a Zamorano a un trabajo diferente al que estaba acostumbrado. Ya no es la terminal del juego ofensivo del equipo, sino que se ha transformado en el clásico “wingman”, que se mueve por todo el frente de ataque, jugando casi siempre como lateral e intentando crear espacios para los impresionantes sprints de sus compañeros.

Zamorano se adaptó inmediatamente a este nuevo papel, entrando por la fuerza en el corazón de los aficionados nerazzurri, que apreciaron su gran aportación al equipo.

Mientras tanto, con su propia selección nacional, le esperan grandes satisfacciones.

Con la llegada de Marcelo Salas, Chile se encontró con una pareja de delanteros de absoluto valor y con ellos se logró la clasificación para el Mundial de Francia tras 16 años de ausencia.

“Bam Bam” es decisivo.

Marcó 12 goles durante la fase de clasificación, estableciendo un récord aún imbatido.

Fue un buen Mundial para Chile, que terminó en octavos de final tras caer ante Brasil.

A finales de 2000, su aventura italiana con los nerazzurri llegó a su fin.

Pero los retos están lejos de haber terminado para el zamorano de 33 años.

Se trasladó a México, al Club América, el más popular y seguido en el país de los aztecas.

La expectación es enorme.

Y como de costumbre ‘Bam Bam’ Zamorano no falla a las expectativas.

Incluso marca un hat-trick.

Las “Águilas” tienen un nuevo ídolo.

El delantero chileno jugó dos temporadas al más alto nivel con el prestigioso club mexicano, ganando el título en el verano de 2002, trece años después de su último triunfo.

Una victoria por 3-0 en un abarrotado estadio Azteca, dando la vuelta al 0-2 de la ida con Zamorano, ni que decir tiene, protagonista del partido con el segundo gol que llevó al equipo a la prórroga donde el tercer gol del argentino Hugo Castillo fue decisivo.

En México Zamorano es un referente absoluto para el equipo y un ícono para la ‘Hinchada’ de las ‘Águilas’ pero hay una promesa que cumplir.

La que se hizo junto a la cama de su padre enfermo: jugar algún día en Colo Colo, el equipo del corazón de Luis y también de su hijo Iván.

“Bam-Bam” regresa a Chile por una última temporada con las botas de fútbol en los pies.

Jugará el Torneo de Apertura 2003, anotando 8 goles en 14 partidos y ayudando a llevar a Colo Colo a la final contra Cobreloa, perdida estrepitosamente por 4 goles a 0.

Al término de este partido, Iván Zamorano anunció su adiós a los 36 años para dedicarse a sus actividades empresariales, donde demostró la misma habilidad que tenía en el terreno de juego.

ANÉCDOTAS Y CURIOSIDADES

Una de las anécdotas más curiosas es la que cuenta el seleccionador chileno Manuel Pellegrini.

“Estábamos jugando un partido de la Copa de Chile. Jugué de defensa en la Universidad de Chile. Enfrente teníamos a un equipo de Segunda División, el Cobreandino.

En un tiro desde fuera, nuestro portero bloqueó el disparo. Salté para despejar el balón de cabeza cuando detrás de mí venía un chaval de 17 años que saltó medio metro más alto que yo y cabeceó el balón a la red. Ese mismo día decidí que había llegado el momento de dejar el fútbol”.

Ese chico era, por supuesto, Iván Zamorano.

El epílogo de Pellegrini, sin embargo, es precioso. Bueno, si hubiera sabido en lo que se convertiría Zamorano, ¡hubiera jugado un par de años más!

En el verano de 1994, Jorge Valdano llegó al banquillo del Real Madrid. En su propuesta futbolística no tiene cabida Iván Zamorano. Se lo comunica al chileno, invitándole a buscar un equipo.

Iván, sin embargo, no tiene intención de rendirse fácilmente.

En una de las primeras sesiones de entrenamiento con el equipo, durante un partido ambos se enfrentan para disputarse el clásico balón “50/50”.

Zamorano entra con gran decisión, enviando literalmente al ex campeón mundial argentino a despatarrarse.

Valdano se levanta y con su flema habitual le pregunta a Zamorano “¿Siempre entrenas con esta garra o sólo cuando no aguantas a tu entrenador?”.

Zamorano realiza una excelente ‘pre-temporada’ y acaba convenciendo a Valdano (persona de gran cultura e inteligencia) para que le confirme como número 9 en el ataque del Real Madrid.

Hay un partido que cuenta más que cualquier otro para el Real Madrid: y es, como todo el mundo sabe, el “Clásico” contra su rival histórico, el Barcelona. Marcar contra el Barcelona para un delantero del Real Madrid significa garantizarle amor incondicional y mucha paciencia extra en caso de actuaciones poco excepcionales.

Iván Zamorano ya lo había conseguido en sus dos primeras temporadas, a menudo con la ‘marca’ de la casa, es decir, con terribles ‘zuccate’.

En la temporada 1994-95, sin embargo, marcó un triplete ante el público del Bernabéu, que supo aún más dulce porque contribuyó a la ‘manita’ (5 goles a 0) que el Real le endosó a los blaugrana, que habían hecho lo propio en sentido contrario sólo un año antes.

Lo más clamoroso quizá sea el hecho de que de los tres goles de Zamorano ¡no hay ni uno solo de cabeza!

Muchos, sin embargo, recuerdan lo que ocurrió con la llegada de Ronaldo al Inter. Con la importante ‘presión’ de Nike, patrocinador del club nerazzurro, y del propio Ronaldo, Zamorano se vio obligado a renunciar al dorsal número 9 que lució en la temporada anterior, en la que el fenómeno brasileño tuvo que ‘conformarse’ con el número 10. En la temporada 1998-1999, con la llegada de Baggio, al que se le asignó el número 10, Zamorano, ciertamente descontento, se vio obligado a elegir un nuevo dorsal.

Llegó un artificio.

Parece que la idea es del propio Presidente Moratti.

Zamorano saltará al campo no con el dorsal 18 que tenía asignado, sino con el 1+8… confirmando que sigue siendo a todos los efectos delantero centro.