Hay futbolistas que entran poco a poco en el corazón de sus seguidores.

Pero una vez que han entrado en sus corazones, nunca se van.

A menudo no son los más talentosos, los más creativos o los más espectaculares del equipo.

Tampoco son el número “9” que marca 30 goles por temporada, el fantasioso “10” que te hace saltar el corazón cada vez que se va en un regate, o el portero que va y te arrebata un balón del larguero de los postes cuando ya puedes tener las manos en el pelo desesperado por un gol encajado.

Son los que, sin necesidad de besar el escudo como está de moda hoy en día, empapan literalmente la camiseta con su propio sudor, en el partido y en los entrenamientos.

Ellos son los que reciben y dan golpes, porque el fútbol no es sólo para ingenieros, sino también para obreros.

Son ellos los que se atan a una ciudad, a la gente de esta ciudad, a un club y a una camiseta, y que ni siquiera un gran aumento de sueldo, la posibilidad de ganar trofeos o el escaparate internacional son capaces de cambiar sus prioridades.

Glenn Stromberg para el Atalanta y su maravillosa afición es todo eso.

Y quizás aún más.

Sí, porque este “gran sueco” de más de un metro noventa no sólo ha jugado ocho temporadas consecutivas en el DEA, sino que ha renunciado a compromisos mucho mayores en equipos más blasonados y probablemente más exitosos.

Stromberg se quedó a vivir en Bérgamo, él y su espléndida familia… ¡incluida su nieta Ginevra!

Y pensar que los comienzos no fueron nada fáciles.

Al contrario.

Cuando Stromberg llegó a Bérgamo en el verano de 1984, el Atalanta acababa de ascender a la Serie A tras un periodo de purgatorio en la Serie B y otro en la Serie C.

Stromberg ya se había hecho un nombre antes en el Goteborg, donde incluso logró ganar una Copa de la UEFA en mayo de 1982, y luego en el Benfica, de nuevo junto a su mentor Sven Goran Eriksson.

En Bérgamo, Glenn encontró como “entrenador” a Nedo Sonetti, un toscano genuino al que definir como futbolísticamente “pragmático” es quedarse corto.

A Glenn le costó encajar en un equipo “disperso”, dedicado a defender antes que a atacar.

El que viene de equipos ganadores, donde siempre ha tenido carta blanca para insertarse en el ataque y buscar él mismo la red.

Además, pronto descubre que la ignorancia, los prejuicios y la maldad siguen siendo parte integrante de nuestro país.

‘Marisa’ es el apodo con el que la afición rival le etiqueta por esa larga melena rubia, llegando a cuestionar su ‘masculinidad’ y sus gustos sexuales.

Glenn lo soporta sin demasiados problemas.

Tiene otras cosas en las que pensar.

Como la salvación del Atalanta y cómo, sobre todo, encontrar el camino para volver a ser el jugador universal que había sido con el Goteborg y el Benfica.

En la segunda mitad del campeonato, el Atalanta, y especialmente Stromberg, empezaron a ponerse las pilas.

Poco a poco, la afición del Atalanta aprende a apreciar a este jugador largo y espigado, capaz de llevar el equipo a hombros, poniendo el corazón y la inteligencia táctica en cada partido.

Al final de la temporada obtuvo un excelente 10º puesto, y para Stromberg llegó la gran satisfacción de ser nombrado “Futbolista sueco del año” en 1985.

El verdadero punto de inflexión en su relación con el club, la afición y la ciudad de Bérgamo llegaría dos temporadas más tarde.

Al final de la temporada 1986-87, el Atalanta descendió a la Serie B.

Sin embargo, también alcanzó la final de la Coppa Italia y, pese a perderla contra el Nápoles, que también se proclamó campeón de Italia, el Atalanta se ganó el derecho a participar en la próxima Recopa.

Sin embargo, al final de la temporada, el sueco expresó su deseo de marcharse a otro sitio.

No está contento con la situación y, además, está en el punto de mira de algunos aficionados.

‘Marisa’ ya no es un apodo con el que sólo se burlan de él los aficionados contrarios… ahora algunos partidarios de la DEA están pensando en utilizar la misma estúpida ‘arma’.

Ese verano, el presidente Bortolotti decidió poner el equipo en manos del joven entrenador Emiliano Mondonico, que la temporada anterior había conducido al Como a un sonado 9º puesto en la Serie A.

Era el mejor movimiento posible, para el Atalanta y para Stromberg.

Hay una química inmediata entre los dos.

Mondonico contaría más tarde que se veía a sí mismo en aquel grandullón un poco fuera de serie, con una inteligencia por encima de la media y una actitud “rebelde” igual a la que tenía el Mondonico futbolista.

Además, descubrieron que compartían el amor por los Rolling Stones.

Está hecho.

Mondonico convence a Stromberg para que se quede en la Serie B, le ofrece el brazalete de capitán y lo convierte en el líder absoluto del equipo.

Tras unos días de entrenamiento preparatorio, la cuestión de “Marisa” también queda resuelta de una vez por todas.

Está previsto un partido amistoso contra un equipo menor.

Stromberg ya ha marcado dos goles y dirige al equipo con autoridad y carácter.

Desde las gradas un par de imbéciles piensan bien en aguar la fiesta.

Despierta, Marisa”, es el grito que sale de las gradas.

Glenn echa un ojo hacia la zona de donde procedía esa voz.

Con él está también Aldo Cantarutti, bombardero de los Orobici y otro jugador de talla importante.

Juntos trepan por la red protectora.

Stromberg levanta a uno de los “furbies” por la solapa.

“Me llamo Glenn, Glenn Stromberg. Capitán de Suecia y Atalanta. No lo olvides NUNCA. Ni tú ni nadie”.

Volvió al campo, sonrió al banquillo y reanudó el juego.

Esa temporada pasará a la historia del Atalanta Bergamasca Calcio.

No sólo hubo un regreso inmediato a la Serie A (aunque doloroso, y en la última jornada), sino sobre todo un increíble paseo en la Recopa que llevó a los bergamascos hasta la semifinal perdida ante los belgas del KV Mechelen (o Malines en la dicción francófona), que sigue siendo el mejor resultado de un equipo de Segunda División en las Copas de Europa.

Stromberg es adorado por el público.

Es el capitán, el símbolo, el alma.

Se sacrifica en la cobertura, siempre está dispuesto a dejarse caer hacia atrás y defender con gran humildad, sólo para encontrarle un momento después preparando la acción o lanzándose en profundidad para dictar el pase.

La temporada siguiente, la de su regreso a la Serie A, fue sencillamente sensacional.

Un 6º puesto, que vale una plaza en la próxima Copa de la UEFA y “aderezado” con unos resultados con los que los apasionados aficionados bergamascos sólo habían soñado durante años: victorias a domicilio ante Juventus y Milan.

A estas alturas, el Atalanta es una realidad del fútbol italiano.

Para la DEA y sus increíbles seguidores, serán años inolvidables.

Habrá jugadores extraordinarios como Claudio Caniggia y el brasileño Evair, habrá otras excelentes clasificaciones y participaciones en competiciones europeas.

Y también habrá episodios feos, que privarán a Atalanta de posibles grandes satisfacciones y herirán el alma de Glenn Stromberg, que había construido su carrera sobre la ética y la corrección profesional.

Nos referimos a lo ocurrido el 26 de enero de 1990.

Se jugaban los cuartos de final de la Coppa Italia. Enfrente estaba el AC Milan, vigente campeón de Europa, que en mayo de ese mismo año repetiría éxito en la competición más importante de Europa.

Era el Milan de Berlusconi, Sacchi y el fantástico trío holandés de Van Basten, Gullit y Rjikard.

Un empate le bastaría al Milan para clasificarse, pero en su lugar fue el Atalanta quien se adelantó y el partido entró en la recta final.

Borgonovo ha caído tras un choque.

Se retuerce y maldice.

Glenn Stromberg se da cuenta y pone el balón en la falta lateral para poder prestar los primeros auxilios al delantero del Milan. Incluso levanta un brazo para llamar la atención del árbitro y de los médicos.

Rjikard efectúa el saque de banda, cediendo el balón a Massaro.

Todos los jugadores del Atalanta se quedan quietos, esperando a que les devuelvan el balón o lo saquen del campo.

Massaro, en cambio, lanza el balón al centro del área.

Atalantini todos se quedan quietos.

Borgonovo se catapulta sobre el balón, que probablemente no vio lo que había sucedido unos segundos antes. Se bate en duelo con Barcella, el stopper del Atalanta, que le torea un poco en el cuerpo a cuerpo.

Es un penalti.

Los Atalantini están furiosos.

El balón era del Atalanta y el Milan debería haberlo devuelto.

El tiempo expiró.

Franco Baresi apareció en el punto de penalti.

Los Atalantini pidieron justicia al capitán rossonero.

La única opción posible es lanzar el penalti fuera.

Stromberg aumenta la dosis “Si eres un hombre este penalti lo pateas a la grada” le dice el sueco a Baresi.

Baresi no escucha a nadie.

Dispara y marca.

El Milan está en semifinales de la Coppa Italia.

El Atalanta está fuera.

Es un episodio vergonzoso, en la historia del Milan y del fútbol italiano.

Se desata el infierno, en el campo y sobre todo en el vestuario.

“A alguien le van a dar una patada en el culo”, diría más tarde Mondonico sobre lo ocurrido en el vestuario.

Milán no causó una gran impresión.

Rjikard se limitará a decir “somos profesionales”, Baresi lo glosará de forma poco ortodoxa y Berlusconi, “después”, hablará de rehacer el partido… más tarde, siempre más tarde.

El único que saldrá bien parado será Paolo Maldini, que al final del partido saldrá con un lacónico “¡qué mierda de figura hemos hecho!”.

Stromberg jugará dos temporadas más con la DEA y al final de la temporada 1991-1992, con sólo 32 años, decidirá dejar el fútbol.

El homenaje de la afición del Atalanta pone la piel de gallina.

El afecto por este gigante sueco va mucho más allá de los méritos futbolísticos.

Es la honradez de la persona, el sentido de pertenencia, la naturaleza innata para trabajar, esforzarse y sacrificarse.

Todas las cualidades de la gente de allí.

Glenn se haría bergamasco por dentro, hasta el punto de quedarse aquí al final de su carrera, crear empresas de éxito, dar a conocer los productos italianos en su país, adonde regresa a menudo para ser comentarista deportivo.

Para entender lo que Stromberg representaba realmente para Bérgamo y los aficionados del Atalanta, quizá no basten las palabras.

Mejor mirar los certificados.

Como la que la curva DEA decidió exhibir el 6 de mayo de 2012, antes de un partido en casa contra el Lazio. Hay 7 números bajo los cuales están los 7 nombres de los grandes capitanes de la historia del Atalanta.

En el centro, el único con una pancarta blanca y no nerazzurra, es él: Glenn Stromberg, aunque dejó de jugar al fútbol hace 20 años.

Pero si hay otro homenaje similar, aunque sea dentro de otros 20 años, en el centro, estamos seguros, siempre estará él.

ANÉCDOTAS Y CURIOSIDADES

Todo el mundo es consciente de la estima y el afecto que existe entre Mondonico y Stromberg en Bérgamo. Sin embargo, no todo el mundo conoce uno de los pocos episodios en los que ambos se enfrentaron de forma decisiva.

¿El tema de debate? El juego de cartas.

Durante los largos viajes en autocar, las cartas eran el pasatiempo favorito de muchos futbolistas, y los jugadores del Atalanta no eran una excepción.

Uno de los jugadores más apasionados fue el capitán Stromberg.

Durante un tiempo, Mondonico consiguió aguantar esta costumbre, que nunca le gustó demasiado. Pero entonces llegaron un par de derrotas consecutivas fuera de casa y las cosas cambiaron radicalmente.

“Chicos, esas malditas cartas os distraen y os quitan la concentración. Será mejor que descanséis y penséis en el partido durante vuestros viajes en autobús”, fue el mensaje explícito de “Mundo”.

Stromberg se enfada mucho esta vez.

“No entrenador. No podemos aceptarlo. El juego de cartas no tiene nada que ver con si ganas o pierdes”.

Comenzó una larga y tortuosa negociación que desembocó en un resultado salomónico: se jugaba a las cartas en horarios alternos: una hora jugando y otra fuera, ¡y así durante todo el viaje!

Otra anécdota divertida se refiere al partido de entrenamiento de los viernes. Stromberg cuenta que en aquellos partidos se respiraba a menudo la misma intensidad que en una final de copa. Mondonico sabía muy bien que Stromberg odiaba absolutamente perder, y jugando con este hecho prolongó el partido final hasta el exceso, negando al equipo de Stromberg lanzamientos de penaltis evidentes o concediendo ventajas al equipo contrario del capitán. Stromberg, que no aceptaba perder, exigió seguir jugando… hasta ganar, para regocijo de Mondonico, que había obtenido de sus chicos una tensa y muy productiva sesión de entrenamiento.

Fútbol-tenis. Una de las grandes pasiones o retos para cualquier equipo de fútbol. En Bérgamo se había convertido casi en una obsesión.

El difunto Mondonico cuenta que, con el entrenamiento programado para las 15.00 horas, siempre se aseguraba de estar en el campo del Zingonia con bastante antelación para preparar la sesión.

… ¡sólo para descubrir que a las 2 de la tarde el equipo al completo ya se estaba retando en tensos partidos de fútbol-tenis!

Añadió que a menudo, cuando empezaba la verdadera sesión de entrenamiento, muchos de sus jugadores estaban ya muy cansados…

Sin embargo, es el propio Mondonico quien recuerda una de las características más importantes de Glenn Stromberg: su “rara” capacidad para leer el juego como pocos.

‘Nunca le di tareas tácticas demasiado precisas a Glenn. Sencillamente porque era él sobre el terreno de juego quien siempre entendía, en función del desarrollo del partido y de la alineación de los adversarios, dónde colocarse para ser lo más útil posible al equipo. Es un don innato. Eso sólo lo tienen las personas inteligentes y los futbolistas”.

La de Glenn Stromberg es una de las 38 biografías contadas en http://www.urbone.eu/media/images/shop/questo-e-il-nostro-calcio.jpg