Cuando llegó al Leeds en el verano de 1970 nadie había oído hablar de él. Don Revie, el gran entrenador del Middlesbrough que había devuelto al Leeds United a la cima del fútbol inglés, lo había querido.

Joseph Jordan había jugado un puñado de partidos con el Greenock Morton, un equipo de la liga escocesa de cadetes. Y para haber jugado en el centro del ataque, no se puede decir que haya hecho maravillas. Sólo un gol en ocho partidos oficiales.

Sólo que Revie llevaba siguiendo al chico desde sus inicios en las filas juveniles del Blantyre Victoria gracias al consejo de un amigo que vivía en la zona.

 “Tenemos un diamante en bruto aquí Donald. Pero date prisa en venir a verlo porque, al parecer, Jock Stein y Bill Shankly también han empezado a preguntar por él’, le dijo el amigo por teléfono.

¿Qué mejor referencia que los dos mejores entrenadores escoceses de la época? Y si dos grandes equipos como el Celtic y el Liverpool estaban interesados, realmente merecía la pena intentarlo. Eso era más o menos lo que Don pensaba en aquella primavera de 1970.

El entrenador del Leeds cogió su coche, cruzó los montes Peninos y atravesó el Muro de Adriano. Casi 400 kilómetros para ir a ver a un carnívoro como Joseph Jordan en acción.

Cuarenta y cinco minutos de juego bastaron para que Revie decidiera que este grandullón de 186 centímetros y 80 kilos de músculo podía serle útil a su equipo, el Leeds.

“No sé si llegará a ser el futbolista que creo que será, eso sólo lo dirá el tiempo. Todo lo que sé es que vendrás a mí y me rogarás que lo ponga en el equipo contigo en los partidos de entrenamiento”.

Ésas fueron las palabras de Revie cuando comunicó a sus jugadores que había adquirido a este desconocido semiprofesional escocés.

Jack Charlton, Norman Hunter, Johnny Giles y compañía tardaron sólo unas cuantas sesiones de entrenamiento en darse cuenta de que su entrenador no había exagerado en absoluto.

No sólo era un auténtico goleador, sino que su estilo de juego convertía cada balón en una cuestión de vida o muerte.

Sin compromiso.

Y en el juego aéreo no tenía rival.

Potencia y elevación.

Y una musculatura en el cuello que le permitía imprimir una potencia impresionante a sus remates de cabeza.

Nunca en toda mi carrera había perdido tres duelos aéreos seguidos”, relató un día Jack Charlton, defensa central del Leeds y campeón del mundo con la selección inglesa en 1966.

“Contra Jordania en el entrenamiento llegué a cinco …”

El problema para el escocés era que en el primer equipo había dos delanteros del calibre de Mick Jones y Allan Clarke, que no sólo marcaban con una regularidad impresionante, sino que habían establecido una compenetración casi telepática.

Jordan supo aprovechar su momento.

En las primeras temporadas jugó muy poco, pero quienes le vieron en acción con el equipo reserva sabían que sólo era cuestión de tiempo.

La temporada decisiva fue la de 1972-1973. Fue durante este periodo cuando los problemas de Mick Jones, hasta ese momento titular indiscutible del dorsal número 9 de los blancos, dieron por fin a Jordan la oportunidad de jugar con continuidad en la alineación titular.

Jordan respondió magníficamente, marcando doce goles en treinta y cuatro partidos oficiales, pero sobre todo confirmando plenamente sus dotes como “hombre gol” del más alto nivel.

Sería una temporada que acabaría de la forma más amarga posible para Jordan.

Primero la exclusión en favor de Jones en la final de la FA CUP perdida contra el Sunderland y luego la increíble e inmerecida derrota en la final de la Recopa en Salónica contra el AC Milan, donde “Big Joe” jugó de titular pero no logró dejar huella.

Tres días después de ese partido debutó con la selección escocesa en un partido del Torneo Interbritánico contra “el viejo enemigo”, Inglaterra.

Fue otra derrota y de nuevo por un gol a cero como las dos anteriores.

Pasarían unos meses y llegaría para Joe Jordan una de las mayores satisfacciones de toda su carrera.

Escocia recibió a Checoslovaquia en Hampden Park en un partido de clasificación para el Mundial de Alemania del verano siguiente.

Una victoria garantizaría el pase a octavos de final… dieciséis años después de la última aparición de los escoceses en una final de la Copa Mundial, en Suecia 1958.

El comienzo es desastroso. Un disparo aparentemente inofensivo de Zdenék Nehoda escapa al alcance de la guardameta escocesa Ally Hunter y se cuela en la red.

Escocia reaccionó enérgicamente y antes del final del periodo encontró el empate con un gol de cabeza del defensa central del Manchester United Jim Holton.

En la segunda parte, sin embargo, los ataques escoceses chocaron sin tregua contra el muro erigido por Pivarnik y sus compañeros, y ni Kenny Dalglish ni Denis Law pudieron encontrar el camino.

A mediados de la segunda parte, el seleccionador escocés, Willie Ormond, decidió lanzar a Jordan al terreno de juego.

Con Checoslovaquia cada vez más encerrada en su propia zona y el espacio cada vez más limitado, hubo que buscar otras soluciones.

El cabezazo de Joe Jordan podría ser uno de ellos.

No habían pasado ni diez minutos desde que el poderoso delantero del Leeds había entrado en el campo cuando Willie Morgan, el espigado extremo del Manchester United, desde la banda derecha y con un delicado toque exterior derecho, puso un balón hacia el centro del área checa.

En ese balón, Jordan se lanza y golpea el balón con toda la frente.

El balón pasó cerca del poste, a la izquierda del guardameta checo Viktor, que se quedó inmóvil ante el imperioso disparo de Jordan.

Es el gol de la clasificación y es el gol que relegará para siempre a Joe Jordan a la historia del fútbol escocés.

Joe Jordan permanecería en el Leeds United hasta enero de 1978, cuando el Manchester United pagó la astronómica suma de 350.000 libras para llevárselo a Old Trafford.

ANÉCDOTAS Y TRIVIALIDADES

La famosa mirada desdentada de Jordan se debió a algo que ocurrió en uno de los primeros partidos que jugó nada más llegar al Leeds. En un partido de reservas del Campeonato, durante un scrum en el área, Jordan decidió lanzarse de cabeza para golpear el balón justo cuando un defensa intentaba devolverlo… ¡pero con el pie! El resultado fue la pérdida de sus dos incisivos superiores… lo que le hizo aún más agresivo e intimidante.

A su llegada al Leeds, Jordan encajó rápidamente en la numerosa colonia escocesa que jugaba en el equipo de Elland Road. Bremner, Harvey, McQueen, Gray, Lorimer eran todos miembros importantes del equipo y Jordan pronto se convirtió en uno de los principales “bromistas” de la empresa.

Durante uno de los clásicos inviernos crudos de Yorkshire en los entrenamientos, Jack Charlton, el defensa inglés campeón del mundo en 1966, aparece en un flamante coche nuevo.

Billy Bremner, Allan Clarke y el propio Jordan consiguen hacerse con las llaves del coche de Charlton y construyen un muñeco de nieve perfecto… colocándolo dentro del coche en el asiento del copiloto.

“Charlton se fue literalmente de la gracia de Dios. Buscó desesperadamente a los culpables durante días, pero nadie dijo una palabra. Ahora puedo contarlo, pero en aquel momento fui muy prudente”, dice Jordan hoy divertido.

“El sentido del humor nunca ha sido la mejor baza de Jack”, recuerda Jordan.

Joe Jordan iba a ser uno de los protagonistas de lo que se recordará en la historia de la competición como el mayor robo en una final de la Copa de Campeones.

Es el 28 de mayo de 1975. El Leeds, que ya no contaba en el banquillo con Don Revie, que entretanto se había convertido en el entrenador de la selección inglesa, dirigido por Jimmy Armfield, jugó un excelente partido, poniendo repetidamente contra las cuerdas al Bayern de Múnich, defensor del título.

En los primeros cuarenta y cinco minutos del partido hubo dos penaltis sacrosantos para el equipo inglés que no fueron pitados por el árbitro francés Kitabdijan, uno en concreto por una falta clarísima de Franz Beckenbauer sobre Allan Clarke que le había saltado limpiamente en el área.

Jordan dominó en los balones altos y fue un auténtico monólogo para el Leeds, que recogió los frutos de su superioridad hacia el cuarto de hora de la segunda parte. Johnny Giles lanzó una falta desde la línea de tres cuartos y Paul Madeley remató de cabeza en el centro del área. El rechace de los defensas bávaros se quedó corto y Peter “rayo” Lorimer remató de volea para batir a un inmóvil y aturdido Sepp Majer.

Era el objetivo de la delantera inglesa.

Mientras los jugadores del Leeds celebran la merecida ventaja, se ve al árbitro señalar un punto dentro del área por indicación de uno de sus jueces de línea.

Los jugadores del Bayern están al menos tan aturdidos como los del Leeds.

El gol fue anulado por un fuera de juego de Billy Bremner que no sólo era inexistente, sino completamente irrelevante para la acción, ya que no estaba en la trayectoria del disparo.

A los diez minutos llegaron los dos goles alemanes, obra de Franz Roth y Gerd Müller, que sellaron uno de los “robos” más sensacionales de la historia del fútbol europeo.

Han pasado unos días desde aquel final. El equipo del Leeds se encuentra en el clásico retiro de final de temporada en España.

El maitre del hotel se acerca a los jugadores del Leeds y les anuncia que el entrenador del Bayern de Múnich está al teléfono pidiendo hablar con Joe Jordan.

Jordan echa un rápido vistazo a los compañeros presentes en la zona y, cuando se da cuenta de que tanto John Giles como Billy Bremner, los dos bromistas de la empresa, han desaparecido, se convence de que se trata de otra broma suya.

“Gordon”, le dice Jordan a su compañero McQueen, “¿te importaría ir a escuchar lo que quiere el entrenador del Bayern?”, cada vez más convencido de que se trata de otra broma de sus compañeros.

McQueen, haciéndose pasar por Jordan, descubre que Dettmar Kramer, el entrenador de los bávaros, está al teléfono diciéndole que el Bayern de Múnich está interesado en comprar al delantero centro escocés.

McQueen aprovecha la oportunidad.

“OK Mister Kramer. Con mucho gusto ficharé por el Bayern de Múnich… pero sólo si además de a mí compran a mi amigo Gordon McQueen.

En ese momento, el entrenador del Bayern explicó que eso no era posible, ya que Franz Beckenbauer y Hans-Georg Schwarzenbeck ocupaban el centro de la defensa del Bayern y que no habría sitio para McQueen.

En ese momento, un decepcionado McQueen volvió al borde de la piscina y le dijo a Jordan: “Boh, no entendí quién era, ¡pero realmente tenía un marcado acento alemán!

La cosa parece acabar ahí.

El último día de las vacaciones se repite la escena.

Kramer vuelve a llamar y esta vez Jordan se apresura a contestar.

“Señor Jordan, ¿ha pensado en nuestra oferta?”, le pregunta el entrenador alemán.

Cuando está a punto de responder “Lo siento, ¿qué oferta, Sr. Kramer?”, de repente todo se aclara para él.

“Gordon McQueen es uno de los mejores amigos que he tenido… ¡pero juro que aquel día le habría estrangulado con mis propias manos!”, dice hoy un divertido “Gran Joe”.

A su regreso a Inglaterra, el Bayern hizo una oferta formal por Jordan, pero el Leeds se mostró inflexible y no cedió… y así la experiencia de Joe Jordan en el extranjero se pospuso varios años.

Para cualquier futbolista escocés, el partido del año era contra el “enemigo” inglés en el desaparecido (¡y precioso!) Torneo Interbritánico.

Tras haber perdido en su debut en 1973, la temporada siguiente, en mayo de 1974, Inglaterra y Escocia se enfrentaron esta vez en Hampeden Park, en Glasgow. Había casi 95.000 personas en las gradas. En aquella ocasión, Escocia se impuso por dos goles a cero y Joe Jordan marcó el primer gol.

“Después del partido volvimos en coche de Glasgow a Leeds. Estábamos yo, Harvey, Bremner y Lorimer… ¡todos escoceses! mientras que el quinto era Norman Hunter, el único inglés del grupo. Para él, ese viaje fue un infierno. Billy Bremner, sentado atrás con Hunter, le miró directamente a los ojos durante todo el trayecto con una soleada sonrisa en la cara’.

Joe Jordan también estuvo en el campo el día del inolvidable triunfo en Wembley, el 4 de junio de 1977. “No sé cuántos escoceses había aquel día en Wembley… Lo que sí sé es que todas las personas que conocí en las semanas siguientes me dijeron que habían estado allí aquel día… ¡así que debía de haber al menos medio millón!”, dice Jordan divertido.

“Todo lo que sé es que estaban por todas partes después del partido, incluso bajo las duchas de los vestuarios”, recuerda el delantero centro escocés de aquel memorable día.

Pero no todo salió bien aquel día.

“Al final del partido me subo al coche con mi mujer para volver a Leeds. Recorremos unos kilómetros y el coche se avería. Por suerte conocimos a tres aficionados ingleses que tuvieron la infinita amabilidad de llevarnos en coche a una estación de tren”, recuerda Jordan, y añade: “¡Fueron los tres únicos aficionados ingleses que conocí aquel día!

Tras su paso por el Manchester United llegó la esperada llamada de Jordan desde el continente. Fue el AC Milan quien lo incorporó a sus filas en 1981.

Aunque sólo tiene 30 años, las muchas temporadas “dando guerra” en campos contrarios empiezan a pasarle factura.

Es probable que Jordan ya haya iniciado su parábola descendente, pero a decir verdad, el Milán de ese periodo no es capaz de ponerle en condiciones de rendir al máximo.

Era un Milan frágil que a menudo tenía que defenderse de equipos muy superiores y Jordan acabó jugando muchos partidos como único delantero, a menudo aislado del resto del equipo y sin esos suministros desde las bandas que le habían convertido en uno de los delanteros más temidos de Europa.

De hecho, el comienzo en la Coppa Italia ilusionó a los seguidores del diablo.

Un doblete contra el Pescara y luego un fantástico cabezazo en el derbi contra el Inter son una buena tarjeta de presentación, pero en el campeonato, por desgracia, las cosas irán muy distintas.

Sólo dos goles en 22 partidos y para el Milan al final de la temporada hay un regreso al purgatorio de la Serie A. Jordan, pese a varias ofertas de Gran Bretaña, ni siquiera piensa en abandonar el club rossonero.

El Milan dominó el campeonato de la Serie B y Jordan, que a menudo formaba pareja de ataque con el joven Aldo Serena en un equipo finalmente configurado con “tracción delantera” por el nuevo entrenador Ilario Castagner, marcó diez goles en la liga, nueve de ellos de cabeza, su especialidad.

La temporada siguiente, para sorpresa de compañeros y aficionados, el club decidió prescindir del delantero centro escocés. Para él existía una oferta del Verona de Osvaldo Bagnoli, que se estaba consolidando en aquellos años como una de las realidades más bellas del fútbol italiano.

Sin embargo, Jordan nunca llegó a rendir al máximo y su importancia en el equipo disminuyó rápidamente. Al final de la temporada regresó a Inglaterra, a las filas del Southampton.

Joe Jordan siempre recordará las tres temporadas en Italia como las más importantes de su carrera y con cierto pesar por haber llegado a Italia cuando probablemente sus mejores días ya habían quedado atrás.

También relacionada con su época italiana, sin embargo, hay una divertida anécdota.

Por cada jugador que ha jugado en la selección escocesa, la federación regala una gorra de recuerdo, que en Inglaterra se entregaba por cada aparición en la selección, mientras que en Escocia (típico de las características ahorradoras de los escoceses) el regalo era una gorra por cada TEMPORADA de servicio en la selección.

Jordan, que debutó con la selección en 1973, jugó al menos un partido consecutivo al año con su equipo nacional hasta 1982, cuando disputó la Copa Mundial de España.

La última gorra, sin embargo, mientras Jordán estaba aquí en Italia, nunca le llegó.

En ese momento llamó varias veces a la Federación preguntando qué había pasado con su décima gorra, la del año 1982.

“Lo enviamos regularmente”, le confirmó la Federación, añadiendo que “a estas alturas probablemente se habrá perdido”.

La decepción de Jordan es considerable.

“Perdona, pero ¿cuándo lo has enviado?”, pregunta Jordan contrariado.

“Todavía tenemos la nota. “Embarcado en septiembre de 1982 en la sede del INTERNATIONAL FC”.

… Jordan tuvo que ir al cuartel general de los rivales de la ciudad, Inter, donde, afortunadamente, habían guardado su preciada gorra …

Joe Jordan pertenece a esa corta lista de futbolistas capaces de marcar al menos un gol en tres Mundiales diferentes.

Con la selección escocesa, Jordan la dirigió tanto en 1974 (contra Zaire y Yugoslavia) como en 1978 (contra Perú) y también en el Mundial de 1982 contra la URSS.

Cuando terminó su carrera como futbolista, Jordan comenzó la de entrenador.

Tras un brillante segundo puesto en la liga conseguido en el banquillo del Hearts, Jordan trabajó principalmente como entrenador principal con, entre otros, Liam Brady en el Celtic (el equipo favorito de Jordan) y Harry Redknapp en el Totthenam.

Incluso en el banquillo, “El Tiburón”, como le apodaban los aficionados rossoneri, no perdió ni un ápice de su proverbial garra.

Muy famoso en este sentido fue su “cara a cara” con Rino Gattuso durante un partido de la Liga de Campeones entre los rossoneri y el Totthenam en febrero de 2011, en el que Jordan, de 60 años, no cedió ni un milímetro ante el aguerrido y mucho más joven jugador del Milan.

Yo diría que Gattuso eligió al hombre equivocado para pelearse esta noche”, fue el comentario en aquel momento del entrenador de los Spurs, Harry Redknapp.